En el norte de España, donde los montes se abrazan a los cielos y los ríos fluyen como cuentos antiguos, se esconde una historia de perseverancia, amor y ese alimento sin igual que es el queso. Pero no cualquier queso, hablemos del quesu d’Afuega’l Pitu, una delicia que casi desaparece y que gracias a dos mujeres valientes, Minina y Mari Luz, aún brilla en el corazón de Asturias. Prepárate, porque esta no es solo una historia de queso, es un viaje por la tradición, la familia y los momentos que
definen la vida.

El inicio de un legado: dos hermanas en la cocina

Imagina, por un momento, a Mari Luz y Minina de pequeñas, correteando por el pueblo de Cubia. Con una mirada chispeante y una risa contagiosa, aprendían de su madre el arte de hacer queisu. Es curioso cómo un acto cotidiano puede guardar el potencial de cambiar vidas. ¿Recuerdas tú algún momento de tu infancia que, en su simplicidad, contenía la semilla de algo grandioso?

La madre de estas dos hermanas, María Sabel, les enseñó a hacer queso en casa, un arte que no solo alimentaba, sino que también unía a la familia. Su padre, José, un hombre visionario, les insistía con su famosa frase: “nun vos preocupéis, mientras haya queisu en casa”. Esa simple pero poderosa afirmación se convirtió en el mantra que las guiaba en momentos de incertidumbre.

La rebelión contra lo imposible

A medida que crecían, las hermanas se enfrentaron a lugares a menudo inhóspitos, como la prohibición del queisu por parte del Gobierno del Principado. Si las regulaciones del sector lácteo ya eran complicadas, esto fue un verdadero golpe para quienes ponían su corazón en cada producto. ¿Cómo es posible que algo que has hecho toda la vida deba esconderse como un secreto prohibido?

Sin embargo, Mari Luz y Minina no se dejaron amedrentar. Como guerreras del queso, hicieron lo impensable: vendían el queisu a escondidas, tapado con un trapo en el mercáu. Es fascinante, ¿verdad? No se trataba solo de queso, sino de resistencia y de mantener viva una tradición. Recuerdo un día que mi madre me decía que las reglas estaban para romperse, y parece que estas hermanas se tomaron muy en serio esa lección.

La familia como soporte

Rápidamente, sus hijas, también apasionadas por el queisu, decidieron seguir el legado de sus madres. Ana, Isabel y Marta no solo aprendieron a hacer queso, sino que lo llevaron al siguiente nivel. Curiosamente, los nombres de las madres y sus hijas son ecos de un mismo canto: el canto del quesu d’Afuega’l Pitu.

Al mirar hacia atrás, los recuerdos de aquellas largas horas en la quesería son una mezcla de risas, harina y, por supuesto, quesos perfectos. ¿Se puede pasar un día laborioso sin esas risas que los envuelven? A veces, lo que parece ser un trabajo duro se convierte en recuerdos y anécdotas que contar en las reuniones familiares.

La lucha por la Denominación de Origen

La lucha no terminó con la prohibición. Con el tiempo, la industria del queso evolucionó, y el queisu necesitaba modernizarse. Las regulaciones sobre etiquetado y la pasteurización de la leche llegaron, así como la tan ansiada Denominación de Origen Protegida.

El 6 de agosto de 2003, finalmente, el queisu logró el reconocimiento que tanto merecía. ¿Alguna vez has sentido esa mezcla de alivio y orgullo cuando una meta finalmente se cumple? Minina y Mari Luz, al ver su creación recibir su reconocimiento, sin duda sintieron una mezcla explosiva de emociones en sus corazones.

La cocina y su fuerza unificadora

Una de las cosas más hermosas del queisu d’Afuega’l Pitu es que no solo es un producto; es un símbolo de unión familiar. En la cocina de Cubia, donde se sirve café de pota y gotas de anís, cada encuentro está lleno de risa. Lo que comenzó como la simple tensión de hacer quesos se ha convertido en momentos de amor y conexión.

Cuando veo a mi familia reunida en la cocina, me doy cuenta de que no importan las tensiones de la vida diaria. Los lazos que compartimos, a menudo sellados con un buen antojo, siempre prevalecen.

Un futuro sostenible

Hoy, el queisu d’Afuega’l Pitu no solo es un producto en la mesa, sino una promesa. Las nuevas generaciones, como Ana y Marta, han encontrado un equilibrio entre el trabajo y la vida, algo que sus madres soñaron. ¿Acaso no es un triunfo ver cómo aquellos sacrificios dan fruto en la vida de sus hijas?

En la actualidad, hay siete queserías en Asturias que producen esta variedad de queso, y cada domingo, Minina, Mari Luz y sus hijas siguen yendo al mercado. Aunque la vida les ha traído mejorías, el amor por su oficio no ha disminuido. Se levantan temprano, pero ahora pueden disfrutar del proceso y compartirlo, no como una carga, sino como una tradición viva.

El galardón del reconocimiento

En octubre de 2022, estas valientes artesanas fueron premiadas con el “Afuega’l Pitu de Oro”, un galardón que reconocía no solo su talento, sino su dedicación y fijo compromiso con mantener vivas las tradiciones. Al final del día, ¿qué más podría pedir un artesano de su trabajo, sino el reconocimiento del valor de su esfuerzo?

Además, Mari Luz y Minina han dejado claro que no se consideran empresarias, sino artesanas que buscan vivir con dignidad y respetar la tradición. En un mundo que a menudo se mueve demasiado rápido, es refrescante ver a personas que valoran sus raíces y el trabajo que implican. Lo que se requiere hoy no es más que autenticidad en los productos, y en su caso, el queisu brilla como un faro de esperanza en la gastronomía asturiana.

Un homenaje a la tradición

Así que, la próxima vez que pienses en queso, recuerda a Minina y Mari Luz, quienes han dedicado sus vidas a preservar el queisu d’Afuega’l Pitu. ¿Te has preguntado quiénes son los guardianes de las tradiciones en tu vida? A veces, esas historias se cuentan en la cocina, en una conversación desenfadada entre amigos o en la mesa familiar donde los platos se sirven con amor.

Mientras la vida avanza y las exigencias rigen nuestras rutinas, tomemos un momento para apreciar el arte de hacer queso, el sacrificio de quienes vinieron antes que nosotros y la dulzura de compartir esos momentos con quienes amamos. Porque al final del día, mientras haya queisu, también habrá vida.


No se trata de un simple queso; se trata de un legado, una historia de lucha, amor y triunfo. Y tú, ¿cuál es tu legado?