La caza en España es un tema que provoca debates apasionados y que a menudo nos enfrenta a la dualidad entre tradición y modernidad. Si eres de los que ha pasado alguna vez un mediodía en la casa de tus abuelos en el campo, probablemente hayas escuchado historias del abuelo cazador, que siempre parecían cambiar con cada ronda de vino. «En mis tiempos, la caza era (literalmente) otro nivel”, diría, mientras alardeaba de los trofeos que adornaban la pared como si fueran medallas de honor. Pero, ¿qué sucede ahora con la caza? ¿Estamos siendo testigos de su declive, o simplemente está en un proceso de evolución?
Un descenso alarmante en las licencias de caza
En los últimos años, los datos son alarmantes. Según el Ministerio de Transición Ecológica, en 2022 se expedieron 568,000 licencias de caza, una cifra que se ha reducido drásticamente con el tiempo, casi a la mitad de hace dos décadas. Hablemos en serio: ¡un descenso del 16% en un solo año! Es la primera vez que nos encontramos por debajo de las 600,000 licencias, y eso significa que poco a poco estamos viendo menos cazadores en el campo, lo que lleva a la pregunta, ¿se está convirtiendo la caza en un arte en extinción en la España rural?
Recuerdo una conversación con un amigo que creció en el entorno rural, quien solía acompaña a su padre a cazar aves. “Aquel era el único momento en que realmente compartíamos algo, él a su manera, yo a la mía”, me contó. Ahora, los cazadores, entre los que escasamente aparecen mujeres, se enfrentan a un panorama donde son cada vez más escasos.
Más armas, más animales abatidos
A pesar del descenso en el número de cazadores, hay un fenómeno curioso: el número de armas en circulación y la cantidad de animales abatidos están creciendo. Paradójico, ¿no? En 2002 había aproximadamente 176,000 rifles de caza mayor registrados; en 2022, ¡más de 380,000! Si observamos el panorama de las escopetas para caza menor, que en 2002 alcanzaban los 2.7 millones, hoy se han reducido a 2.1 millones.
Por otro lado, los datos son contundentes: en 2022, se abatieron 740,000 animales de caza mayor, donde más del 60% fueron jabalíes. Mientras en 2005 se cazaron solo 260,000 animales. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿qué nos está diciendo el crecimiento de las estadísticas de caza? Pareciera que estamos lidiando con una paradoja.
Lo que pienso es que no podemos ignorar la figura del cazador moderno. Tal vez, en vez de verlos como los villanos de esta historia, deberíamos considerarlos como actores que están adaptando su papel en un ecosistema siempre cambiante.
¿Por qué la caza sigue teniendo influencia?
Aunque el número de cazadores ha ido en picada, la influencia de este grupo sigue siendo notable. ¿Por qué? En parte porque el sector cinegético ha encontrado fuerza en la política. En 2022, cazadores de toda España se unieron bajo un mismo lema en las manifestaciones antigobierno, clamando protección para el mundo rural. La clamorosa petición de esos días era simple: más derechos, menos restricciones.
Un momento ironico ocurrió cuando un conjunto de cazadores consiguió revertir una decisión del Gobierno que incluía a la codorniz en la lista de especies en peligro de extinción. No es un secreto que con tal poder en manos de unos pocos, las reglas del juego pueden cambiar. ¿Y quién diría que esto podría suceder en una sociedad supuestamente moderna como la nuestra?
La caza y la política actual
Uno de los aspectos más sorprendente de toda esta historia es cómo partidos como el Partido Popular y Vox han integrado a los cazadores en su narrativa. “Apoyaremos la actividad cinegética desde todos los sitios donde gobernamos”, aseguró Paloma Martín, vicesecretaria de Desarrollo Rural del PP. Fremítete a contarme que están buscando nuevos “custodios” del territorio.
El Gobierno también se ha lanzado a calificar a la caza como una “herramienta” en su Estrategia Nacional de Gestión Cinegética. Se atreven a sugerir que, sin cazadores, «habría que subir impuestos» para manejar la sobrepoblación de algunas especies. Este es el tipo de comentario que me hace preguntarme: ¿dónde queda la biodiversidad en medio de estas decisiones políticas?
Una comunidad en transformación
El panorama de la caza nos presenta una España que está cambiar. Un país que, a pesar de sus raíces rurales, está viendo un desplazamiento hacia un entorno más urbano y menos relacionado con la tradición. El hecho de que el 85% del territorio se convierta en coto de caza durante la temporada, plantea serias dudas sobre cómo se debería utilizar nuestro precioso entorno natural.
Como alguien que ha jugado en la tierra de sus abuelos, y que ha visto cómo esas tierras se han ido transformando, siento una mezcla de nostalgia y preocupación. La valla que antes servía para marcar un pequeño espacio de juegos ahora me resulta un recordatorio de cómo se ha restringido el acceso al campo.
Reflexiones sobre un futuro incierto
Con todo esto, hay una pregunta profunda que surge en el horizonte: ¿qué futuro le espera a la caza en nuestro país? ¿Podríamos encontrar una manera de equilibrar la tradición con la necesidad de conservación? Quizás los cazadores y nuestros esforzados movimientos conservacionistas tendrían que estar en la misma página, buscando un objetivo común en lugar de tirarles piedras a sus respectivas posturas.
Pero también hay que ser honestos. Hay prácticas cazadoras que son poco menos que cuestionables. ¿Es ético cazar a especies que están en declive acelerado? ¿Cuánto tiempo más podemos seguir viendo a la caza como un mero deporte cuando se superponga con la conservación?
La caza es, sin duda, un componente de nuestra historia, pero la pregunta es si es un legado que realmente queremos mantener. A medida que construimos comunidades más diversas y urbanas, la figura del cazador se tendrá que redefinir. Tal vez, en un futuro no tan lejano, esa redefinición trate de encontrar un equilibrio en el que tanto los cazadores como los conservacionistas puedan coexistir en un mismo paisaje.
Reflexionando sobre nuestro papel
Antes de concluir, hagamos un pequeño ejercicio. Deja que tu mente navegue en la evaluación de la tradiciones que apreciamos. Me gusta pensar que todos, en un momento dado, hemos sentido una conexión especial con la naturaleza. Si encuentras el camino entre la tradición y la modernidad, hallarás espacio suficiente para ambos.
La clave está en que, como sociedad, evaluemos la caza desde todos los ángulos. Debemos entender que la historia se mueve, y tal vez, solo tal vez, deberíamos encontrar maneras más sostenibles de relacionarnos con nuestro entorno.
Así que la próxima vez que escuches las historias del abuelo cazador, o que disfrutes de una caza menor con amigos, hazte la pregunta: ¿realmente estamos cazando lo que necesitamos, o solo estamos en búsqueda de otra cosa mucho más profunda?
Al final del día, la caza no es solo un deporte; es un vistazo al reflejo de nuestra sociedad. A medida que esta cambia, es inevitable que también nos replanteemos nuestra relación con la caza y la naturaleza en general. ¿Estás listo para ser parte de esa conversación?