La vida de Juan Mariné, uno de los más destacados directores de fotografía y restauradores del cine español, es un testimonio vivo de la historia del séptimo arte en España. A los 104 años, Mariné dejó una marca imborrable en la cinematografía, pero su legado es mucho más que un simple resumen de títulos en su filmografía. Su pasión por el cine y su dedicación a la restauración de películas “perdidas” son aspectos que nos invitan a reflexionar sobre la importancia del cine como parte de nuestra cultura.

Un hombre de pocas palabras y muchos logros

Mariné siempre fue conocido por su humildad. Aunque trabajó a la sombra de algunos de los más grandes cineastas españoles, su ingenio y creatividad le permitieron brillar con luz propia. Como director de fotografía, tuvo que lidiar con desafíos técnicos que, en su época, eran increíbles. ¿Quién no ha experimentado esa sensación de no tener idea de cómo resolver un problema técnico durante una filmación? Recuerdo una vez, durante un rodaje amateur, cuando nuestra cámara dejó de funcionar y, por un momento, pensé que habíamos perdido todo. Imagínate la angustia… pero más allá de eso, en mi mente apareció la figura de Mariné, quien siempre parecía tener una solución para todo.

De la guerra a la gloria

La historia de Mariné no se detuvo ni siquiera durante la Guerra Civil Española. A pesar de las interrupciones que su carrera pudo sufrir, él siguió mezclándose con la cinematografía y, sorprendentemente, se destacó en un contexto tan complicado. En esos momentos, ¿quién se habría imaginado que un joven como él podría llegar a restaurar una de las películas más antiguas de la historia: La llegada del tren a Llanes, de 1905? Su trabajo en esta pieza, que fue considerada irrecuperable, se convirtió en un emblemático símbolo del amor que sentía por el cine y por rescatar la memoria cinematográfica. Por cierto, si todavía no has visto El Submariné, el documental que narra su vida, te lo recomiendo: enseña la esencia del hombre que salvó el celuloide de la extinción.

La magia de la restauración fílmica

Juan Mariné no solo era un director de fotografía; era un restaurador apasionado que dedicó su vida a rescatar filmes que parecían haber sido olvidados por la historia. Trabajando en su taller de la Escuela de Cine de Madrid (ECAM), Mariné pasó sus días en un espacio que él mismo apodó subMariné. ¿Te imaginas pasar tanto tiempo en un sótano, rodeado de películas y aparatos de restauración? No me digas que no suena como el sueño húmedo de cualquier amante del cine.

Mientras tanto, la gente joven en el cine hoy en día suele hablar de cámaras y lentes de última tecnología, pero lo que muchos no saben es que Mariné se enfrentó a un celuloide que a menudo ya estaba «perdido». Sus técnicas innovadoras de tratamiento y lavado de celuloide son ejemplos de cómo el pasado y el presente pueden entrelazarse. ¡Quién diría que un poco de amor, paciencia y una pizca de química podían hacer maravillas!

Premios y reconocimientos

Uno de los premios más significativos que recibió fue el Goya de Honor 2024, un reconocimiento que llegó en el momento justo para celebrar su legado. Otros premios también adornaron su trayectoria, incluyendo la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes y el Premio Nacional de Cinematografía. Sin embargo, Mariné siempre se mantuvo modesto. ¿Acaso los reconocimientos no son más que la cereza en el pastel de una vida bien vivida? A menudo me he preguntado si alguna vez me vería en una situación similar, rodeado de trofeos y tablas de reconocimiento, y cómo reaccionaría al ver mi propio nombre en luces. Aunque la verdad es que mi lugar favorito es detrás de la cámara, ¡cosa que tal vez tiene que ver con lo poco fotogénico que soy!

Un colaborador excepcional

Además de su impresionante capacidad técnica, también fue un gran colaborador y compañero de muchos grandes directores. Trabajó con figuras tan renombradas como José María Forqué, Fernando Fernán Gómez y Jesús Franco. Las historias que se cuentan sobre sus experiencias en rodajes son verdaderas joyas, que nos transportan a épocas en las que el cine era casi como el salvaje oeste: aventurero, impredecible y lleno de sorpresas.

Pero, ¿quién no tiene anécdotas divertidas sobre rodajes? En una ocasión, Mariné tuvo que lidiar con un gato que se escabulló en el set, causando un corte de escena que hizo reír a todos. Recordando este episodio, pienso cómo a veces los imprevistos son los que hacen que cada rodaje sea especial, porque al final, esas risas se convierten en recuerdos inolvidables, incluso si nunca aparecen en la pantalla.

El futuro del cine y su legado

Con la partida de Juan Mariné, el cine español pierde a uno de sus más grandes guardianes. Al recibir el Goya de Honor, posiblemente sintió que, aunque ya no estaba en el set de rodaje, su legado vivirá a través de las películas que ayudó a restaurar y crear. Vivimos en un mundo donde la tecnología avanza rápidamente, y lo que antes se consideraba oro hoy puede desvanecerse en un mar de datos digitales. Pero el esfuerzo constante de Mariné por preservar esas piezas de historia del cine sirve de recordatorio de que, sin importar los avances, debemos cuidar y conservar nuestra herencia cultural.

Así que la próxima vez que enciendas una película clásica o te sumerjas en un documental sobre la historia del cine, toma un momento para pensar en Juan Mariné. Su trabajo y dedicación son parte de todo lo que amamos del cine hoy en día. Y si alguna vez encuentras un corto de Chaplin en algún festival de cine, no olvides que un hombre, armado con su pasión y sus técnicas, se ha asegurado de que siempre podamos disfrutar de lo mejor del séptimo arte. ¿No es eso lo que todos deberíamos buscar: dejar un legado que fundamente la historia?

El viaje de Juan Mariné nos enseña que cada «toma», cada película, cada fotograma, es parte de un mosaico más grande. Así que celebremos su vida, no solo como admiradores del cine, sino como guardianes de nuestra memoria cultural. Te invito a que compartas tus propias experiencias y anécdotas sobre cine, y quién sabe, tal vez la próxima gran historia se encuentre en el fondo de un sótano. Como dijo Mariné una vez: «Hay magia en cada película, pero no olvidemos que esa magia también viene de las manos que las cuidan».