El reciente rechazo del Congreso a la reforma exprés de la ley electoral propuesta por el Partido Popular (PP) ha vuelto a encender las llamas del debate sobre la memoria histórica y la inclusión en la política española. En un escenario donde las tensiones políticas parecen el pan de cada día, esta iniciativa, que buscaba limitar los derechos políticos de ciertos individuos que han estado implicados en terrorismo, resultó ser un tema central de discusión.

Aquí vamos a desmenuzar lo que realmente está en juego, te contaré mi perspectiva personal y quizás algunos detalles que te harán sonreír en medio de esta compleja trama política. ¿Listo para este viaje a través de la política española moderna?

Contexto: ¿Qué estaba en juego con la reforma?

La reforma que el PP presentó no era más que una modificación de dos artículos de la ley electoral. Pero es ahí donde un pequeño cambio puede tener grandes repercusiones. El PP planteaba impedir que personas condenadas por terrorismo pudieran presentarse a elecciones, a menos que pudieran demostrar su rechazo al terrorismo y pidieran perdón a las víctimas. ¿No suena razonable a primera vista? Pero espera, que las cosas se complican un poco más.

Cuando observamos el debate, nos damos cuenta de que la cámara estaba dividida, y la oposición fue contundente. Estos son los tipos de cosas que hacen que un café en una tarde de agosto sepa a un buen debate político. PSOE, Sumar, ERC, Junts, PNV, EH Bildu, Podemos y BNG se opusieron a la reforma, mientras que por el otro lado estaban el PP, Vox y UPN. Pero, ¿qué significa realmente esta división?

La memoria de las víctimas: ¿un arma política?

Una de las frases que más resonaron durante el debate fue la del diputado del PP José Antonio Bermúdez de Castro. Su intervención fue clara: «no puede haber nadie en las instituciones democráticas que pretenda mantener viva la memoria de una banda terrorista y justificar su acción violenta y criminal». Pero aquí viene el truco: al parecer, el uso de la memoria de las víctimas se está convirtiendo en un arma de doble filo. ¿Hasta qué punto se puede utilizar el dolor ajeno para ganar puntos políticos?

La diputada socialista Rafaela Romero respondió a este tipo de discursos, pidiendo que se dejara de «manosear la memoria de las víctimas». Es una situación interesante, porque la memoria de las víctimas es, sin duda, sagrada, pero ¿debería ser utilizada como una herramienta discursiva en la arena política?

Las elecciones y ETA: ¿nunca se va del centro de la conversación?

La sombra de ETA sigue proyectándose sobre el debate político español como si fuera un fantasma al que nadie puede o quiere ignorar. Este año ha sido particularmente tumultuoso, con la aprobación de una reforma que permite a 44 presos etarras conmutar los años transcurridos en prisión en otros países. Si esto no suena como una trama digna de una serie de Netflix, no sé qué lo es. En un país en donde las cicatrices del pasado son profundas, las palabras son como cuchillos afilados.

Vox aprovechó la ocasión para criticar al PP por considerarlos «tibios» en su propuesta de ley para ilegalizar partidos independentistas. Es un ciclo sin fin, donde todos atacan a todos y los recuerdos de las víctimas se transforman en argumentos. ¿Estamos convirtiendo el sufrimiento en un juego político? Es una pregunta difícil de responder, pero me arriesgaré.

Un juego de palabras y votos

Durante el debate, el ambiente estaba tan cargado que podrías cortarlo con un cuchillo. ¡Y no cualquier cuchillo! Uno de esos cuchillos de cocina de doble filo, por supuesto. Las palabras volaban, y cada diputado intentaba ser el más acertado. La diputada de EH Bildu fue particularmente mordaz al declarar que el PP no había aportado nada a la normalización y convivencia en el País Vasco.

Sus palabras recordaron a algo que a menudo olvidamos: la política no es solo un símbolo en un papel. Es la vida de las personas, sus recuerdos y, en muchos casos, su lucha diaria. Las emociones están a flor de piel, y uno se pregunta, ¿dónde queda la empatía en todo esto?

La necesidad de un diálogo constructivo

Si bien todos han tomado partes de la narrativa, hay algo que parece universalmente aceptado: la necesidad de un diálogo constructivo. Es obvio que todos quieren la unidad y el respeto, pero ¿cómo se logra eso cuando las voces son tan polarizadas? Se oyen gritos, se ven gestos indignados y, en cada esquina, alguien está contabilizando puntos políticos.

Esto me recuerda a una cena entre amigos donde todos intentan tener la última palabra, mientras el postre se derrite. Lo que se necesita es un poco de calma y, por qué no, un buen postre compartido para permitir que las discusiones fluyan de manera más amigable.

Reflexiones finales: ¿hacia dónde vamos como sociedad?

El hecho de que el Congreso no haya accedido a la reforma del PP es un claro indicativo de los derechos que queremos garantizar a todas las personas, incluso a aquellas que han estado en la cárcel. ¿Es fácil? No. Pero, ¿quién dijo que la democracia es simple? La realidad es que debemos encontrar un balance, y este es, sin duda, un paso hacia la reflexión.

Mientras tanto, el uso de la memoria de las víctimas como un mecanismo político sigue siendo un tema espinoso. Todos queremos honrar a los que sufrieron, pero a medida que miramos hacia el futuro, quizás deberíamos preguntarnos: ¿qué tipo de legado queremos dejar?

Finalmente, en esta encrucijada de posturas, recordemos que la empatía, el diálogo y la comprensión son piezas clave para sanar las heridas del pasado. Mientras atravesamos por estos tiempos intensamente políticos, no perdamos de vista lo que significa ser humanos: escuchar, aprender y, sobre todo, conectar.

Es un juego complicado, pero vale la pena jugarlo. ¡Hasta la próxima!