En el contexto actual de derechos humanos y libertades, el tema de las terapias de conversión sigue generando un interminable debate. Recientemente, se ha desatado una controversia en Valencia, España, donde dos investigaciones penales y una administrativa se centran en diferentes entidades acusadas de practicar estas polémicas y dañinas actividades. Si te apasionan los temas de derechos LGTBI y, como yo, has vivido situaciones en las que la discriminación y la patologización de la identidad sexual han estado presentes, agárrate fuerte porque esto promete ser intenso.
El auge de las investigaciones: ¿qué desencadenó todo?
La Fiscalía Provincial de València ha empezado a investigar a la Fundación San Vicente Mártir de Colegios Diocesanos debido a una denuncia presentada por el partido político Compromís. Según la denuncia, esta fundación estaría implicada en la organización de cursos para profesores en los que se promueve una percepción negativa de la homosexualidad, considerándola prácticamente una patología que necesita «cura». ¡Vamos, en pleno siglo XXI! ¿No es un absurdo?
Recuerdo cuando, en el colegio, uno de mis profesores decidió hacer un comentario sobre la diversidad sexual, pensando que estaba proporcionando un espacio seguro y comprensivo. Años después, seguía teniendo pesadillas sobre los exámenes y, francamente, tampoco era tan grave. Pero ahora, imagina ser un adolescente en un entorno donde la diversidad es vista como un problema a resolver. Escalofriante, ¿no?
La dualidad en la educación
Pero, ¿cómo se manifiestan exactamente estas «terapias»? Hasta ahora, la intervención de la Fiscalía revela que se proponen métodos para que los hombres homosexuales «recuperen su masculinidad» y las mujeres su «feminidad natural». La idea detrás de estas afirmaciones es tan fácilmente ridiculizable que me atrevería a pensar que casi parecen sacadas de una comedia de los 80. Tal vez podríamos llamarlo «El Club de los Higiénicos».
Un caso que destaca es el del profesor Federico Mulet, quien ya estaba en el ojo del huracán por sus prácticas educativas en el Centro Madre Josefa Campos. Imaginen a un adulto en el aula realizando tareas para «ayudar» a sus alumnos a deshacerse de su orientación sexual. ¿Y si en vez de eso, se dedicara a enseñarles matemáticas? Vaya dilema.
El papel del Arzobispado y la confusión administrativa
El arzobispado de Valencia se ha visto arrastrado a esta tormenta. Aunque han apartado a Mulet de la dirección del Centro de Orientación Familiar, afirman que este no es un órgano oficial de la diócesis. Entonces, ¿quién tiene la culpa aquí? Es un juego de pasapalabra en el que nadie parece querer salir mal parado.
¿Quiénes son responsables de lo que sucede en estos lugares? Por un lado, las fundaciones y centros pueden considerar que, al no ser «oficiales», se ven libres de cualquier repercusión legal. Por otro lado, los educadores deben asumir la responsabilidad de sus métodos de enseñanza y el impacto de sus palabras y acciones. Sin embargo, el conflicto radica en que el daño ya se ha hecho. ¿Cómo se mide el dolor emocional que esta disfunción educativa podría haber causado en jóvenes vulnerables?
Enfrentando a la burocracia: la denuncia del Ministerio de Igualdad
A la par de las investigaciones penales, el Ministerio de Igualdad ha abierto un expediente sancionador que apunta a siete diócesis, entre ellas la de València. Esto es especialmente pertinente si consideramos que la reciente Ley 4/2023 de igualdad y derechos para las personas LGTBI es bastante estricta: ¡sus infracciones podrían costar hasta 150.000 euros! ¿Ahora estamos hablando en serio? Me hace recordar a mis días de estudiante cuando, tras una travesura, el castigo era el doble de lo que habíamos hecho.
La denuncia va encaminada a encontrar la comisión activa de infracciones muy graves por promover «terapias» que intentan modificar la orientación sexual. Desde aquí, hay una pregunta que me surge: ¿por qué existe esta necesidad desenfrenada de controlar la vida de los otros? Cada uno de nosotros tiene un camino que seguir, un viaje personal que merece ser validado.
Reflexión sobre los derechos LGTBI en la actualidad
Es importante destacar que el caso de Valencia no es aislado. La práctica de terapias de conversión sigue siendo una burla en muchos lugares del mundo, a pesar del constante avance en los derechos LGTBI. En muchas sociedades, el miedo a lo desconocido y la resistencia al cambio continúan arraigados. Recuerdo que una vez escuché a un amigo decir: «La diversidad es como un buen guacamole; puede asustar a algunos, pero es esencial.» Diría que tenemos mucho que aprender de esos «asustados».
Unos días atrás, un famoso influencer, conocido por sus ruidosas opiniones, lanzó un comentario sobre la importancia de aceptar las diferencias. Aunque a veces su tono es cuestionable, lo que dijo resonó en mi interior: «Es hora de que abramos la mente y dejemos de poner etiquetas». ¡Amén a eso!
Conclusiones: la lucha no ha terminado
El debate sobre las terapias de conversión en Valencia y su impacto no solo se limitan a esta área geográfica. Este es un problema que afecta a personas de todos los rincones del mundo. La comunidad LGTBI merece reconocimiento y respeto, no tratamientos que busquen homogeneizar y eliminar su esencia. La lucha sigue, y no se limita a las calles de Valencia. Está en cada conversación y cada elección que hacemos como individuos y sociedad.
Como sociedad, debemos ser proactivos en la creación de un entorno donde la diversidad sea celebrada y no reprimida. A veces creo que estoy en medio de un episodio de «Black Mirror» cuando leo sobre estas situaciones. Pero en lugar de ser un espectáculo de terror, puede ser una poderosa oportunidad para el cambio.
Así que, ¿qué debemos hacer? Podemos comenzar por educar a las futuras generaciones, apoyando la inclusión y el respeto, y proporcionando espacios seguros donde cualquiera pueda ser quien realmente es. Nunca subestimes el poder de una conversación abierta y honesta. Y quizás, solo quizás, si todos nos unimos, un día dejaremos de escuchar sobre terapias de conversión y empezaremos a hablar de formas de celebrar la diversidad.
Al final del día, lo que realmente cuenta es que todos nos sintamos libres de amar y ser amados, ¿no crees?
¿Y tú, qué piensas sobre el tema?