Si hay algo que me encanta de la escritura es su poder para conectar. Nos hace sentir, nos permite reflexionar y, en ocasiones, incluso reír. Recientemente, el escritor y columnista Alberto Olmos se llevó a casa el XLV Premio Internacional Julio Camba gracias a su artículo “Madrid se viene abajo: vivir en el cuarto de las fregonas”, publicado en El Confidencial el 3 de abril. Este acontecimiento nos invita a reflexionar sobre el estado actual del periodismo literario, su relevancia y el impacto que tiene en nuestra percepción de la realidad social. Pero, ¿realmente hay espacio para este estilo de periodismo en un mundo lleno de información rápida y superficial? Vamos a desmenuzar este tema.

La esencia del periodismo literario

El periodismo literario, como bien señala Olmos, va más allá de meramente informar. Se trata de contar historias que reflejan la vida y la realidad de las personas. En un sentido, es como compartir anécdotas de vida, pero con la rigurosidad y lo estético que un artículo requiere. Mientras leía los comentarios sobre su victoria, no pude evitar pensar en el valor de las narrativas que realmente impactan a la sociedad. Las palabras de Olmos resuenan: “es fundamental que un periódico siga dando vida al periodismo literario con artículos que se fijen en la realidad de la gente”. Y estoy completamente de acuerdo.

Recuerdo cuando leí por primera vez un artículo de este estilo. Era sobre un pequeño pueblo donde la vida diaria parecía sacada de una novela. La forma en que el autor relató no solo los hechos, sino también las emociones de sus personajes (es decir, los habitantes del pueblo), me transportó allí. Al final, más que un simple parrafo, tuve la sensación de haber vivido una experiencia compartida. Eso es lo que hace el periodismo literario, nos une a través de la experiencia.

La realidad de vivir en Madrid

En su artículo, Olmos aborda la situación de muchas personas que se ven forzadas a vivir en los bajos de Madrid, incluso en departamentos que han sido transformados en viviendas turísticas. Este fenómeno, que ha aumentado en las grandes ciudades, plantea preguntas sobre la sostenibilidad y la accesibilidad de la vivienda en tiempos donde el precio del alquiler se eleva cada vez más. Pero, ¿qué nos dice esto sobre nuestra sociedad actual?

Por un lado, podemos ver una clara contradicción: las grandes ciudades se están convirtiendo en centros turísticos, lo que atrae la inversión, pero también desplaza a sus habitantes locales. Olmos lo describe con un tono mordaz, casi humorístico, que no solo atrapa, sino que genera conciencia. Es un verdadero arte.

A menudo, pienso en lo que pasaría si la misma tendencia se extendiera a otras ciudades. Imaginen vivir en un lugar donde los cafés que antes frecuentaban están ahora llenos de turistas que aguardan con sus cámaras listas, ansiosos por capturar lo que creen que es “la auténtica cultura local”. ¿No es estresante? Como si no pudiéramos disfrutar de nuestros propios rincones sin que otros también quieran ser parte de nuestra historia.

El desafío de ser un cronista de la realidad

Olmos no es un extraño en el mundo del periodismo. Se había presentado al Premio Internacional Julio Camba en tres ocasiones, incluida la más reciente. En una de esas, fue finalista, lo que muestra que, incluso en la adversidad, su voz resonó. Así es la vida de un periodista: un vaivén de éxitos y rechazos. Pero al final, lo importante es la persistencia, y estoy seguro de que muchos de los cronistas actuales se sentirán identificados.

El reto de escribir sobre la realidad es que siempre es un campo de minas. Algunos dirán que es complicado ser honesto sin establecer una narrativa que resulte envolvente. Otros, más cínicos, afirmarían que la objetividad en el periodismo es un mito. Pero ahí reside la grandeza de personas como Olmos: su capacidad de contar verdades, a veces incómodas, pero siempre genuinas. Cuando los lectores se dan cuenta de que lo que están leyendo no es solo un conjunto de datos, sino una historia con la que pueden identificarse, se genera un vínculo único.

La relevancia de las competencias en periodismo

Olmos no solo ganó el premio, sino que también apuntó a un cambio crítico en la manera en que el periodismo puede y debe evolucionar. En un mundo lleno de noticias rápidas, a menudo olvidamos la habilidad de contar historias que importan. Esto me lleva al pensamiento de que quizás los periodistas del futuro necesiten ser tanto narradores como analizadores de datos. Imagina ser capaz de escribir una narrativa que es igual de substancial que un estudio de mercado bien investigado. ¿No sería asombroso?

Aprovecho para contarles una breve anécdota. Hace no mucho, un amigo periodista mencionó lo difícil que era conseguir que los lectores se interesen por temas complejos como el cambio climático o la tecnología emergente. “Hay que hacer que suene sexy”, dijo entre risas. Y aquí es donde se necesita la habilidad de un escritor literario: convertir la complejidad en algo accesible y cautivador.

Las finalistas del premio: una muestra de diversidad

El galardón de Olmos no fue el único artículo destacado. También se reconocieron los trabajos de Natalia Junquera y Eileen Truax, quienes exploraron narrativas que, aunque diferentes, también abordan aspectos relevantes de la condición humana. Lo fascinante de esto es que refleja la diversidad del periodismo literario en nuestros días. Cada narrador tiene una historia propia que contar y una voz única que articular.

Junquera, con su artículo en El País, “Eternamente jóvenes”, y Truax, con “Define blanco. Define negro. Define latino”, nos ofrecen dos perspectivas que, aunque desde ángulos diversos, nos invitan a cuestionar, a reflexionar sobre nuestras propias identidades y experiencias. Aquí, el periodismo se convierte en un espejo de nuestra sociedad: lleno de matices, colores y, a veces, desacuerdos.

Es interesante ver cómo cada autor aborda el concepto de pertenencia y cómo nos afecta a lo largo de nuestras vidas. Siento que, en países con tanto mestizaje como España, estos tipos de exposiciones humanizan las deliberaciones sociales. Y si hay algo que nos falta a menudo, es el contacto humano en medio de estatutos legales y declaraciones políticas.

Una reflexión final sobre el camino del periodismo

Es indudable que el premio que recibió Alberto Olmos no solo es un reconocimiento a su talento, sino también un recordatorio de la importancia de las voces auténticas en la prensa. Vivimos en una era donde la información está al alcance de la mano, pero las historias que trascienden suelen quedar olvidadas en el ruido. Y aquí es donde el periodismo literario puede brillar como un faro.

En un momento en que todos buscan la siguiente tendencia viral, tal vez es hora de que empecemos a apreciar lo que realmente importa: las historias de las personas. La realidad de aquellos que viven al día, las luchas que enfrentan y las alegrías que celebran. Porque, al fin y al cabo, el periodismo es una forma de empatía.

Así que, querido lector, la próxima vez que te sumerjas en un artículo, te animo a que lo leas con el mismo fervor que lo harías con una buena novela. Y, por supuesto, anota aquellas reflexiones que resuenen contigo. Quien sabe, quizás tú mismo estés construyendo tu propia historia literaria.