En tiempos en los que los titulares parecen más extraños que cualquier episodio de nuestra serie favorita, España se encuentra inmersa en una vorágine política que, honestamente, a veces me hace cuestionar si esto es un drama político o una comedia de enredos. En el último episodio, tenemos al vicesecretario de Política Autonómica y Municipal del PP, Elías Bendodo, arrojando acusaciones sobre el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, donde no solo se habla de política, sino de un supuesto “cambiazo al móvil”. Sí, como si estuviéramos en un capítulo de una serie de crímenes, pero en esta vida real no hay guion detrás.

Un alegato de obstrucción a la justicia

El señor Bendodo ha sido bastante claro en su diagnóstico. En un acto público en Fuengirola (que suena más como un destino turístico que el escenario de un enfrentamiento judicial), acusó a García Ortiz de “obstrucción a la justicia”. Para aquellos que no están familiarizados con el lenguaje político, esto es básicamente decir que el fiscal –un cargo que debería ser sinónimo de integridad y justicia–, ha estado intentando ocultar pruebas. Hablar de la obstrucción a la justicia no es cualquier acusación; es el tipo de declaración que podría hacer que incluso los que no les gusta la política se levanten de sus asientos. ¿No les suena familiar?

Ahora, imagina por un momento a García Ortiz, a punto de agendar su próxima reunión, cuando de repente, ¡sorpresa! Comienza a sentir el sudor frío en la frente porque se entera de que está siendo investigado y, en un arrebato de ingenio o quizás pánico, decide cambiar su móvil. El problemita aquí es que no estamos hablando de un adolescente queriendo ocultar sus mensajes de texto, sino de alguien en la cima de la estructura judicial del país. ¿Acaso no es un poco trágico?

La respuesta de Pedro Sánchez

Además de este vaivén que parece sacado de una película de espías, hay otro jugador en esta partida: el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Bendodo sugiere que las “prioridades de Sánchez” para 2025 incluyen subir impuestos y entretenerse con fantasmas del pasado, como Franco. Este tipo de retórica no es nueva; ha sido un recurso frecuente en los debates políticos, como una vieja canción que nadie se atreve a cambiar.

Imaginen por un momento a un líder intentando mantener la atención del público hablando de un dictador muerto hace décadas, en lugar de abordar problemas actuales. Es como si un chef famoso decidiera hablar sobre sus recetas de la abuela en un programa de cocina moderna. ¡Gran idea en teoría, pero poco efectivo en la práctica!

Y mientras todo esto sucede, el PP insiste en que García Ortiz debe ser “cesado fulminantemente”. Una frase que suena más de un anuncio de acción hollywoodense que de un discurso político. ¿Sería esto la respuesta a todos nuestros problemas? La política a veces parece un concurso de quién puede gritar más fuerte.

La presión del electorado

Pero, no se engañen. En medio de esta lucha, hay un elemento humano que se olvida fácilmente: el electorado. Cada vez que escucho a políticos hablando en términos absolutos, me pregunto: ¿cómo afecta esto a las personas normales como tú y yo? Los contribuyentes están sintiendo el apretón en sus bolsillos, ya que se les culpa por un cambio de 93 impuestos en seis años. ¡Eso es un desayuno contundente!

Ciertamente, el aumento en el IVA de alimentos, electricidad y gas está más allá del razonamiento. Os lo juro, si el costo de la vida sigue subiendo, pronto las cenas de cumpleaños tendrán que incluir solo palomitas y agua del grifo. Y, a pesar de las promesas de mejoras en las pensiones y el salario mínimo, la sensación de que vamos hacia un abismo fiscal no se disipa.

Esto plantea un dilema: ¿son las mejoras reales o solo trucos de ilusionista en el escenario político? Siempre hay un truco detrás de la cortina, y en este caso, parece que es un juego de manos. Y aquí es donde la honestidad del discurso político se pone a prueba.

La guerra sucia: política y espectáculo

Ahora, es necesario abordar un tema delicado: la «guerra sucia» a la que se refiere Bendodo. La idea de que el Gobierno se convierte en el “escudo del PSOE”, usando la historia y las cortinas de humo para desvanecer escándalos actuales que han dañado más que unos cuantos espejos rotos.

Me río y lloro al mismo tiempo con la idea de que la política se ha convertido en un espectáculo. Entre la comedia y el drama, no hay línea recta que nos lleve a la verdad; en cambio, es un baile donde todos los políticos son unos expertísimos bailarines. En este escenario, la ética no parece importar, y los principios sólo son decoraciones. ¿Realmente crees que van a cambiar?

El contexto histórico: ¿repetición de errores?

Los elementos de este escándalo, como el “cambiazo de móvil” y las acusaciones de corrupción, no son un fenómeno nuevo en la política. Si miramos hacia atrás en la historia de España, encontramos casos similares que han surgido a lo largo de los años. La diferencia es que en la era digital, los secretos son más difíciles de ocultar.

El hecho de que un fiscal general esté bajo sospecha debería ser alarmante. Recordemos los días de la corrupción en Gürtel y Eres, que dejaron cicatrices profundas. La historia se repite, y como ciudadanos, somos testigos de cómo se desmoronan los principios, mientras que los escándalos se han vuelto comunes en la narrativa política. ¿Estamos condenados a repetir los errores del pasado, o podemos aprender de ellos?

¿Y ahora qué?

Así que, ¿qué podemos esperar de aquí en adelante? Mientras autoridades y políticos se barajan la realidad, los ciudadanos deben permanecer informados. Recuerda esa frase, “la información es poder”, porque en un mar de incertidumbre, nuestra mejor arma es el conocimiento.

Aquí está lo irónico: en medio de todo este caos, la vida sigue. Las personas van y vienen a sus trabajos, llevan a los niños a la escuela, hacen malabares con gastos y tratan de encontrar la felicidad en el día a día mientras el juego político parece un espectáculo de circo. ¡Y vaya que esto tiene que cambiar!

Es vital que nos mantengamos informados y participemos activamente en nuestra democracia. Después de todo, la política debería ser un reflejo de nuestras necesidades y esperanzas. Al final del día, se trata de tener una vida digna y en paz. Sabemos que esto no es lo que estamos viendo en el escenario político actual, y eso es pura realidad.

Así que, mientras observamos todo desde la barrera, hagámonos preguntas. ¿Dónde está la ética en la política hoy? ¿Estamos dispuestos a aceptar esto como lo normal? Hablar sobre ello es el primer paso hacia la creación de cambios. Y quizás, solo quizás, en el futuro, podamos mirar atrás y reírnos de estos episodios como los olvidables momentos del circo político. Hasta entonces, estaré aquí, tomando notas en mi libreta de observaciones.