El 13 de enero de 2024 tiene una cita en el Tribunal Supremo: José Manuel Baltar, senador del PP y expresidente de la Diputación de Ourense, se sentará en el banquillo por un acusado exceso de velocidad que lo ha hecho protagonista de titulares en toda España. A primera vista, este evento podría sonar como una historia típica de un político en problemas, pero, ¿realmente somos conscientes de lo que implica conducir a 215 kilómetros por hora? Vamos a profundizar en lo que rodea este caso, la cultura del «error» y cómo la velocidad puede ser un reflejo de mucho más.

El contexto del caso Baltar

Primero, hagamos un pequeño repaso de los acontecimientos. Baltar fue sorprendido por un radar de la Guardia Civil cuando se desplazaba a la deslumbrante velocidad de 215 km/h por la A-52, cerca del municipio de Asturianos en Zamora. Si alguna vez has estado en una carretera de España, sabes que, aunque pueden ser tentadoras, estas velocidades no son precisamente la norma. ¿Qué le llevó a pisar el acelerador de tal manera? ¿Un apuro por llegar a una reunión? ¿Tal vez un mal día? Quien ha conducido a esas velocidades sabe que no es solo la adrenalina, es una serie de elecciones que podrían ser más peligrosas que emocionantes.

Baltar no solo ha tenido que afrontar una eventual multa de 1,800 euros y un año de retirada del carnet de conducir, sino que se ha visto envuelto en un torbellino de acusaciones que, si bien reflejan su desacato a las leyes de tránsito, plantean una serie de preguntas sobre la ley y la política. La Fiscalía ha argumentado que su acto de conducción a tal velocidad representa uno de los sucesos más arriesgados para la seguridad vial.

¿Errores y más errores?

Las palabras del actual presidente del PP y su homólogo en Galicia, Alfonso Rueda, quien defendió a Baltar diciendo «errores tenemos todos», representan un enfoque sorprendente hacia lo que muchos verían como una acción irresponsable. ¿Son realmente «errores» actos de conducción que ponen en riesgo la vida de otros? Esta idea de la «política de la empatía» parece un intento de suavizar el impacto de las acciones de Baltar, aunque muchos ciudadanos se preguntan si la empatía debería extenderse también a aquellos cuya vida podría haber estado en peligro.

Las alegaciones de Baltar

A medida que la defensa de Baltar se presenta, se vuelve igualmente fascinante e inquietante. Ha intentado poner en duda la precisión del radar utilizado por la Guardia Civil y, además, alegó que ya había cumplido una sanción administrativa al pagar la multa. ¿Deben los políticos ser juzgados por reglas diferentes que el resto de los mortales? Esta pregunta está en el corazón del caso.

Incluso aquellos que tienen afinidad por la figura del político podrían encontrar difícil justificar su intento de desviar la atención del acto en sí. La magistrada Ana Ferrer dejó claro desde el principio que su conducta es una de las más peligrosas en la carretera, apuntando a que la velocidad excesiva incrementa “inadmisiblemente el riesgo de daños personales y materiales”.

¿Es esto un caso de privilegio político?

El hecho de que el caso de Baltar haya llegado al Tribunal Supremo se debe a su condición de senador, lo que plantea cuestiones sobre el aforamiento y cómo este privilegio puede influir en la justicia. ¿Deberían los políticos tener que lidiar con las mismas consecuencias que un ciudadano común cuando violan las leyes? Algunos dirían que este asunto es emblemático de un sistema que a veces puede parecer que protege a los poderosos mientras que el resto de la población debe enfrentarse a las consecuencias de sus propias infracciones, y todo ello junto, en un contexto de creciente descontento ciudadano.

Historias que resuenan

Ahora, permíteme compartir una anécdota personal. Recuerdo una vez que, al salir de una reunión, decidí que aquella sería la ocasión perfecta para poner a prueba mis habilidades de conducción. Con una mezcla de emoción y un ligero temor, aceleré más de lo que debí. Por suerte, no había un radar ni una patrulla al acecho. No obstante, el latido rápido de mi corazón no era precisamente la música de la victory lane. ¿Vale realmente la pena arriesgar tu vida y la de los demás para llegar un par de minutos más rápido?

La importancia de la responsabilidad vial

La cuestión aquí no es solo José Manuel Baltar, sino lo que representa: un recordatorio de la importancia de la responsabilidad vial. No quiero sonar como un abuelo sabio (aunque tengo las canas que lo demuestran), pero si hay algo que hemos aprendido a lo largo de los años es que cada decisión que tomamos detrás del volante puede tener consecuencias graves. ¿Por qué la vida a una velocidad vertiginosa parece a menudo mucho más atractiva? La respuesta puede ser tan simple como la necesidad, en la sociedad moderna, de buscar la adrenalina.

Los días de la tranquilidad en las carreteras parecen lejanos, o quizás simplemente son un sueño utópico. En algún punto, las redes sociales han convertido la velocidad en un símbolo de estatus, y aquellos que pueden permitirse conexiones rápidas y caminos despejados parecen estar siempre en el centro de atención.

La respuesta de la visión pública

Según una encuesta de opinión reciente, la mayoría de los españoles consideran que los políticos deben enfrentarse a las mismas consecuencias legales que cualquier ciudadano normal. ¿Nos hemos vuelto tan cínicos que creemos que la justicia hoy es solo un privilegio para unos pocos? La percepción del estatus, en este caso, juega un papel crucial en cómo se recibe la noticia y qué acciones se toman a partir de aquí.

Por otro lado, hay quienes piensan que Baltar, al final del día, solo estaba intentando hacer su trabajo y tal vez tenía razones legítimas para estar a esa velocidad. Tal vez se le olvidaron las reglas del camino o su reloj le recordó que el tiempo es oro. Pero, sin embargo… ¡215 km/h! ¿Podemos realmente justificar tal imprudencia?

Lo que viene: el juicio

El 13 de enero es el día marcado en el calendario, y no solo para Baltar, sino también para la narrativa política de España. Este juicio podría sentar un precedente importante para el futuro del aforamiento en términos de responsabilidades legales. ¿Se permitirá que la cultura del «errores tenemos todos» prevalezca?

Con testimonios de los guardias civiles y otros elementos de prueba que se discutirán en el tribunal, está claro que habrá un desfile de argumentos y contra-argumentos para evaluar la veracidad de las alegaciones y, finalmente, la responsabilidad de Baltar y su futuro político. Mientras tanto, todos nos preguntamos si este suceso tendrá alguna repercusión más amplia en el discurso político sobre la seguridad vial y las responsabilidades de aquellos que están en el poder.

Reflexiones finales y consideraciones

En conclusión, el escándalo de José Manuel Baltar no es solo una simple cuestión de velocidad y multas. Es un reflejo de un sistema que a menudo enfrenta tensiones entre las leyes, la ética y el poder. La forma en que este caso se desarrolla podría influir en percepciones sobre la justicia, la responsabilidad y el lugar que tienen los políticos en nuestra sociedad.

Así que la próxima vez que veas a un político en las noticias, pregúntate: ¿Realmente lo sabrá? O, tal vez, como en el caso de Baltar, solo sea un asunto de velocidad. Lo que está claro es que la historia apenas comienza. ¿Quién sabe quién más estará al volante y a qué velocidad? ¡Dejemos que el juicio hable por sí mismo!