En el vasto mundo de la política española, donde los giros absurdos y las acusaciones voladoras suelen ser el pan de cada día, esta semana nos hemos encontrado con un nuevo episodio digno de un guion de televisión. La cátedra de Begoña Gómez, esposa del presidente Pedro Sánchez, ha sido el centro de atención. Pero, ¿realmente hay algo de qué hablar aquí o estamos simplemente presenciando un espectáculo político?

¿Qué está pasando con la cátedra?

La diputada de Vox, Ana Cuartero, ha insistido en la existencia de, como diría un mal actor de telenovela, una “trama” bien urdida contra la sociedad. Un tipo de estrategia digna del mejor thriller, ¿no crees? En el corazón de esta controversia está Begoña Gómez, quien se encuentra en el centro de un escándalo que, hasta ahora, se siente más como una comedia que como un drama. El excodirector de la cátedra, José Manuel Ruano, tuvo su momento de gloria en la comisión de investigación de la Asamblea de Madrid, donde arrojó una crítica sobre cómo la desafección política está en auge gracias a esa representación teatral que están montando ciertos grupos.

Un entremés lleno de doble sentido

En su intervención, Ruano expresó sin tapujos que “este tipo de cuentos” no hacen más que fomentar la desilusión entre los ciudadanos con su democracia. Reflexiono sobre esto y pienso en todas esas series de televisión que vemos. Si nuestras democracias fueran programas de televisión, muchos de nosotros estaríamos cambiando de canal a la primera pausa publicitaria. ¿Te imaginas un reality show político? Yo sí, y sería un desastre glorioso.

A través de este escándalo, muchos se preguntan: ¿realmente es tan malo lo que está ocurriendo? O, más bien, ¿es simplemente una serie de coincidencias desafortunadas? Como si estuvieran grabando un episodio piloto en las instalaciones de una universidad.

¿Una trama o un simple malentendido?

Hablemos un poco de las acusaciones. Los miembros del PP y Vox parecen estar convencidos de que la cátedra de Transformación Social Competitiva fue un capricho de favoritos. Begoña Gómez fue nombrada codirectora por su experiencia previa, aunque el hecho de que no haya un título universitario en su nombre ha dejado algunas cejas levantadas. Entre los fuegos cruzados de acusaciones, Ruano explicó que lo importante era su experiencia y no necesariamente un diploma.

Nostalgia de los buenos tiempos

Recuerdo que en la universidad, durante mis primeros años de estudiante, escuché a un profesor decir que lo ideal era la capacidad más allá de los títulos. Cuántas veces en la vida real es eso cierto. Mucha gente ha llegado lejos sin un título colgado en la pared, y aquí tenemos a Gómez, una mujer que ha trabajado arduamente desde 2012-2013 en proyectos con la Complutense. Suena casi heroico, ¿no?

Aun así, la diputada Mercedes Zarzalejo no se detuvo ahí. Cuestionó a Ruano sobre su independencia de criterio debido a sus conexiones pasadas con líderes como Pablo Iglesias. Y yo me pregunto, ¿acaso hay alguien en la política que no ha estado en esa situación? Todo el mundo tiene amigos y conocidos de algún tipo. Es como en las fiestas de cumpleaños: siempre hay alguien que trae a alguien y, de repente, hay como diez personas que no sabes cómo llegaron ahí. El asunto es, ¿realmente es un indicio de corrupción o solo un malentendido?

Un teatro de lo absurdo

Lo verdaderamente preocupante es que, a pesar de todas estas indagaciones, la comisión de investigación ha estado dando vueltas como un hamster en una rueda y no ha encontrado ninguna prueba concreta que vincule a Gómez con un trato preferencial. Solo un montón de especulaciones y supuestas coincidencias temporales. En este punto, me gustaría pensar que la vida política es como una serie de televisión donde al final de cada episodio tenemos un pequeño giro: “¡Tómala! Resulta que todo era un plan de un villano detrás de las sombras”.

