La vida es un viaje, y si hay alguien que ha dejado huella en cada parada, ese es Joan Manuel Serrat. Al alcanzar la venerable edad de 80 años, este icónico cantautor español ha presentado su último encuentro titulado «Partidario de vivir». ¿Qué implica realmente celebrar la vida a esta edad? La respuesta va mucho más allá de las palabras cantadas; es un reflejo de sus experiencias, su legado y, sobre todo, de su visión del mundo actual. Y como buen trovador, Serrat no solo comparte música, sino también ideas profundas y reflexivas.

La sabiduría de la experiencia: ¿qué es hacerse viejo?

En una charla con el periodista Iñaki Gabilondo, Serrat bromeó sobre el proceso de envejecer, diciendo que «la vejez depende de quien te rodee, de la salud que tengas y de si has cumplido tus sueños». Sin embargo, también admitió que hacerse viejo tiene «dos cosas jodidas. Una, que vas perdiendo memoria. De la otra, no me acuerdo». La risa entre el público fue inminente, y eso es algo que Serrat sabe hacer bien: transformar la tristeza de la vejez en un bocado de humor.

Revisando la vida de este artista, uno no puede evitar recordar la primera vez que escuché «Mediterráneo». Era una tarde de verano, las olas rompían suavemente contra la orilla, y en un viejo vinilo sonaba su voz. Serrat me enseñó, en ese instante, que no solo compartimos un espacio físico, sino también el legado cultural. ¿Quién imaginaría que un chico de un barrio obrero como Pueblo Seco en Barcelona llegaría a convertirse en un símbolo de la música en español?

Un legado entre generaciones: de la familia a la música

La familia siempre ha sido un pilar fundamental para Serrat. Durante el encuentro, mencionó a sus padres y a su esposa, reflexionando sobre cómo la vida en casa ha cambiado desde su retiro. «Mi mujer está preocupada porque ahora paso más tiempo en casa y tiene que aguantarme», confesó entre risas, dibujando una imagen familiar entrañable y agregando un toque de humanidad a su discurso.

Pero su historia no es solo personal; es también colectiva. Serrat ha sido un puente entre generaciones, el reflejo de una España en transformación. Desde su infancia en la Barcelona de la posguerra hasta convertirse en una voz prominente durante el franquismo, su música ha sido un grito de esperanza y resistencia. La relación con su gente, ya sea a través de sus letras o en sus conciertos, ha alimentado un sentido de comunidad y pertenencia.

El escenario como refugio: la pasión por la música

Durante más de una hora y media, Serrat y Gabilondo navegaron por el océano de recuerdos y emociones. Un océano en el que Serrat admitió que lo que más le gusta de su trabajo, dar conciertos, es precisamente lo que ha dejado atrás. «El escenario es donde realmente difundes tu trabajo», dijo, con la nostalgia brillando en sus ojos. Es un sentimiento que muchos artistas comprenden: el instante en que el público se conecta con la música, la magia que permea el aire y la energía compartida.

No obstante, Serrat mencionó que en el estudio «siempre me aburría». Imaginarlo trabajando solo, en silencio, rodeado por instrumentos y partituras, mientras que él prefiere la interacción y la interacción de un escenario, es una anécdota que resuena en muchos de nosotros. ¿Acaso no todos anhelamos ser comprendidos y apoyados en nuestra pasión?

Reflexiones sobre el presente: xenofobia y respeto

Un tema que no pasó desapercibido durante su conversación fue la situación actual en España y el mundo. Serrat habló con preocupación sobre cómo la intolerancia y la xenofobia están en aumento. Recordó sus años en Latinoamérica, donde la diversidad era parte del día a día, llamando la atención sobre el miedo y la ignorancia que a menudo alimentan estos sentimientos: «La xenofobia no es otra cosa que el miedo al otro».

Al escuchar estas palabras, no pude evitar pensar en la importancia de empatizar con el prójimo. ¿Cómo podemos esperar construir un futuro más inclusivo si seguimos dándole la espalda a quienes nos rodean? La música de Serrat siempre ha sido un vehículo para la comprensión y el respeto, y sus lecciones son más relevantes que nunca.

Un vistazo a la música contemporánea: ¿la añoranza de lo pasado?

Hablando de música actual, Serrat prefirió mantener su opinión en reserva, señalando que le falta información para valorar adecuadamente el panorama contemporáneo. Sin embargo, lanzó un consejo optimista a quienes inician en esta labor: «No dejarse llevar ni por el éxito de un trabajo anterior, ni por los críticos». Es un recordatorio valioso, especialmente en un mundo donde la presión por destacar puede hacer que olvidemos nuestras raíces y pasiones.

¿Acaso no nos ha pasado a todos en algún momento? Intentar recrear un éxito anterior o ceñirnos a lo que otros piensan de nosotros en lugar de seguir nuestro propio camino. La historia de Serrat es un testimonio de autenticidad, un mantra que todos deberíamos considerar.

El premio Princesa de Asturias: un reconocimiento a la conexión humana

Finalmente, llegó el momento de hablar sobre el premio Princesa de Asturias de las Artes que Serrat recibirá. Para él, este galardón es único en su implicación con la gente. «No se parece a ninguno de los que haya recibido», apuntó. Al parecer, en Oviedo ha sentido el cariño de la gente, algo que no es fácil de ignorar.

En un tiempo donde los premios pueden parecer vacíos de significado, escuchar a Serrat reafirmar la importancia de una conexión genuina es revitalizante. La música y el arte, en su esencia, deberían ser vehículos para tocar almas y corazones, y no solo piezas de exhibición.

Conclusiones personales: el viaje continúa

Con más de 50 años de carrera, Joan Manuel Serrat nos ha enseñado que no somos los únicos que recorremos este camino. Entre versos y acordes, sus historias nos han unido, haciendo eco de las luchas y las Triunfos de tantos. Al final del día, lo que queda es el amor compartido, la música que nos acompaña y las lecciones que aprendemos en el recorrido.

La vida puede ser dura, pero, como Serrat demuestra, siempre hay espacio para la esperanza, el diálogo y la empatía. Ahora que piensa en la vejez, puede estar tranquilo sabiendo que su legado vive en la memoria de todos nosotros. Como siempre, él se despide con una sonrisa, dejándonos con la invitación de seguir contando historias, tratando de ser un poco más comprensivos, y, sobre todo, cantando juntos en este hermoso y complejo viaje llamado vida.

¿Quién puede pedir más?