En la vida, todos alguna vez hemos escuchado la frase “las herencias son un regalo”. Pero, ¿y si te dijera que en muchos casos, lo que parece un regalo es en realidad un regalo envenenado? En los últimos años, se ha comprobado que un número creciente de españoles rechaza herencias por los problemas económicos que estas conllevan. Estoy seguro de que muchos de nosotros, en algún momento, hemos deseado recibir una herencia. Tal vez un piso en el centro de la ciudad, o una colección de vinos finos. Pero, ¿qué pasa cuando esa herencia está acompañada de deudas? Aquí es donde comienza el drama.

Un vistazo a la realidad de las herencias en España

Imagina esto: Daniel González, un hombre de 45 años, recibe la noticia de que su abuela ha fallecido. Triste, pero con esperanza, se entera de que le corresponde una parte de la casa de la abuela en el pueblo. Sin embargo, una vez que los números se ponen sobre la mesa, el cuento de hadas se convierte en una realidad amarga. La casa, valorada en 80.000 euros, tiene deudas por más de 100.000 euros. Así es, amigos, Daniel se encontró con una herencia que no solo no era un regalo, sino un verdadero paquete de problemas. La mayoría de nosotros habríamos sentido lo mismo: ese eco de risas infantiles en la casa familiar, ahora ahogado por el sonido de las deudas y los impuestos impagos.

¿Quién en su sano juicio aceptaría una herencia que le deja con deudas? La respuesta está en el creciente número de españoles que, como Daniel, han decidido decir «no gracias» a los legados. En 2022, más de 56.000 personas en España renunciaron a sus herencias, estableciendo un récord. Esta tendencia va en aumento y me hace reflexionar: ¿es realmente una herencia algo que quisiéramos heredar o simplemente un dolor de cabeza en la vida adulta?

La complicada relación entre herencia y deuda

Como apuntan los expertos, muchas herencias se han convertido en un gran trastorno más que en una solución. Guillermo Gastón de Iriarte, abogado y socio en RSM, menciona que una de las razones fundamentales detrás de este fenómeno es la existencia de deudas heredadas. Imagina aceptar una herencia solo para descubrir que todo lo que te han dejado viene acompañado de obligaciones financieras que te podrían empujar a la ruina.

El caso de Antonio Luque: un duro despertar

Otro ejemplo es el de Antonio Luque. Cuando sus padres fallecieron, dejó atrás un piso, pero el sueño de poseerlo se tornó en pesadilla al descubrir que las deudas ascendían a 140.000 euros, superando al valor del inmueble en 110.000 euros. Antonio, que ganaba 1.100 euros al mes, se vio obligado a renunciar a lo que de niño había considerado un hogar. ¿No es desolador? La emoción de un legado se convierte en resignación ante la dura realidad económica.

Pero no todo termina ahí. En este escenario se cuela una figura interesante: las empresas que compran herencias. Juan Ignacio Diez es uno de esos empresarios que ha capitalizado esta situación. Su negocio consiste en evitar disputas familiares y tratar de facilitar el proceso en el que muchos otros temen entrar. “Compro las herencias en 72 horas”, dice con una sonrisa. Aunque suene genial, es un recordatorio de cómo el dolor puede ser monetizado.

La búsqueda de herederos: una nueva industria

Y si las cosas no eran lo suficientemente complicadas, aquí entran en escena los investigadores de herencias. El despacho familiar Navarro y Navarro lleva desde 1970 en el negocio de encontrar a los herederos perdidos. “Damos visibilidad a lo que muchos prefieren ignorar”, dice Guillermo Navarro, uno de los socios del despacho. Su trabajo consiste en facilitar la entrega de herencias y resolver los enredos burocráticos que podrían llevar a los herederos a rechazar sus legados.

La pregunta persiste: ¿por qué el miedo es tan grande? En muchos casos, los herederos optan por cerrar los ojos a su herencia, muchas veces sin conocer su totalidad o sin querer ver lo que sus seres queridos han dejado atrás.

Un análisis del efecto del COVID-19 en las herencias

La pandemia de COVID-19 dejó un rastro de pérdidas humanas y, con ellas, un torrente de herencias por procesar. Desgraciadamente, muchos de esos legados estaban salpicados de deudas y problemas económicos,, y aún hoy se están resolviendo. Este fenómeno ha aumentado la presión económica sobre muchas familias, lo que ha llevado a un número sorprendente de renuncias. Es a menudo aquí donde se siente la responsabilidad de las generaciones más jóvenes —en un mundo donde el salario medio apenas cubre los gastos básicos.

En tiempos de crisis, es natural que las personas piensen dos veces antes de aceptar una herencia. La inflación galopante y los bajos salarios están causando estragos en los bolsillos. La realidad es clara: los legados familiares a menudo vienen con más complicaciones que beneficios.

Implicaciones fiscales y personales

Hablando de números, es importante considerar la parte fiscal del asunto. Alejandro Bancalero, un inversor y letrado, comparte que la ley no permite a los herederos aceptar solo una parte de la herencia; deben aceptarla en su totalidad, junto con las obligaciones que ello conlleva. ¿Y quién tiene ganas de estar haciendo malabares con deudas en un momento tan difícil? La ley, a pesar de su intención, puede parecer más un enemigo que un aliado en situaciones como estas.

A esto se suman los aspectos emocionales. Muchas veces, las relaciones familiares se complican por antiguos rencores o por la complejidad de administrar los bienes dejados por un fallecido. En el fondo, el rechazo a las herencias es un reflejo de las relaciones humanas. El vínculo que teníamos con el fallecido puede ser un factor decisivo en la decisión de rechazar o aceptar lo que nos han dejado.

Reflexiones finales: el legado no siempre es un regalo

Heredar puede ser una experiencia agridulce. Por un lado, está la esperanza de un futuro mejor. Por el otro, las deudas que amenazan con ahogarnos. Esa casa de ensueño que imaginamos podría convertirse en una pesadilla en la que el recuerdo de un ser querido se perpetúa a través de problemas financieros.

Así que la próxima vez que pienses en heredar, recuerda a Daniel, a Antonio y a todos esos españoles que han tenido que decidir entre el legado y la libertad financiera. Tal vez lo más valioso no sea el destino de una herencia, sino cómo el amor y los recuerdos se llevan con nosotros a donde quiera que vayamos.

Al final del día, y parafraseando a un famoso filósofo del mundo moderno, creo que podríamos decir que “las herencias son como las cebollas: a veces hacen llorar, a veces traen de vuelta recuerdos, y a veces, simplemente apestan”.

Si te encuentras en una situación similar, recuerda que no estás solo y que comprender la herencia es tan importante como entender el legado emocional que dejamos y recibimos en este viaje llamado vida.