Las dos figuras que testificaron junto a Ruano, él y Blanca de Juan, coordinadora del máster en fundraising público y privado, hicieron una defensa apasionada sobre el trabajo realizado en la cátedra y también se quejaron de cómo este escándalo ha perjudicado a muchas personas involucradas. ¡Que el drama no se acabe! De hecho, De Juan incluso utilizó el humor para expresar lo aburrido que era el día a día en la cátedra, lo que contrasta fuertemente con el drama mediático que se despliega sobre la mesa.

Realidades incómodas

Como si eso no fuera suficiente, Ruano hizo hincapié en que el rector, Joaquín Goyache, era el verdadero motivador detrás de la cátedra. El hecho de que se mostrara efusivo en las fotografías antes de que estallara el escándalo hace que uno se rasque la cabeza. ¿Sabes? Es como esas fotos familiares de Navidad en las que todos sonriendo, pero por dentro están deseando haber ido a ese restaurante de tacos en vez de estar en casa.

Y ahí estamos, como espectadores de una obra que se desarrolla lentamente. La investigación parece moverse a paso de tortuga, y el mero hecho de que no haya suficientes pruebas de lo que algunos calificarían como “tráfico de influencias” solo agrega más leña al fuego del espectáculo. Tal vez lo que tenemos aquí no es más que una comedia de errores, un rompecabezas hecho de patrones rotos, donde el público está dividido entre los que creen en la conspiración y aquellos que la ven como un mal chiste.

¿Quién se beneficia de este circo?

No puedo evitarlo, pero me viene a la mente una pregunta inquietante: ¿quién se beneficia realmente de este circo? Mientras los políticos lanzan acusaciones y se lanzan flechas, los ciudadanos se quedan rascándose la cabeza sin entender completamente lo que está pasando. Esto puede sonar repetitivo, pero una vez más nos encontramos en un terreno donde la política y la comedia se cruzan.

¿Una distracción del verdadero negocio?

Y aquí es donde entra el tema de fondo: la desafección política. Ruano lo planteaba claramente en su comparecencia. A medida que las comisiones de investigación se apilan y la narrativa se densifica, muchos se sienten cada vez más desconectados de los procesos gubernamentales que deberían ser transparentes. La sensación es que estamos viendo a políticos más interesados en ganar puntos que en resolver los problemas que realmente importan. ¡Oh, lo que daría por un verdadero debate substancial!

La ironía es que mientras la cátedra de Gómez se convierte en un símbolo de favoritismo y nepotismo, nos olvidamos de cuestiones más importantes como la educación, la salud y el cambio climático. ¿No deberíamos estar hablando de cosas que realmente afectan nuestras vidas, como esos días en los que olvidamos que hay que sacar la basura, y las consecuencias desastrosas que eso trae?

La conclusión: ¿más allá del escándalo?

Así que, después de reflexionar sobre todos estos giros y vueltas de la trama, solo puedo concluir que, aunque la historia de Begoña Gómez y su implicación en la cátedra ha capturado la atención de muchos, es posible que no sea más que una distracción brillante en un mundo que necesita una dosis de realidad.

Podemos reírnos, indignarnos y comer palomitas mientras seguimos esta comedia política, o podemos abrir los ojos y dirigir nuestra atención hacia las cuestiones que realmente deberían ocupar nuestras conversaciones.

En resumen, ¿realmente hay algo de qué preocuparse con esta investigación? O, en el gran esquema de la vida, ¿no es más bien un recordatorio del teatro que representa la política en su conjunto? Aunque me atrevo a decir que, si quieres un buen espectáculo, este es el lugar para estar, aunque, sinceramente, desearía que tuviéramos un guion más emocionante y útil en nuestras manos.

Así que la próxima vez que escuches hablar de la cátedra de Begoña Gómez, tómate un momento para pensar: ¿es esto realmente un escándalo o solo otro episodio de nuestra serie política favorita?