Las elecciones catalanas del 12 de marzo dejaron una huella profunda en el panorama político de Cataluña, especialmente para Junts per Catalunya. Después de enfrentar una derrota que algunos describieron como «una gran caída desde la cima», el partido se encuentra en una encrucijada. ¿Cómo reinventa uno de los partidos más emblemáticos de la política catalana después de perder parte de su impulso? Te invito a explorar el complejo —y a menudo irónico— camino que ha decidido emprender Junts en su intento por redefinirse en un panorama donde, curiosamente, «oposición» suena cada vez menos atractivo.

Un nuevo matiz: de “oposición” a “alternativa”

Carles Puigdemont, ex presidente de la Generalitat y una figura polarizadora, ha decidido que ser la cara visible de la oposición no está en sus planes. En lugar de eso, ha optado por relegar el término «oposición» y enfocar sus esfuerzos en construir una «alternativa». Esta decisión, que puede parecer un simple cambio semántico, suena casi como si Junts estuviera intentando cambiar el guion de una película que no ha tenido buenas críticas.

«Si no lo hace él, alguien tiene que hacerlo», afirmó el expresidente Artur Mas, quien a pesar de no estar entre las filas de Junts, sigue siendo una voz influyente. Su comentario pone de manifiesto que dentro del partido existe una lucha interna sobre la dirección a seguir. Después de todo, ¿puede un partido ser verdaderamente relevante si no tiene un líder que asuma el papel crítico de fiscalizador del Gobierno?

El presidente del grupo parlamentario de Junts, Albert Batet, parece tener claro que el camino a seguir es el de construir un «futuro brillante para los catalanes», lejos de la dependencia de Madrid. Aunque la idea suena extremadamente noble, me pregunto, ¿no estamos escuchando promesas similares desde hace años?

Una promesa de cambio, pero… ¿dónde está el plan?

Junts se presenta a sí mismo como la opción que necesita Cataluña, pero la pregunta es: ¿qué defines como una «alternativa fuerte»? Es una cuestión de gran peso, y, honestamente, me recuerda a aquella promesa de Año Nuevo de ir al gimnasio regularmente. Todos sabemos que es una gran idea, pero ¿cuántos de nosotros realmente cumplimos?

La realidad política es que Junts no puede simplemente retirarse a la sombra y esperar que las cosas cambien por sí solas. Los detractores señalan que este enfoque puede llevar al partido a un estado de inacción —un concepto que resulta desconcertante, especialmente para un partido que se ha presentado como una fuerza de cambio.

Mientras tanto, el contexto de la ley de amnistía está en juego, un asunto que podría tener repercusiones importantes. Puigdemont, desde su exilio en Bélgica, ha mantenido que, aunque no asuma oficialmente el papel de jefe de la oposición, su voz seguirá activa en el Parlament. Sin embargo, el hecho de que esté en el exterior plantea una serie de dudas: ¿puede realmente un líder ejercer su influencia desde un país vecino, o se convierte simplemente en un espectador de la serie de políticas que se desarrollan en la televisión?

¿Una estrategia arriesgada o un movimiento calculado?

La decisión de Junts de no asumir la jefatura de la oposición también podría interpretarse como un movimiento audaz para evitar el desgaste que conlleva esa posición. La oposición siempre tiene que lidiar con la crucial tarea de criticar y desafiar las políticas del Gobierno en el poder, mientras que, con la etiqueta de «alternativa», pueden centrar sus esfuerzos en construir, en lugar de cuestionar.

Recuerdo la vez que decidí no participar en una reunión de trabajo porque sabía que solo hablaríamos de errores pasados. Opté por tomar un café con una amiga en lugar de mojarme en aguas profundas. A veces, la inacción puede parecer más atractiva que el enfrentamiento directo. Pero, ¿es esta la solución correcta para Junts?

Desde un punto de vista práctico, ser la alternativa significa que el partido tendrá que crear propuestas frescas y atractivas. No se trata solo de gritar en la esquina del Parlamento; se necesita un enfoque innovador. Como siempre digo, si no tienes un plano claro, terminarás dando vueltas en círculos, o peor, en una montaña rusa emocional que te llevará a ningún lado.

Y, mientras tanto, las encuestas reflejan una realidad a menudo dolorosa. Junts no solo está lidiando con su identidad; también está compitiendo por atención en un espacio donde otros partidos, como el PSC o ERC, parecen estar captando más ampliamente las narrativas populares. Por supuesto, siempre hay un riesgo implícito al intentar cambiar la conversación, pero, ¿cuánto tiempo están dispuestos a esperar para ver resultados?

La necesidad de una narrativa coherente

Uno de los mayores desafíos de Junts consiste en lograr que su nueva narrativa se sienta coherente y convincente. Los ciudadanos están cansados de las promesas vacías. A fin de cuentas, ¿quién no ha escuchado esa misma canción de «la próxima vez será diferente»?

El ex presidente Artur Mas, nuevamente con sus palabras envenenadas de sinceridad, expresó su preocupación respecto a la necesidad de que el partido se organice para ser una alternativa ganadora. A medida que los ecos de esta reflexión resuenan en los pasillos del Parlament, vale la pena preguntarse: ¿realmente estamos preparados para aceptar el cambio?

Un cambio positivo podría ser la clave para restaurar la confianza de los ciudadanos en Junts y en la política en general. Tras una serie de desilusiones, los votantes desean ver propuestas tangibles y no solo palabras que se desvanecen en el aire.

Más de un aspecto: el rol del liderazgo en la política catalana

La figura de Carles Puigdemont, aunque controversial, es esencial en el liderazgo de Junts. Con su exilio autoimpuesto, no solo ha conservado su voz en la política catalana, sino que también ha mantenido a su base de seguidores. Pero su ausencia física despierta mucho más que preguntas sobre su liderazgo; también plantea preguntas sobre la estrategia y la resiliencia del partido.

Como he dicho repetidamente, los líderes no solo son responsables de dar la cara, sino de provisionar a sus seguidores con una visión de futuro. Por ejemplo, ¿cómo interactúan los jóvenes con un partido que parece estar más enfocado en el pasado que en el futuro? Hay una nueva generación que busca cambios profundos, y para ellos, las palabras deben ir acompañadas de acciones.

Los movimientos estratégicos de Junts son, por lo tanto, de vital importancia no solo para su propia supervivencia política, sino también para la salud de la política democrática en Cataluña.

Conclusión: ¿Una nueva era para Junts?

Como hemos discutido, la transición de la etiqueta «oposición» a «alternativa» puede parecer un cambio de imagen, pero implica un desafío mucho más grande: establecer un propósito y una dirección que resuene con los catalanes. ¿Es Junts realmente capaz de asumir esta misión, o se quedará atrapado en la narrativa de un pasado glorioso, mientras otros avanzan?

La decisión de no asumir el título de jefe de la oposición es estratégica, pero también arriesgada. En una política donde la imagen a menudo eclipsa la sustancia, el partido necesita equilibrar su deseo de ser visto como una alternativa constructiva con la necesidad de no perder relevancia.

Mi deseo es que Junts encuentre ese camino claro que lo lleve a ser una voz significativa en la futurología catalana. Al final del día, y sin caer en lugares comunes, el verdadero cambio comienza con la aceptación de que la única constante en la política es el cambio mismo. ¿Estaremos dispuestos a embrazar ese cambio juntos? ¡Solo el tiempo lo dirá!

Así que, mientras nos sentamos a esperar las próximas elecciones y atravesamos este complejo laberinto de estrategias políticas, mantengamos la esperanza y el humor. Después de todo, ¿quién no necesita un poco de diversión en medio de todo este enredo?