Las pensiones son uno de esos temas que, como las discusiones sobre política o religión, pueden generar un ambiente de tensión que ni el más experto mediador sería capaz de desactivar. Todos tenemos claro que el sistema público de pensiones en España es un asunto delicado; sin embargo, es fundamental acercarse a este tema con datos, sin perder de vista la empatía que merece cada uno de los implicados: los pensionistas, los activos que alimentan el sistema y, por supuesto, las futuras generaciones.

En este artículo, prometo acompañarte en un recorrido por el complejo laberinto en el que se ha convertido nuestro sistema de pensiones, dando un paso atrás para entender los desafíos que enfrentamos. Pero no te preocupes, no todo será números y cifras; aquí también tendremos un espacio para la anécdota personal y algún que otro toque de humor. Así que, si estás listo, ¡vamos a ello!

Un sistema en crisis: ¿Dónde estamos ahora?

Lo primero es entender que el sistema público de pensiones en España se basa en un modelo de reparto, en el que las contribuciones de los trabajadores activos financian las pensiones actuales. Es un poco como una operación de “pásalo”: las cotizaciones de hoy son las que permiten que los jubilados de ayer puedan disfrutar de su merecido descanso. Para que te hagas una idea, es como si cada vez que compres un café, lo pagas con el dinero que tus amigos gastaron en su bebida la semana pasada. Un modelo hermoso en teoría, pero controvertido en la práctica.

Desde 2010, nuestro sistema ha estado arrastrando déficits, algo que, cuando lo pienso, me recuerda a las veces que me he olvidado de pagar una factura y el final del mes llega como un ladrón en la noche. Según los últimos informes, el déficit de las pensiones en 2024 asciende a la asombrosa cifra de 51.992 millones de euros. ¿Te imaginas poder decirle eso a tu banco? “Hola, tengo un pequeño déficit de 51 mil millones, pero ¿qué tal si lo pasamos a la siguiente factura?”

Evaluando los gastos y contribuciones, se hace evidente que el sistema está cada vez más desequilibrado. ¿Por qué? Porque los pensionistas actuales no poseen derechos estrictos sobre sus pensiones, que son más bien unos «derechos morales» sobre un futuro que hoy se muestra incierto. Mención especial para la famosa «hucha de las pensiones» que se ha vuelto más fantástica que un unicornio: es un fraude contable que parece prometer más de lo que realmente puede ofrecer.

¿Y la famosa «hucha de las pensiones»?

La administración, en un intento por manejar la percepción pública, ha glorificado la existencia del Fondo de Reserva de la Seguridad Social, también conocido como la «hucha» de las pensiones. La ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, Elma Saiz, no ha dudado en decir a los cuatro vientos que el fondo ha alcanzado los 9.378 millones de euros. Pero, al igual que cuando prometí que haría ejercicio y solo fui al gimnasio una vez en un año, esos números suenan muy bien, pero ¿son reales?

La cruda realidad es que esos 9.378 millones de euros apenas cubren 52 días de déficit del sistema. ¡Cincuenta y dos días! Es como tener un helado de chocolate en un caluroso día de verano y descubrir que se ha derretido antes de que puedas darle un mordisco. La Ley 21/2021 ha intentado ayudar a fortalecer el fondo a través de cotizaciones adicionales, pero al final del día, cada euro que entra en la hucha es un euro menos en nuestras arcas públicas, y la deuda pública sigue creciendo.

Un futuro sombrío: ¿Hacia dónde vamos?

A medida que la población sigue envejeciendo, los retos de financiación se intensifican. Según las previsiones del Ministerio de Economía, se estima que el gasto en pensiones podría alcanzar un 17.3% del PIB en 2050. Para ilustrar la magnitud de esta cifra, en 2023, el gasto en prestaciones sociales, educación y sanidad ya representó un 31.4% del PIB. ¿Te das cuenta de lo que eso significa? Es como si cada vez que un político coquetea con el aumento de impuestos, el resto de servicios esenciales se convirtieran en los que padecen la crisis de la dieta mediterránea.

Ahora bien, la pregunta del millón es: ¿cómo afrontamos este inminente gasto? Aquí es donde las sugerencias más comunes empiezan a salir como setas en primavera. Se habla de eliminar el despilfarro público, pero la cruda realidad es que las soluciones fáciles suelen ser las más peligrosas.

¿Es el despilfarro la respuesta a nuestros problemas?

El concepto de «despilfarro» es tan amplio como los gustos de cada uno en un buffet libre. Dependiendo de a quién le preguntes, puede referirse a diversos gastos en asesores o servicios públicos. Pero, ¿es realmente un gasto suficiente como para considerar que eliminarlo solucionará el problema? La respuesta corta es: no. Estos gastos en asesores y otros conceptos son solo una parte del 14% del PIB que representa el total del gasto tocable. Aunque cualquier despilfarro nos enfurece, comparado con las magnitudes del gasto en pensiones, es como quejarse de un grano de arena en una playa.

Consideremos que se logran recortes en el 3% del PIB. Esto podría reducirnos la presión, pero nunca será suficiente para cuadrar disfrutar del sol y el aire fresco sin preocuparnos por el colapso del sistema de pensiones. ¿Te imaginas si el Estado llega a una situación en la que debemos elegir entre mantener la sanidad y pagar las pensiones? Es un dilema de pesadilla para mejorar la calidad de vida en España.

Medidas que pueden funcionar: Realmente creamos un cambio

El crecimiento económico es crucial. Si logramos aumentar nuestro PIB, podríamos diluir la carga del gasto en pensiones. Así que quizás deberíamos invertir más en tecnología y educación para que los futuros trabajadores puedan contribuir con más fuerza. Pero, como en cualquier conversación sobre crecimiento, debemos estar listos para escuchar el grito de «subida de impuestos». Y es que, en el fondo, no hay una varita mágica que nos permita salir de esta situación sin sacrificar algo.

Por lo tanto, para desarrollar un sistema de pensiones sostenible, necesitamos un debate real y honesto sobre el futuro de nuestro modelo social. El crecimiento debe ser la brújula que nos guíe, pero para ello, debemos aceptar que no todos los caminos serán agradables.

Conclusión: encontrarás la necesaria racionalidad en el debate

En conclusión, el sistema de pensiones en España enfrenta un peligroso abismo. Navegar por esta crisis no será sencillo, y el compromiso social y político será más importante que nunca. Necesitamos más que soluciones rápidas: requerimos una discusión racional sobre cómo equilibrar las pensiones con el restante tejido social del país.

Así que, la próxima vez que escuches a alguien hablando de las pensiones, tal vez valga la pena recordar que con cada respuesta que creemos encontrar, aparece una nueva pregunta que debemos afrontar: ¿realmente estamos dispuestos a mojar los pies y adentrarnos en este océano de incertidumbre? La clave estará en ser lo suficientemente valientes para hacerlo, o de lo contrario, solo nos quedaremos con una hucha llena y un futuro incierto.