La historia del fútbol, un deporte que ha unido a generaciones, ha estado teñida de escándalos, controversias y, sobre todo, momentos que definen el rumbo de su evolución. Uno de esos momentos críticos tuvo lugar en agosto de 2023, cuando Luis Manuel Rubiales, por aquel entonces presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), se vio envuelto en un escándalo que no solo manchó su reputación, sino que también generó un movimiento masivo en apoyo a las mujeres en el deporte. Pero, ¿realmente es un beso lo que desencadenó todo esto?
Un «piquito» que fue demasiado
Para quienes ya están al tanto del asunto, recordar el momento puede ser tan incómodo como ver un video de tu viejo yo en una fiesta de fin de año. Así fue cuando Rubiales besó a la jugadora Jenni Hermoso después de que España se coronara campeona del mundo en el Mundial Femenino 2023. Según las pruebas presentadas, el beso, que Rubiales intentó minimizar como un simple «piquito», fue, en realidad, un acto sin el consentimiento de Hermoso. La sorprendente revelación de que el tribunal condenó a Rubiales por este acto fue un claro recordatorio de que, en esta nueva era, la cultura del consentimiento no es negociable.
En una sentencia histórica, la Audiencia Nacional lo condenó por un delito de agresión sexual, un fallo que ha resonado más allá de las fronteras del deporte. ¿Cómo es posible que un incidente tan claro haya sido subestimado, tanto por el individuo involucrado como por las estructuras que deberían proteger a las jugadoras?
La defensa de Rubiales: un acto de victimización
Es interesante observar cómo Rubiales intentó desviar la atención del hecho al proclamarse víctima de un «asesinato social». Su discurso centrado en cargarse contra el «falso feminismo» solo llevó a encender más la furia colectiva que ya estaba latente. No sé tú, pero eso me suena a alguien que no tiene idea de cómo salir de un lío y decide llevar a otros en la caída.
Lo que más destaca, sin embargo, fue la movilización de sus colegas. La capitanía de Alexia Putellas y el respaldo de otras futbolistas generaron una ola de apoyo que no solo defendió a Hermoso, sino que también exigió cambios estructurales dentro de la RFEF. Al parecer, el deporte femenino ha encontrado su voz, y hasta puede que haya llegado el momento de que el sistema acepte escucharlas.
Un sistema en crisis: la gestión de la RFEF
La respuesta de la RFEF ante el escándalo del beso fue, en muchos sentidos, un reflejo de un sistema que, a lo largo de los años, ha estado más empeñado en proteger a su presidente y mantener el status quo que en atender los problemas que realmente importan. En cualquier organización, desde un club de barrio hasta una federación nacional, la forma en que se responden a los problemas dice mucho sobre sus valores.
La investigaciómn interna llevada a cabo por la RFEF fue calificada de «anecdótica», y su mala gestión tuvo como resultado la salida de varios altos cargos. Si bien Rubiales fue el foco inicial de las críticas, no era el único culpable. Jorge Vilda, el entonces seleccionador, estaba en el banquillo de acusados, también vinculado en la elaboración de un comunicado que intentaba minimizar lo sucedido. Es aquí donde uno se pregunta: ¿Dónde está la ética en el deporte?
Las jugadoras estaban claras: la estructura de la RFEF necesitaba un cambio, y rápido. Al final, la presión ejercida por las futbolistas no solo obligó a Rubiales a renunciar, sino que también provocó un cambio en los altos mandos de la federación, dejando a su paso una nueva oportunidad para la renovación.
Causando impacto: el movimiento «se acabó»
El hashtag #SeAcabó se convirtió en símbolo de la lucha contra el machismo que ha permeado en el deporte, mostrando cómo un solo acto puede desatar el poder de una historia colectiva. Desde la creación de estructuras que protejan a las deportistas, hasta cambios en el lenguaje que se utiliza para hablar de la cultura deportiva, este movimiento ha sido fundamental en la transformación del deporte femenino en España.
A lo largo de la historia, hemos visto cómo el deporte ha sido testigo de innumerables injusticias, pero ver a un grupo de mujeres unidas contra un problema tan palpable es realmente un cambio de juego. Y hablando de cambios, ¿qué tal si comenzamos a aplaudirlos en lugar de ignorarlos?
Los cambios necesarios en la RFEF: una mirada esperanzadora
Uno de los resultados positivos de este escándalo ha sido la presión ejercida sobre la organización para que realice cambios significativos. Aunque Rubiales fue condenado a pagar 10.800 euros por sus actos, el impacto del escándalo se siente mucho más allá de las sanciones monetarias. La RFEF se enfrenta a un reto monumental: restaurar la confianza y trabajar por un ambiente donde las jugadoras puedan desempeñarse sin temor a represalias, acosos o abusos.
Recientemente, se han implementado mejoras en el equipo técnico y condiciones tanto de viaje como de alojamiento para las futbolistas, alineándolas más con las que reciben sus contrapartes masculinos. Eso, mis amigos, es lo que llamamos “hacerlo bien”. Aunque estos cambios son bienvenidos, la RFEF debe seguir explorando formas de evolucionar y dejar atrás la cultura de abuso e impunidad.
El nuevo presidente, Rafael Louzán, asume el reto con una sombra de corrupción aún presente. Aunque fue absuelto de su condena anterior, el desafío de mejorar la imagen de la federación y asegurar que las mujeres tengan voz y voto en la toma de decisiones no es tarea fácil. La pregunta que todos nos hacemos es: ¿realmente será capaz de cambiar la narrativa?
Clave para el futuro: la voz de las atletas
Es evidente que la verdadera transformación viene de la mano de las protagonistas del juego: las futbolistas. Ante un sistema que ha fallado en su deber de protegerlas, han tomado la iniciativa de exigir cambios desde la base. Un contundente recordatorio de que el poder no reside solo en aquellos que están en el centro del escenario, sino también en quienes han decidido alzar su voz en un deporte que, durante mucho tiempo, les fue negado.
La fortaleza demostrada por estas jugadoras es inspiradora. En cada mensaje de apoyo y mutua defensa se siente un aire de empoderamiento que nunca antes se había visto en el fútbol femenino en España. Pero claro, ¿quién lo diría? A veces, una crisis puede convertirse en una oportunidad para reinventar la narrativa.
En conclusión, el escándalo del beso de Rubiales no fue solo un acto individual, sino un reflejo de una cultura que necesita desesperadamente evolucionar. Con cada nuevo capítulo de esta historia, el fútbol femenino se afirma con fuerza, demostrando que el tiempo de los cambios ha llegado. ¿Estamos listos para aplaudir los nuevos tiempos? Parce que la RFEF también debería estar obrando en esa dirección.
¡Y así, concluye nuestro recorrido por esta enrevesada historia! Ahora, más que nunca, es momento de seguir apoyando el deporte que amamos y, sobre todo, a las personas que lo hacen posible. ¡Hasta la próxima, amigos!