La protesta no comunicada del pasado 12 de noviembre de 2023 en Bilbao ha puesto a la Ertzaintza en el ojo del huracán, especialmente por la participación de un agente que, fuera de servicio, se involucró de manera activa en un evento que claramente violaba las normativas establecidas. Si pensabas que la vida de un agente de la autoridad era todo lo glamour y el heroísmo que nos muestran en las películas, piénsalo de nuevo. Así como todos nosotros, los miembros de la Ertzaintza también tienen días difíciles, y a veces esos días se convierten en episodios que merecen ser discutidos abiertamente.

El contexto de la protesta

Para entender el escándalo en su totalidad, es esencial mirar el trasfondo de la manifestación que ocurrió en la Alameda de Rekalde. Este evento estaba enfocado contra el entonces recién renovado Gobierno de Pedro Sánchez y su controvertida ley de amnistía para los independentistas catalanes. En un año en el que la polarización política ha llegado a niveles notables, la presencia de la ultraderecha en las calles de España ha ido en aumento, y los agentes de la Ertzaintza se han convertido, sin quererlo, en un componente de este campo de batalla político. Ahora, imagina a nuestros amigos ertzainas tratando de hacer su trabajo mientras el ambiente se calienta. ¡No debe ser fácil!

Me acuerdo de una vez que vi a un amigo uniformado lidiar con un grupo de manifestantes en la calle. A pesar de la tensión, la forma en que mantuvo la calma y trató de dialogar fue impresionante. Sin embargo, este agente del que hablamos no pareció tener esa misma serenidad.

La participación del agente

Rodrigo Gartzia, ex viceconsejero de Seguridad, firmó un expediente sancionador contra el ertzaina mencionado, quien, lejos de mantener una postura neutral, se sumó a los gritos e insultos que salían de la multitud. Este no era un episodio aislado; ya había habido otra investigación interna por la implicación de otro colega en protestas similares. El hecho de que un agente se identifique como «compañero» utilizando su placa para intentar zafarse de una sanción es una clara extralimitación de sus funciones. La pregunta que todos nos hacemos es: ¿por qué actuar de esa manera?

Tal vez, como muchos de nosotros, se sintió atrapado entre el deber y su ideología personal. A veces me he encontrado en situaciones en las que las decisiones no son claras, y una parte de mí siente la presión de defender lo que creo. Pero me pregunto, ¿realmente vale la pena poner en riesgo nuestra carrera y reputación por ello?

Las repercusiones de la conducta del agente

El ertzaina no solo terminó siendo objeto de un expediente sancionador, sino que fue objeto de burla y represalias. Su comportamiento fue calificado de «grave», aunque la sanción se limitó a siete días sin empleo y sueldo, lo que se puede ver tanto como un castigo ligero como una manera de que la Ertzaintza mantenga en algún sentido la dignidad de su cuerpo.

Imaginen qué pasaría si un médico decidiera dejar de cumplir con su deber en medio de una cirugía porque tenía una opinión política fuerte. El escenario es surrealista, ¿verdad? Pero esto es lo que estamos viendo aquí. Al final del día, un agente de la ley debería ser un modelo a seguir, y este episodio no refleja eso. Quizá fue un momento de debilidad, una falta de juicio que, desgraciadamente, puede dañar tanto su reputación como la del cuerpo policial en su totalidad.

¿Una tendencia preocupante?

De hecho, la Ertzaintza está lidiando con varios problemas en este sentido. Con un 30% de su flota de patrullas averiadas y unidades que han acumulado casi 500.000 kilómetros, hay una clara necesidad de reformas y atención. Esto sin mencionar el creciente número de incidentes que involucran a agentes que cruzan la línea entre ser funcionarios públicos y activistas políticos. La pregunta retórica: ¿esto se debe a una falta de entrenamientos adecuados o es simplemente un reflejo de las tensiones sociales actuales?

Ahora, no quiero parecer un aguafiestas, pero justo cuando pensábamos que la violencia política y la protesta iban a quedarse en el pasado, aquí estamos, viendo cómo la historia se repite. Ya lo dijo el viejo adagio: «La historia tiende a repetirse». Si nuestros agentes no reciben un apoyo emocional y financiero adecuado, podríamos estar viendo más episodios de este tipo en el futuro.

Reflexión sobre la situación actual

Cuando un ertzaina se presenta en la rueda de prensa para explicar su lado de la historia, muchas veces es complicado no sentir empatía. Después de todo, ellos también enfrentan el estrés diario, la presión social, y la imagen pública que se ha ido construyendo a lo largo de los años. Quiero decir, ¿quién entre nosotros no ha tenido un mal día que lo llevó a tomar decisiones cuestionables? Pero el hecho de que un agente de la Ertzaintza se viera atrapado en medio de insultos contra otros policías es algo que no puede ser subestimado.

Se ha demostrado, una y otra vez, que el uso indebido de la identificación profesional para intereses personales es peligroso. No solo daña la credibilidad de una fuerza que lucha diariamente por mantener la seguridad pública, sino que también alimenta el ciclo de desconfianza que existe entre la ciudadanía y las instituciones. La pregunta es: ¿qué medidas se deben tomar para prevenir que esto vuelva a suceder? ¿Es solo cuestión de formación ética y sensibilización o hay algo más profundo?

El papel de la policía en tiempos de crisis

El papel de la policía en momentos de crisis se ha vuelto más crucial que nunca. En una sociedad cada vez más polarizada, los agentes son también ciudadanos, con opiniones y creencias. Pero debemos encontrar la manera de separar esos dos mundos. Después de todo, la policía debe ser un símbolo de unidad y paz, no un actor más en un drama político desgastante.

Es aquí donde se presenta otro enfoque: la importancia de fortalecer la formación y los valores éticos en la policía. En muchos países, las fuerzas de seguridad llevan a cabo entrenamientos que incluyen no solo aspectos técnicos y operativos, sino también aspectos psicológicos y de manejo de crisis. Aquí, donde la tensión puede ser más que palpable, sería beneficioso incluir módulos enfocados en cómo manejar sus creencias políticas personales al tiempo que se respeta el deber de servir y proteger a todos los ciudadanos, sin distinción.

Conclusiones: ¿Qué podemos aprender?

Como sociedad, debemos reflexionar sobre el papel de nuestras instituciones y cómo estas interactúan con el público. Este escándalo nos lleva a cuestionar la manera en la que tratamos temas delicados y cómo la formación de los agentes es esencial para mantener la integridad del sistema. Y aquí viene la parte más difícil de digerir: ¿estamos como sociedad haciendo lo suficiente para apoyar a quienes protegen nuestros derechos y libertades?

En resumen, esta situación en la Ertzaintza debe ser un llamado de atención no solo para las autoridades, sino para todos nosotros. La capacidad de diálogo, la empatía y la responsabilidad son fundamentales en una democracia sana. Si logramos entender que todos, desde el agente hasta el ciudadano, estamos en el mismo barco, quizás podamos remarlo en la dirección correcta.

Así que, la próxima vez que veas a un agente en la calle, quizás te detendrás un momento a pensar las complejidades de su trabajo. Después de todo, como seres humanos, todos tenemos luchas internas y es momento de recordarlo.