En el siempre intrigante paisaje político de España, el reciente Índice de Percepción de la Corrupción 2024, publicado por Transparencia Internacional, se ha convertido en el nuevo trending topic que nadie quería, pero que muchos temían. Con una puntuación de 56 sobre 100, España ha descendido cuatro puntos y diez posiciones en comparación con el año anterior. Esto significa que ahora nos encontramos en la mediocre posición 46 de 180 países evaluados. Así que, ¡bienvenidos a la fiesta de la percepción negativa!
El contexto inquietante
Cuando se habla de corrupción, la mayoría de nosotros podemos recordar una anécdota extraña o divertida. Recuerdo una vez que un amigo, al escuchar que su ayuntamiento estaba en medio de un escándalo de corrupción, bromeó diciendo que debería haber presentado su bloque de pisos como «obra de arte» para evitar que quirúrgicamente desintegraran su proyecto. No hay nada que haya hecho que nos midamos más a nosotros mismos que los escándalos de corrupción, ¿verdad? Pero la realidad es que esta situación tiene repercusiones serias, que van mucho más allá de una broma entre amigos.
El informe también coloca a España en la categoría de «democracia defectuosa» y menciona un «estancamiento a nivel nacional» y un «desmantelamiento institucional a nivel autonómico». Esto no suena como el encabezado del artículo que querías leer hoy, y es que, ¡quién no desea escuchar algo más optimista! Pero aquí estamos, sentados en nuestra silla de jardín, mojando las galletas en la leche de la incomprensión política.
La travesía del descontento
Con el trasfondo de la corrupción, podemos recordar una época en que pensábamos que las cosas iban a cambiar. Cuando el gobierno de Pedro Sánchez llegó al poder, se presentó como el abanderado de la «regeneración política». Sin embargo, el reciente informe parece tener un lado más oscuro y sombrío, como un mal episodio de nuestra serie de televisión favorita que no desearíamos ver.
Se identifican varios casos de corrupción relacionados con el Gobierno, que parece estar sacudido por investigaciones judiciales, entre ellos «el caso Koldo, el caso Begoña», y otros que se asoman como fantasmas en Halloween. La sombra de estas irregularidades acecha no solo a los protagonistas, sino a toda una nación que cada día siente la presión de un futuro incierto.
La comparación histórica
Para ubicarnos en este contexto, pueden ser útiles las comparaciones históricas. En 1996, España obtuvo una puntuación de solo 43 puntos, que fue un año que marcó la llegada de José María Aznar al poder. Viviendo en el presente, uno podría preguntar: ¿hemos realmente avanzado como país en términos de transparencia y ética política? O de hecho, ¿estamos apenas girando en círculos, como el famoso perro que se persigue la cola?
El hecho de que el gobierno actual de Sánchez dibuje paralelismos con la crisis de la corrupción de la era de Felipe González no es trivial. ¿De verdad deseamos repetir los mismos errores del pasado? Cuando uno ve las noticias, parece que la frase «historia condenada a repetirse» no se puede ignorar.
Reflexionando sobre el papel de la sociedad
Pero no todo puede recaer en los políticos. Aquí es donde llegamos a un punto de auténtica reflexión. Muchas veces, he escuchado a amigos exclamando: «¡Qué lástima, no se puede confiar en los políticos!», mientras que, al mismo tiempo, eran los primeros en ignorar las votaciones y en no participar en las decisiones democráticas. ¿Es acaso responsable exigir transparencia si nosotros mismos no sincronizamos nuestras acciones con nuestros ideales?
La clave parece estar en no solo exigir honestidad a nuestros líderes, sino también en comprometernos como ciudadanos. ¿Acaso no sabemos que el cambio comienza en casa? Tal vez, a partir de ahora, podría compartir unos comentarios más en la red social de moda, señalando lo que está mal. La ironía es que muchos de nosotros hacemos lo contrario: compartimos memes graciosos de gato mientras la corrupción crece al otro lado de la pantalla.
Ante el espejo de la corrupción
El aprendiz de Hollywood en mí no puede dejar de pensar en cómo los líderes mundiales se presentan ante el espejo de la percepción pública, y cómo Sánchez, a pesar de los escándalos, debe ahora lidiar con un reflejo distorsionado –o al menos así lo perciben muchos. El contraste es significativo: el ex presidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero había puntuado 71 en este mismo índice. ¡Si yo fuera Sánchez, iría a un parque y trabajaría en un viñedo!
En todo caso, parece que la educación es una espada de doble filo. La última vez que se publicaron artículos destacando la importancia de la educación cívica, muchos optaron por mirar hacia el otro lado. Sin embargo, ¿no es hora de hacernos responsables?
Si un primer paso para enfrentar la corrupción es establecer una cultura de responsabilidad desde la infancia, entonces, ¿cómo podemos intentar que la próxima generación no vaya en dirección a la misma decadencia?
Los efectos de la corrupción en nuestra vida cotidiana
Entrando en lo práctico, la corrupción no solo se mide en términos de política abstracta; sus efectos llegan hasta nuestro día a día. No es solo un número en un informe, ni un slogan en un programa electoral. Casi todos conocemos a alguien que ha visto cómo su proyecto se ve frustrado debido a la falta de transparencia, o cómo la falta de calidad en el sistema público de salud afecta a personas que necesitamos.
La corrupción crea una atmósfera de desconfianza. Nos hace sentir que, aunque los números cambien, la esencia no lo hace. Si nuestros líderes no nos ofrecen garantías de transparencia, ¿quién más podrá hacerlo?
Un panorama desalentador, pero no todo está perdido
Es verdad que los resultados del Informe de Transparencia Internacional son motivo de preocupación, especialmente cuando se habla de «castigo». Pero también es fundamental recordar que el cambio es posible y necesario. Mirando hacia atrás en la historia de España, han habido momentos de catarsis política que han funcionado como mecanismos de redención de la sociedad: desde el fin de la dictadura hasta la modernización de la democracia en los años recientes.
A veces, la esperanza se encuentra en las pequeñas acciones. Es crucial recordar que cada voz cuenta y que cada pequeña decisión puede llevar a grandes resultados. Podemos sentirnos desalentados, pero afortunadamente, hoy hay más herramientas que nunca para colaborar en la construcción de un país mejor.
En lugar de inundar nuestras redes sociales con memes, ¿por qué no compartir iniciativas positivas? ¿Por qué no promover la educación en valores y la transparencia, o incluso asistir a una charla sobre el poder ciudadano?
Un futuro por escribir
Los cambios son difíciles, y con la tendencia de nuestra nomenclatura política a retroceder más que avanzar, no es difícil perder la fe en nuestros líderes. Sin embargo, la historia de España nos demuestra que, a pesar de la caída en el Índice de Percepción de la Corrupción, la capacidad de regeneración está en nuestras manos.
Así que, para cerrar, me gustaría lanzar una pregunta: ¿realmente vamos a permitir que la historia se repita? La decisión está en nosotros. Aunque esté oscuro en este momento, siempre podemos encender una pequeña luz. Y, más importante aún, ¡quizás esta vez la luz no se fundirá!
Recuerda, vivir en una «democracia defectuosa» no significa que no podamos ser parte de un futuro brillante.