La política internacional es como un tango: requiere precisión, pasión y, a veces, una que otra patada en la espinilla. En el caso de la Unión Europea (UE), la situación actual de las relaciones con Israel ha suscitado una serie de movimientos casi acrobáticos que nos invitan a reflexionar sobre lo que significa realmente defender los derechos humanos en el contexto de acuerdos comerciales. ¿Estamos ante una oportunidad para que la UE muestre una postura clara y firme, o simplemente asistimos a un juego diplomático que se alarga indefinidamente?

La petición de España e Irlanda: una bomba de tiempo diplomática

En febrero, los gobiernos de España e Irlanda enviaron una carta a la presidenta de la Comisión Europea solicitando una revisión del acuerdo comercial con Israel. Esta carta se basa en la alegación de violaciones de derechos humanos en Gaza, un tema que ha estado en el centro de un torbellino político por meses. Mientras tanto, la reacción de la UE ha sido tibia, como un café frío que alguien olvidó entre las hojas de un expediente complicado.

Me pregunto, ¿cuántas más cartas necesitará la Comisión para escuchar la voz de sus miembros? La respuesta parece depender de la presión mediática, la opinión pública y, claro, las dinámicas internas de poder. ¿Te has sentido alguna vez como si estuvieras hablando con la pared en tu oficina? Eso pareciera estar sintiendo Pedro Sánchez al ver cómo su solicitud ha sido ignorada.

Un escenario dividido: la lucha interna de la UE

Lo que está claro es que el debate no es sencillo. Dentro de la UE, hay una clara división entre los países que abogan por una respuesta más contundente respecto a las atrocidades cometidas en Gaza, como España, Irlanda, Bélgica, y hasta ahora Francia, frente a aquellos que prefieren mantener buenas relaciones con Israel sin arriesgarse en un tira y afloja diplomático. La historia reciente ha demostrado que estos desacuerdos no son simplemente diplomáticos, son profundamente humanos. Cada cifra de víctimas en Gaza resuena con el eco de las decisiones que se toman en las oficinas de Bruselas.

Los antecedentes de cómo la UE manejó situaciones como la de Siria, donde se suspendió parcialmente el acuerdo comercial debido a la represión del régimen de Bashar al Asad en 2011, obligan a preguntarnos si llegarán a tomar una decisión similar respecto a Israel. Sin embargo, me atrevo a decir que lo que está en juego es mucho más que una política comercial; se trata de la credibilidad de la UE en cuanto a su compromiso con los derechos humanos.

El dilema de la acción tardía

No podemos obviar que la reacción de la UE ha sido lenta y tardía, como un tren que llega a la estación justo cuando decides que ya te has cansado de esperar. La condena por la muerte de inocentes en Gaza llegó demasiado tarde, y la burocracia europea parece seguir un ritmo que desafía las urgencias humanas. Así lo reconoció Josep Borrell, el alto representante de la diplomacia europea, quien admitió que le hubiera gustado «reaccionar más rápido a algo que es evidente».

Me pregunto, ¿qué significa “evidente”? Para la mayoría de nosotros, la protección de los derechos humanos debería ser una prioridad innegociable. Cada día que pasa sin una respuesta clara es un día en el que las cifras de la tragedia se incrementan.

Una danza vacilante

La próxima reunión del Consejo de Exteriores el 18 de noviembre, donde Borrell intentará que los ministros de Exteriores evalúen la situación y tomen una decisión sobre la solicitud de los países mencionados, será crítica. La pregunta que queda en el aire es si habrá un consenso entre los 27 países miembros. La diplomacia es un arte, pero algunas veces parece que se convierte en un circo, ¿no crees?

Mientras tanto, la presión sobre Borrell va en aumento. La idea de decir “no” a Israel podría ser vista como una radicalidad por algunos, mientras que otros lo verían como un acto de valentía. La historia ya nos ha enseñado que permanecer callados ante las injusticias solo nos lleva a repetir los mismos errores.

Más que comercio: el impacto humano

Los acuerdos comerciales no son solo cifras en un gráfico. Son el sostén de comunidades, de vidas, y de realidades. En este contexto, la cuestión no es simplemente si se deben suspender o no los acuerdos con Israel, sino cómo se ve afectada la vida de las personas que habitan en Gaza, cuyas historias a menudo se desdibujan detrás de los parlamentos europeos.

Si bien los políticos suelen manejar conceptos de “intereses nacionales”, en el fondo, lo que realmente importa son los seres humanos detrás de cada vilal, las historias que no cuentan los titulares. ¿Acaso no deberíamos ser como Sánchez y Varadkar, quienes han tenido el valor político de poner la voz de los pueblos antes que el interés comercial?

Conclusión: hacia un futuro más responsable

La cuestión de si la UE debe o no suspender el acuerdo con Israel es profunda y debe de ser tratada con seriedad. En última instancia, nuestra responsabilidad como ciudadanos es asegurarnos de que esta discusión no se convierta en una más de la lista de asuntos olvidados, sino que permanezca viva, en el ámbito público y en la conciencia colectiva.

Recordemos que cada vez que hablamos de derechos humanos, no se trata de una mera declaración política, sino de decisiones que afectan vidas. La esperanza es que, a medida que se acerca la reunión del 18 de noviembre, los líderes europeos reconozcan que la diplomacia también tiene un rostro humano, y que la decisión sea tan clara y fuerte como la necesidad de justicia que hoy se escucha en cada rincón de Gaza.

Así que la próxima vez que se encienda un debate sobre el acuerdo con Israel, recuerda estas historias. Porque detrás de cada cifra que escuchamos hay un ser humano que sueña, sufre y lucha por un día mejor. ¿No sería agradable que Europa se arremangara para contribuir a ese sueño colectivo en lugar de dejarlo en el olvido?