El río Magro ha sido tema de conversación y preocupación en los últimos días tras el paso de la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que azotó Valencia a finales de octubre. ¿Quién hubiera imaginado que un evento meteorológico podría causar tanto estrago en una región que enfrenta desafíos de infraestructura desde hace años? En este artículo, profundizaremos en las consecuencias de la DANA, la evidente falta de mantenimiento en las infraestructuras hídricas y las lecciones que debemos aprender para un futuro más resiliente.
El desbordamiento y su impacto
El martes 29 de octubre, el río Magro se desbordó, causando inundaciones que afectaron a Utiel en cuestión de horas. A las 12:07, la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) emitió la notificación de emergencia y para las 15:00 todo había cambiado para los habitantes de este municipio. La Generalitat Valenciana no tardó en declarar el segundo nivel de emergencia e incluso solicitó la intervención de la Unidad Militar de Emergencias (UME).
¡Vaya manera de comenzar la semana! Seguro que muchos en Utiel no estaban preparados para ver cómo su tranquilo entorno se convertía en un caos acuático. Hay algo singular en el español promedio: podemos estar platicando de mil cosas, ¿pero un chaparrón monumental? Eso es el tema del día, ¿no?
Tras la catástrofe, las investigaciones revelaron que la CHJ ya tenía conocimiento de las deficiencias en el mantenimiento del Canal Júcar-Turia y del Canal del Magro, y que esa información estaba en los archivos desde meses atrás. Para ponerlo en perspectiva: es como si tuvieras un techo que gotea y, en lugar de repararlo, decides esperar a que caiga un rayo para ponerte a arreglarlo. Suena un poco absurdo, ¿no crees?
Con cada tormenta significativa, las deficiencias en las infraestructuras se hacen más evidentes. ¿Pero por qué no se hizo nada antes? La CHJ había advertido en varias ocasiones sobre el mal estado de las infraestructuras, pero las licitaciones y reparaciones se informaron solo después de la DANA, revelando una falta de previsión alarmante.
Un repaso al mantenimiento: un trabajo de nunca acabar
Lo que me parece irónico es que a veces pasamos tanto tiempo mirando hacia arriba para ver las nubes y el aire fresco, que olvidamos mirar hacia el suelo donde nuestros ríos y canales tienen la tarea de trabajar silenciosamente. La situación del Canal del Magro no es solo un problema del momento; es el resultado de una falta de mantenimiento prolongada. Según los técnicos de la CHJ, “su estado de conservación es muy mejorable y su situación de envejecimiento preocupante”.
Sería como comprar un coche y no hacerle las revisiones adecuadas. ¿Qué pasa después? Podrías acabar varado en medio de una tormenta, llamando a una grúa, preguntándote qué demonios hiciste mal. Las juntas de unión de los paños muestran desperfectos y las juntas de acueductos presentan fugas, pero claro, eso ya no es problema hasta que el agua se desborda. La negligencia ha sido palpable, y las obras que debieron iniciarse meses atrás, aún permanecían en listas de espera.
Un sistema insuficiente para una infraestructura crítica
Imaginemos a los empleados de la CHJ: tres vigilantes para un canal de 60 kilómetros. Es como si nombremos a tres amigos para levantar un edificio de diez pisos. ¡Vamos! A ver quién lo hace primero! Ya sé que hay gente talentosa, pero no se puede trabajar así. La falta de recursos es un fenómeno preocupante que debe ser atendido urgentemente.
Los documentos técnicos subrayan que, para una explotación eficiente del Canal, es esencial contar con personal adecuado. Aquí se presenta una otra pregunta: ¿realmente los recursos que asignamos a la gestión de nuestras infraestructuras son suficientes? La logística y la planificación son igualmente críticas. ¿Por qué estaba el contrato de mantenimiento del Canal Júcar-Turia listo desde marzo de 2024, pero no se licitó hasta octubre? Con todo esto, nos encontramos en la cuerda floja.
Las ironías de la gestión pública
Lo que es casi cómico (aunque triste) es que para reparar lo que ya se ha dañado, se han destinado más de 31 millones de euros como vía de emergencia. Uno a veces se pregunta si no habría sido más sensato invertir en el mantenimiento preventivo en lugar de esperar a cada catástrofe. ¿No deberíamos asegurarnos de que nuestras infraestructuras sean robustas en lugar de esperar el siguiente desastre natural?
La idea de esperar lo peor antes de actuar me recuerda a esa amiga que siempre espera hasta la última hora para estudiar para un examen. ¿Ha funcionado alguna vez? Spoiler: no.
La DANA y su magnitud
¿Qué produjo esta calamidad, te preguntarás? Según los informes de la CHJ, la DANA ocasionó un caudal de entrada en el embalse de Forata de más de 2,000 m³/s. Esto en comparación con un caudal extraordinario de 1,127 m³/s para un periodo de retorno de 500 años. Es como si un río entero decidiera hacer una fiesta sin invitación.
El impacto fue tal que afectó directamente la funcionalidad del Canal Júcar-Turia. Se registraron roturas en los acueductos y serios desperfectos, lo que requirió una evaluación exhaustiva para reparar el servicio que abastece a Valencia y su área metropolitana. Este daño no solo afecta la infraestructura misma, sino que repercute en miles de hogares que dependen del suministro de agua.
Las respuestas a largo plazo: aprendiendo de los errores
Lo alentador es que, tras una crisis, a menudo hay oportunidades para aprender y crecer. La CHJ ha comenzado a implementar un Sistema de Alerta Temprana, lo que sin duda es un gran paso en la dirección correcta. Sin embargo, también debemos preguntarnos: ¿somos conscientes de los problemas estructurales en nuestra gestión del agua, o simplemente estamos colocando parches en el asfalto?
No podemos continuar esperando a que los ríos se salgan de sus cauces para actuar. La inversión y el mantenimiento de infraestructuras deben estar en la agenda de los gobiernos locales y nacionales. Debemos poner el enfoque en la prevención, no solo en la reacción.
Un compromiso colectivo
Es fundamental que la situación en el río Magro nos lleve a cuestionar cómo estamos administrando nuestros recursos hídricos. Como ciudadanos, debemos exigir a nuestras autoridades que tomen medidas proactivas en lugar de reactivas. ¿Por qué deberíamos quedarnos de brazos cruzados mientras el agua nos inunda? Nuestras vidas y nuestros hogares están en juego.
El desastre puede traer consigo un cambio significativo. Si logramos que las voces de la comunidad sean escuchadas, si los gobiernos hacen un esfuerzo real por mantener nuestras infraestructuras y si todos colaboramos para construir un futuro más sostenible, tal vez la próxima vez que un fenómeno natural se nos presente, estaremos mejor equipados para enfrentarlo.
Reflexiones finales
El caso del río Magro es un recordatorio contundente de la fragilidad de nuestras infraestructuras y la importancia de una gestión eficiente y responsable. Aunque hemos enfrentado un desafío monumental, también es una oportunidad invaluable para crecer. Cuanto más aprendemos de nuestros errores, más deducimos que la historia tiende a repetirse si no prestamos la atención que merece.
Mientras observamos como las autoridades trabajan para reparar los daños, también debemos recordar invertir en el futuro. ¿Estamos dispuestos a aprender y construir un sistema resiliente para enfrentar cualquier eventualidad? Esa será nuestra verdadera prueba. Recuerda, a veces hay que meter las manos en el agua para descubrir qué tan hondo es el río que estamos cruzando.