La historia está repleta de momentos en los que la política y la cultura se entrelazan de maneras inesperadas. Y este último fin de semana no fue una excepción. La reapertura de la catedral de Notre Dame, después del devastador incendio que la consumió en 2019, fue un evento global que atrajo a líderes mundiales, celebridades y dignatarios de numerosos países. Desde mi rincón, observando todo el bullicio a través de las redes sociales, me di cuenta de que este acontecimiento no se trataba solo de restaurar un monumento; también era un reflejo de la diplomacia, la historia y un poco de drama político. ¡Vamos a ver qué pasó!
la crítica de feijoo: ¿una vergüenza nacional?
Alberto Núñez Feijóo, el presidente del Partido Popular (PP) en España, no tardó en expresar su descontento. En declaraciones que lanzó a través de la red social X (sí, el nuevo nombre de Twitter, que siempre me suena un poco a comunidad de extraterrestres), se refirió a la falta de representación española en la misa de reapertura como “una vergüenza para nuestro país”. ¿A quién le suena eso a mí? Es como cuando tu madre se entera de que te olvidaste de invitar a la tía que le teje a los gatos a la cena familiar. ¡El drama!
Feijóo no se quedó ahí y afirmó que “una vez más, el Gobierno no está a la altura de la sociedad a la que debe servir”. Su opinión resonó en la comunidad política española y generó un aluvión de comentarios en las redes. En este punto, surge una pregunta: ¿Es aceptable que un ministro decline un evento de esta magnitud debido a su agenda familiar? Personalmente, creo que todos tenemos responsabilidades familiares, pero a veces, las ocasiones únicas requieren que dejemos el sofá atrás, incluso si hay una buena serie para binge-watch. Pero antes de sacar conclusiones, veamos el trasfondo.
un poco de contexto: la restauración de notre dame
La catedral de Notre Dame no es solo un edificio; desde su construcción en 1163, ha sido un símbolo de la historia y la cultura de París. Cuando el devastador incendio arrasó la catedral en 2019, el mundo entero contuvo la respiración. La noticia se extendió como la pólvora y no hubo rincón en el que no se hablara sobre cómo un símbolo tan icónico había quedado hecho cenizas. Sin embargo, gracias a una oleada de apoyo internacional y una movilización ejemplar, se iniciaron las labores de restauración que culminaron en la reciente ceremonia.
Al ver a líderes globales, como el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, o la primera dama, Jill Biden, asistir a la misa fue un claro recordatorio del poder que tiene un monumento cultural para unir o polarizar opiniones. En un mundo donde hay tanto ruido, la cultura, en su forma más pura, se convierte en un puente entre naciones.
la ausencia de la familia real y el ministro de cultura
Pero regresemos a lo más jugoso de nuestra historia. ¿Por qué la familia real de España, que debería ser la imagen del país en eventos de esta índole, decidió no asistir? Según las autoridades, la razón detrás de la ausencia de los reyes, Felipe VI y Letizia, se debe a que deben acudir a un evento acompañados por algún miembro del Gobierno. Esto plantea otra cuestión interesante: ¿realmente es un asunto de protocolo o hay algo más bajo la superficie?
El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, también tuvo su papel en esta historia. De acuerdo con las fuentes de su departamento, declinó la invitación por razones familiares. Ahora, no sé ustedes, pero lo que me viene a la mente es una cena familiar de esas que uno prefiere evitar, aunque tal vez debería haber hecho un esfuerzo. ¡Después de todo, hay momentos que cuentan!
un evento rodeado de dignatarios internacionales
La misa de reapertura, que se llevó a cabo el pasado sábado, no fue un evento cualquiera. La lista de asistentes hizo eco de una verdadera cumbre de líderes. Volodimir Zelenski, el presidente de Ucrania, que sigue siendo un faro de resistencia en tiempos difíciles, también estuvo presente. Macron, nuestro querido presidente francés, no perdería la oportunidad de hacer un acto de fuerza diplomática en un momento en que su país enfrenta retos internos y externos.
¿Y qué hay de Elon Musk? El empresario multimillonario que nunca pasa desapercibido donde sea que ponga un pie. Su presencia allí fue como si hubiera mirado a su alrededor y dijera: “Si no hay caos, no estoy haciendo mi trabajo”. No obstante, la cuestión aquí es más alrededor del simbolismo de la ocasión que de la política actual. ¿Acaso estos encuentros suelen tener un impacto positivo en las relaciones internacionales?
¿quién debería haber estado ahí?
Tomando en cuenta la alineación de asistentes, nos preguntamos, ¿quién debería haber estado presente para que realmente representara a España? Imaginemos la escena: España, con su rica historia y cultura, debería tener un embajador cultural a la altura. Quizás algo como un conocido autor español, un director de cine que haya dejado huella, o quizás esos días dorados de la música española representados por un celebre cantautor que capture la atención y el corazón del mundo. La ausencia de una representación significativa solo hace eco de un desinterés más profundo, donde la cultura no suele ser prioridad en el ámbito político.
el impacto en la política española
La manera en que se desarrolló este evento y sus ramificaciones han empezado a influir en el discurso político en España. Críticas y defensas se han desatado sobre el papel del Gobierno en la representación cultural y su impacto en la visión internacional del país. En un momento en que la política española se encuentra inmersa en desafíos internos, tal vez un evento como este podría haber sido una excelente oportunidad para mostrar unidad y fortaleza.
Recientemente, se ha visto un creciente interés en la cultura y el arte por parte de ciertos políticos, lo que podría indicar una posible corrección de rumbo. ¿Podríamos ver en el futuro una mayor inversión en la representación cultural? Tal vez.
reflexionando sobre la identidad cultural
De toda esta controversia, surge una pregunta fundamental: ¿qué significa realmente la identidad cultural de un país? La catedral de Notre Dame simboliza no solo la arquitectura y la historia, sino también un sentido de pertenencia. El arte, la música, la literatura y la tradición configuran lo que somos y quiénes queremos ser. En este sentido, la cultura se convierte en un tejido que une a la sociedad.
La ausencia de representantes en un evento internacional de tal magnitud podría ser una señal de que estamos descuidando aspectos fundamentales de lo que nos define. ¿Acaso nuestra agenda política ha dejado de lado lo que realmente importa? Es un alimento para el pensamiento.
una mirada al futuro: lecciones aprendidas
No todo está perdido, y el debate sobre la representación de España a nivel internacional podría ser el primer paso hacia una mayor conciencia cultural y una apreciación renovada por nuestra identidad. Quizás en el futuro, podamos ver a nuestros líderes tomando decisiones más acertadas y representativas en145 ocasiones de este tipo. La medicina para curar nuestros males culturales está a la vista, y es cuestión de reconocer la importancia de la cultura en la política.
Así que, amigos, mientras nos sentamos y reflexionamos sobre el importante evento que tuvo lugar en París, recordemos siempre que una cultura vibrante es la clave para un país dinámico y significativo. ¡Y que no se nos olvide disfrutar cada momento! A veces hasta en el sofá, con una buena serie. ¿Y si es un documental sobre arte?
¡Aquí va! Espero haber dejado un rastro de pensamiento y, por qué no, algo de humor mientras reflexionamos sobre la idiosincrasia de nuestro querido país en un mundo globalizado. ¡Hasta la próxima aventura cultural!