El pasado miércoles, 25 de octubre de 2023, la Audiencia de Sevilla hizo temblar los cimientos del sindicalismo en España al condenar a varios altos cargos de UGT Andalucía por un escandaloso fraude con fondos públicos. Francisco Fernández Sevilla, quien fue secretario general de UGT en Andalucía, recibió una pena de tres años de cárcel y una multa de 50 millones de euros. Un montante que parece salido de una serie de televisión de mala calidad. ¿Pero realmente es posible que haya tanta corrupción en el corazón de un sindicato que debería defender a los trabajadores? La respuesta, como veremos, es un contundente sí.

¿Qué pasó exactamente?

Entre 2009 y 2013, los altos mandos del sindicato decidieron poner en marcha un ingenioso (o mejor dicho, desastroso) plan para desviar más de 40,6 millones de euros en subvenciones destinadas a la formación laboral. Es decir, el dinero que debía ser utilizado para ayudar a los desempleados a reinsertarse en el mercado laboral se terminó utilizando para «fines propiamente sindicales». Este tipo de acción no solo es éticamente cuestionable, sino que también plantea la pregunta: ¿por qué alguien haría algo así?

Un «bote» bastante turbio

Así se le conoce al dinero desviado que alimentaba un «bote» que se utilizaba para cubrir los gastos operativos del sindicato. En lugar de destinar estas ayudas a cursos de formación, se levantaron facturas con conceptos falsos y inflados. Por ejemplo, se incluían gastos como la limpieza o el alquiler de aulas que ni siquiera existían. Todo esto con la intención de justificar ante la Administración el uso de esos fondos. Y así, poco a poco, se fue construyendo un laberinto financiero digno de una novela de misterio.

¿Te imaginas encontrar un «bote» en una reunión de trabajo? Yo me lo imagino, y la verdad, creo que me hubiera visto en la necesidad de interrumpir la dinámica de la conversación para explicar la obviedad de no jugar con el dinero público. Pero parece que durante esos años, a estos señores se les olvidó esa simple verdad.

El tribunal no se anduvo con rodeos

La Audiencia, al conocer todos los detalles del caso, no mostró clemencia. Condenó a tres altos cargos más, incluyendo al exvicesecretario general de administración, Federico Fresneda, y a la exsecretaria de gestión económica, María Charpín. También se impuso la misma condena a Enrique Goicoechea, quien era el consejero delegado de la entidad Soralpe. Y por si esto no fuera suficiente, la responsable del departamento de Compras, Dolores Sánchez, fue condenada a seis meses y dos días de cárcel y una multa de 25 millones de euros. ¡Un paquete bastante completo para una fiesta de corrupción!

Pero lo que realmente llamó la atención fue la conclusión a la que llegó el tribunal: el sindicato no había hecho el mínimo esfuerzo para reparar el daño causado al erario público. ¿Quién puede ver esta situación sin una mezcla de incredulidad y asombro? La falta de responsabilidad aquí es abrumadora.

La defensa: ¿una broma de mal gusto?

Durante el juicio, las defensas intentaron argumentar que existía un acuerdo entre la Junta de Andalucía y UGT para devolver parte de lo defraudado en plazos de 25 años. A lo que el tribunal respondió, con toda razón, que eso no significa que se haya reparado el daño y mucho menos que se pueda considerar atenuante. ¿Imagina que yo en mi trabajo cometo un error grave y le digo a mi jefe: «No te preocupes, te pagaré en 25 años»? No me sorprendería ver a mi jefe buscando la puerta de salida.

Un escándalo que afecta a la percepción pública

La investigación no solo ha destapado un fraude monumental, sino que también ha afectado la credibilidad de tantas organizaciones que verdaderamente abogan por la clase trabajadora. Uno se pregunta, ¿puede seguir confiando la gente en un sindicato que, en lugar de representarlos, parece más una organización delictiva que una entidad benéfica?

Además, el impacto social de este escándalo se siente como un mazazo a la moralidad pública. ¿Quién quiere trabajar o afiliarse a una entidad que ha estado en el centro de un escándalo tan desastroso?

Consecuencias legales y cómo sigue esta historia

Con la vista oral celebrada en un total de 30 sesiones entre enero y junio de este año, la sentencia no es firme. Eso quiere decir que podría haber recursos e incluso una apelación ante el Tribunal Supremo. A partir de ahí, se abrirá la puerta a un nuevo carrusel de especulaciones y análisis de medios que nos dejará a todos con las ganas de conocer el desenlace. ¡Que no se diga que la vida no es un culebrón!

¿Y qué hay de los proveedores que fueron absueltos? Para ellos, la justicia ha considerado que no tenían conocimiento del uso que se le iba a dar a los fondos, lo que también es un tema a considerar. ¿Forma parte de una red más amplia? Solo el tiempo lo dirá.

Reflexiones finales sobre la ética en el sindicalismo

El mensaje que se desprende de este escándalo es profundo y perturbador. La forma en que los líderes sindicales han manejado los fondos destinados a la formación no solo es un acto de la mayor inmoralidad, sino que también invita a una reflexión más amplia sobre la ética y la responsabilidad en las organizaciones que afirman defender al trabajador.

Como ciudadanos, debemos ser críticos, pero también empáticos. La corrupción es un rasgo humano que se ha repetido a lo largo de la historia, pero al mismo tiempo, es fundamental seguir cuestionando la transparencia y las prácticas de aquellos que nos representan.

Lo que está claro es que este caso ha abierto una caja de Pandora en el sindicalismo andaluz y quizás en el español, lo que lleva a preguntarnos si otros sindicatos estarán navegando en aguas igualmente problemáticas. Sería muy fácil poner a todos en el mismo saco, pero la realidad es que deberíamos hacer un análisis más profundo y crítico.

Así que, para concluir, mientras digerimos la magnitud de este escándalo, recordemos que la verdadera protección de los trabajadores no puede basarse en una fachada de deshonestidad. Esa honestidad debe empezar desde la cima y descender hasta el último empleado. ¿No es eso lo que se supone que deben encarnar los sindicatos?