La política en España ha pasado por muchos altibajos, pero la recientemente designación de la exministra Magdalena Valerio como miembro permanente del Consejo de Estado ha encendido nuevamente las alarmas. Es difícil no sentir que algo se está pudriendo en el estado de nuestras instituciones. Si alguna vez has tenido que lidiar con decisiones de amigos que no tienen sentido, probablemente te sentirás muy identificado con lo que quiero abordar hoy. ¿Por qué los políticos eligen a personas sin las credenciales necesarias para desempeñar funciones cruciales? ¿Es hora de que los españoles exijamos un cambio real en nuestras instituciones?
¿Qué ocurrió realmente con Magdalena Valerio?
Antes de lanzarnos a la especulación y a la crítica feroz, es importante ver los hechos. Magdalena Valerio no es solo otra exministra que acaba de dar un gran salto en su carrera política. Durante su breve mandato, que duró 18 meses, ocupó el Ministerio de Trabajo, pero no se le recuerda por haber realizado grandes hazañas o reformas memorables. Sí, efectivamente, en un país donde el desempleo ha sido una preocupación constante, su legado es un tanto… ¿sombrío? Después de su paso por el Ministerio, recibió casi dos años de salario sin trabajar, una práctica que, lamentablemente, se ha convertido en la norma en nuestra dulce política.
Su nombramiento en el Consejo de Estado se produce en un momento donde la transparencia y la competencia deberían ser valores prioritarios. Pero, por alguna razón que no alcanza a la mente común de un ciudadano, parece que el único requisito para ciertos puestos es haber sido algo que nadie sabe muy bien qué significa: ser exministro. ¿Esto es una broma o un acto de desdén hacia la calidad democrática de nuestro país?
La puerta giratoria: una frase que se ha vuelto habitual
La proverbial puerta giratoria sigue girando. Esto no es una novedad en la política española, ciertamente, pero cada vez resulta más alarmante. ¿Es que en una democracia moderna, debemos aceptar que aquellos en el poder se perpetúan en él, como si fueran los protagonistas de una serie dramática que nunca termina? Cuando un exministro es nuevamente colocado en otro cargo casi como si estuviera eligiendo una chaqueta en su armario, no solo se siente el cine, se siente el drama y la tragedia en cada rincón de la sociedad.
Lo gracioso, o tal vez lamentable, es que muchos políticos parecen no tener la más mínima vergüenza ni la capacidad de autocensura. ¡Qué fácil es llenarse los bolsillos, verdad! Pero, ¿alguna vez han pensado en nosotros, los ciudadanos?
Un ciclo de desprecio hacia las instituciones
La reciente designación de Valerio no es un incidente aislado. En España, parece haber un desencanto colectivo con las instituciones. Ya no solo es triste, es peligroso. Es como ver un programa de televisión donde los actores no tienen ningún respeto por el guión. Los ciudadanos hemos dejado de creer que nuestras instituciones están aquí para servirnos, y eso es un golpe mortal para una democracia.
La falta de renovación de las instituciones también es un síntoma de un problema más grande. No se trata simplemente de nombres y apellidos, sino de una clara indiferencia hacia la neutralidad de las instituciones. Basta con observar cómo PSOE y PP operan en torno a los nombramientos: ¿qué pasó con la idea de un sistema en el que cualquiera de nosotros, el ciudadano común, pueda sentirse representado?
En mi experiencia personal, cada vez que trato de involucrarme en alguna conversación sobre política, la respuesta es siempre la misma: «Mira, si no cambia el sistema, no hay nada que hacer». Y ahí, con un tono resignado, ese «no hay nada que hacer» se repite hasta convertirse en un mantra de desilusión.
La corrupción y el desinterés de los asesores
La corrupción en las altas esferas parece haberse normalizado. En muchos círculos de poder, los asesores actúan más como cómplices que como verdaderos consejeros. ¡Vaya sorpresa! Cada vez que un político decide dar un golpe al sistema al nombrar a otra persona sin el perfil adecuado, uno se pregunta, ¿dónde estaban los asesores en este momento crítico? ¿Se habrán tomado unas vacaciones en la playa del Caribe?
Es bastante frustrante ver cómo los círculos de poder parecen estar construidos sobre “camas de plumas”. ¡Cuánto estómago debe tener una persona para decirle a su jefe que algo está mal! ¿Es que alguien en ese círculo piensa que este comportamiento es sostenible? Ya te lo digo yo, como si todos estuvieran jugando a un juego de dominó donde cada fichita se cae en secuencia, llevándose con ella la credibilidad y la confianza.
La falta de transparencia
Tomemos un momento para analizar el concepto de transparencia. Es fundamental en cualquier democracia sana. Sin embargo, el actual panorama se asemeja a una casa de cristal, que en lugar de ser transparente, está llena de cortinas opacas y decoraciones engañosas. Lo que necesitamos es un proceso claro y abierto, donde la ciudadanía pueda ver no solo quién es nombrado, sino también cómo y por qué. En este sentido, cada elección debería ser justificada ante los ciudadanos. Pero, claro, eso requeriría un nivel de honestidad que muchos en el poder no parecen estar dispuestos a exhibir.
Propuestas para una regeneración democrática
Después de discutir todos estos problemas, es esencial plantear soluciones. ¿Cómo podemos mejorar la calidad democrática de nuestro país? La respuesta es más fácil de lo que parece. Aquí van algunas ideas que podrían contribuir a la regeneración:
- Terminar con los nombramientos vitalicios: No necesitamos consejeros con «mandato eterno». Establecer límites de tiempo en los cargos podría ayudar a asegurar que las instituciones se renueven constantemente.
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Mejorar la transparencia en los procesos de nombramiento: Abrir el proceso a la sociedad podría ser un buen paso hacia una mayor confianza pública.
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Fomentar la participación ciudadana: Incluir a los ciudadanos en decisiones críticas podría enriquecer la política y llevar a una democracia más efectiva.
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Crear mecanismos de control social: Un sistema donde los ciudadanos puedan evaluar y criticar las decisiones tomadas por sus representantes podría ser una herramienta poderosa.
Hablar de cambio no es fácil. La resistencia al cambio se siente en cada rincón donde los políticos operan. Pero si hemos aprendido algo en la vida es que sin presión, sin interrogantes, el sistema solo se vuelve más rígido, más ineficaz y más distante de las necesidades de la población.
Reflexiones finales
El actual panorama político en España es un recordatorio claro de que no debemos abandonar nuestra voz. Si algo hemos aprendido de estos acontecimientos es que el compromiso ciudadano es fundamental para hacer que nuestra democracia vuelva a funcionar. Es nuestra responsabilidad no ser meros espectadores sino actores en este escenario.
Recordemos que el objetivo de una democracia saludable es mantener las instituciones al servicio de la ciudadanía, y no al servicio de unos pocos. Tal vez, en un futuro, podamos mirar hacia atrás y ver que este fue el momento en que comenzamos a exigir un cambio real, un cambio que haga temblar esas sillas que parecen tan cómodas y que han permanecido vacías de verdadera representación por tanto tiempo.
Así que, la próxima vez que consideres quedarte callado mientras un amigo habla de política, recuerda que el cambio comienza en cada conversación. ¿Te animas a dar el primer paso?