La calidad de vida ha cambiado, y no para mejor. Tras haber leído el último estudio de EL ESPAÑOL, uno no puede evitar preguntarse: ¿qué ha pasado con la España que conocíamos? En un giro sombrío, el 46,5% de los españoles cree que su calidad de vida ha disminuido en los últimos veinticinco años. ¡Vaya! Esto es como ver cómo el café de la mañana se enfría, uno espera que siempre esté caliente, pero la vida, como el café, a veces nos sorprende. Y no siempre para bien.
Un vistazo a la encuesta: ¿por qué estamos tan pesimistas?
Los números son contundentes. Una abrumadora mayoría, el 82,5%, siente que la calidad de la democracia ha empeorado desde el año 2000. Desde luego, eso no se siente agradable. Pero quizás lo más devastador es que el 90,5% de los encuestados opinan que el acceso a la vivienda ha disminuido, lo que, seamos honestos, puede ser un tema recurrente en las conversaciones familiares… y un gran causante de estrés. ¿Quién no ha oído un “antes podíamos comprar algo más grande y bonito” en alguna reunión?
Además, si miramos a los partidos políticos, la desafección es palpable. El 91,4% de los españoles creen que los partidos son peores que hace veinticinco años. Esto me recuerda a esos viejos programas de televisión que intentan hacer un «remake» de un clásico. Lo intentan, pero raras veces lo logran. ¿Se imaginan si los políticos pudieran «refrescarse» como nuestras series favoritas, dejando atrás las malas tramas y los personajes olvidables?
Liderazgo y observaciones: los que se salvan
Lo curioso es que en medio de este descontento, algunos logran salir bien parados. La Monarquía, el Ejército, la Guardia Civil y la Policía Nacional tienen una percepción bastante positiva. En un entorno donde todo parece llevarse un “suspenso”, estos cuatro se atreven a sacar un notable. Es como en el colegio: siempre hay uno que se esfuerza un poco más y que, a pesar de todo, se gana el agradecimiento del profesor.
Por otro lado, encontramos que los políticos más valorados pertenecen al espectro del PP y PSOE, claramente relegados en valoraciones. Entre ellos, destacan Isabel Díaz Ayuso, José Manuel Moreno, José María Aznar y Alberto Núñez Feijóo. La lista no incluye a ningún político del PSOE, lo que también despierta preguntas. ¿Es cuestión de opiniones o hay algo más detrás de estas elecciones?
La politización y su efecto en la vida cotidiana
Es fascinante cómo la vida cotidiana se ha vuelto un campo de batalla político. ¿Recuerdas cuando ir a comprar pan era solo eso: ir a comprar pan? Ahora, llévaselo de tarea a tus amigos, y verás cómo la conversación vira hacia qué partido está tratando de controlar la industria del pan. La política se ha metido en todo: el deporte, las redes sociales, y sí, ¡hasta la gastronomía!
La experiencia de la pandemia no hizo más que exacerbar esta situación. ¿Cómo olvidar el lío de las mascarillas? Al final, parece que todos nos convertimos en expertos en epidemiología de un día para otro, todos comentando cómo se gestionó el confinamiento, como si tuviéramos un máster en salud pública. En el fondo, es comprensible: queríamos entender el por qué de tantas restricciones.
Crisis de la clase media: ¿un clásico de la historia?
La crisis de la clase media hoy se siente como esa serie que todos amamos pero que, cada temporada, se vuelve más oscura. La asfixia fiscal, la incertidumbre del empleo, y el acceso a productos básicos se han convertido en temas recurrentes. Recuerdo cuando leíamos sobre el ascenso de la clase media como un fenómeno positivo. Ahora la conversación moviéndose hacia su extinción parece un epílogo trágico.
¿Y qué decir del problema del mercado inmobiliario? Esa sensación de que los precios suben más rápido que los salarios es como estar en una competición de escaladores donde uno tiene un jetpack y el otro solo sus pies. ¡No hay manera de competir!
Mirando hacia el futuro: ¿hay esperanza?
Sin embargo, aunque los números y las percepciones puedan parecer desalentadores, quiero recordar que las percepciones son reales. Tal vez, a veces, nos olvidamos de que la calidad de nuestra vida y la percepción que tenemos de ella puede ser transformada en pequeños pasos.
Por ejemplo, los ciudadanos tienen el poder de influir en sus comunidades. Cada vez que una persona decide votar, participar en una reunión del ayuntamiento o incluso simplemente hablar con su vecino sobre cómo mejorar su vecindario, está tomando parte en una transformación. ¿No es bonito pensar en ello?
La democracia tiene herramientas para superar esta crisis de confianza. La clave es el consenso. Estos años de mayor prosperidad en España se construyeron sobre la base de acuerdos, donde las diferencias no se convertían en barreras, sino en puentes. ¿Pueden nuestros líderes encontrar ese camino de regreso?
Hay un antiguo dicho que dice: «No hay mal que por bien no venga». Quizás esta situación nos ofrezca la oportunidad de replantearnos las cosas.
La responsabilidad de los políticos
En sus manos está tanto la culpa como la solución. Si hay un momento para actuar, es ahora. La política no puede seguir siendo un tema de división. Una conversación abierta, honesta y empática podría ser el comienzo de un futuro diferente. ¿No sería genial ver a nuestros políticos trabajando juntos por el bien común, en lugar de solo ocupar tiempo en peleas en las redes sociales? Podría convertirse en un “Reality Show” en un canal al que todos quisiéramos sintonizar.
Reflexiones finales: ¿dónde estamos y hacia dónde vamos?
Este diagnóstico de los ciudadanos españoles es innegable: llevamos años tras una lenta pero sostenida decadencia. Pero la esperanza no está perdida. La clave está en reconocer que el descontento es parte del proceso democrático. La autocrítica, aunque difícil, es necesaria.
Así que la próxima vez que escuchemos a alguien quejándose de la política o de la situación del país, recordemos que detrás de esa queja hay preocupación y deseo de entender. A veces, simplemente se necesita un espacio para conversar. Después de todo, ¿no es así como se construyen las mejores historias? Conversación abierta, empatía y quizás, un poco de humor para suavizar la carga.
La España de hoy tiene sus desafíos. Pero si algo hemos aprendido a lo largo de estos años, es que todos jugamos un papel en este escenario. Y, ¿quién sabe? Tal vez la próxima vez que veamos a un político, no lo consideremos un villano de telenovela, sino un posible compañero de camino en la búsqueda de una España mejor.
Así que, amigos, abramos los ojos, pero sobre todo, nuestros corazones. Envolvámonos en la conversación. Después de todo, el futuro no se construye solo: se construye juntos.