Abel Moga, un joven esquiador de 24 años, se enfrenta actualmente a las nevadas montañas de todo el mundo. Desde su hogar en el Valle de Arán, se ha lanzado a una de las competiciones más emocionantes (y arriesgadas) del esquí: el Freeride World Tour. ¿Pero cómo llegó un chaval de este pequeño rincón de España a ser uno de los nombres más destacados en el mundo del freeride? En este artículo, exploraremos su fascinante trayectoria, el adrenalínico deporte que practica y los desafíos que enfrenta en su camino hacia los Juegos Olímpicos de Invierno de 2030.
Un inicio lleno de nieve y aventura
Imaginemos por un momento a un niño pequeño, en las montañas del Valle de Arán, viendo cómo la nieve cubre el paisaje como una suave manta blanca. Es en este entorno donde Abel Moga empezó su viaje. “No es fácil crecer en un lugar rodeado de nieve, pero para mí fue un regalo”, dice mientras recuerda sus primeros pasos sobre los esquís. La emoción y la libertad que siente al deslizarse le atraen más que las competencias convencionales. ¿Quién puede culparlo? La imagen de un niño corriendo por la nieve, dando saltos y riendo a carcajadas es una que muchos de nosotros desearíamos vivir.
Del esquí tradicional al freeride
Como muchos niños, Abel comenzó esquiando de la manera tradicional. Pero, en lugar de ceñirse a las rígidas normas de las competiciones clásicas, se sentía más atraído por el poder expresivo del freeride. “Las puertas y los palos no eran lo mío. Me gustaba dar saltos y encontrar mi propia línea en la montaña”. Y así fue como conoció a su entrenador Cristian Boiria, quien le abriría las puertas del emocionante mundo del freeride. ¡Qué historia, verdad? Es como un cuento de hadas, pero en la montaña.
¿Qué es el freeride?
Si no estás familiarizado, el freeride es una forma de esquí (o snowboard) que se desarrolla fuera de las pistas preparadas. Imagina que estás en una montaña virgen, rodeado de nieve fresca, árboles y una ladera lista para ser explorada. El enfoque es similar al del arte: cada descenso es una obra maestra única. Los competidores se lanzan por la monta con un único objetivo: ser espectaculares a su manera.
La jugada de puntos en la competencia
La competición se basa en la puntuación de varios factores: calidad de la línea elegida, fluidez, control, saltos, trucos y la técnica empleada. Cada esquiador lleva consigo un lienzo en el que debe dibujar su ruta. ¡Hablando de arte! Quizás deberíamos ampliar el concepto de «acción». Porque, ¿qué es la vida, sino una serie de decisiones y expresiones? Moga menciona que regularmente hay una o dos líneas ganadoras, pero cada competidor añade su propio estilo: “Es como una sinfonía en la que todos tocan su propio instrumento”.
Desde las montañas de Canadá hasta Georgia
Abel está en un momento particularmente emocionante de su carrera, ya que está participando en el Freeride World Tour, una serie de competiciones que tienen a esquiadores y snowboarders compitiendo por las mejores líneas en diferentes lugares del mundo. “Este año he estado compitiendo desde que regresé de Canadá, y todavía tengo que ir a Georgia, Austria y Suiza”, comparte con una sonrisa que ilumina su voz.
Oportunidades y desafíos
Competir en el Freeride World Tour no es un paseo por el parque. Puede ser increíblemente estresante. “Te juegas un montón”, dice Abel. Cada esquiador tiene un solo intento, lo que significaba que un mal día podría acabar no solo en una puntuación baja, sino también en una posible lesión. Abel tuvo que enfrentarse a su propio demonio cuando sufrió una grave lesión durante la temporada pasada: “Me salió el hombro a principios de enero… fue un desastre”.
El juego psicológico del freeride
Una de las cosas más fascinantes de este deporte es la parte mental de la competición. Abel habla de la importancia de la previsualización: “La clave está en ser capaz de ver la línea sin estar allí. Eso solo lo da la experiencia”. En otras palabras, a veces el deporte es más mental que físico. ¿No es eso algo que todos enfrentamos en nuestras propias vidas? La capacidad de visualizar nuestros objetivos y enfrentarnos a los obstáculos con confianza es esencial, ya sea en el esquí o en el trabajo.
La adrenalina y el miedo
Abel habla de las caídas, de cómo su madre ha aprendido a “curarse de espanto” tras ver a su hijo lanzarse a la aventura. “He tenido caídas de todo tipo, pero siempre me he recuperado”. Sin embargo, después de experimentar el verdadero miedo al caer y lesionarse, uno se vuelve a cuestionar: ¿vale la pena el riesgo? La respuesta es un claro «sí» para Abel, quien valora la libertad y la expresión que encuentra en cada descenso. Es la adrenalina lo que lo impulsa, la idea de que cada salto cuenta una historia única.
¿El futuro olímpico?
El sueño de Abel es claro: llegar a los Juegos Olímpicos de Invierno de 2030. “Sería un gran honor representar a España y al freeride en ese escenario”. Sin duda alguna, el freeride es un deporte lleno de potencial y emoción. Con cada descenso, la posibilidad de ver a Abel y a otros competidores brillando en las olimpiadas nos llena de emoción. ¡Imagina ver esas impresionantes acrobacias en la televisión!
Cierre: el legado del freeride
Al final del día, el freeride no es solo una competencia, es una forma de vida. Cada esquiador lleva consigo una rica historia de desafíos y triunfos, de momentos de alegría y de aprendizaje. Para Abel, el freeride es su manera de dibujar en la montaña, de plasmar su individualidad y creatividad en cada descenso, mientras desafía no solo a la nieve, sino también a las expectativas del mundo.
Así que, si alguna vez te preguntas qué impulsa a jóvenes como Abel Moga a lanzarse por las pendientes más empinadas, recuerda las palabras que él mismo comparte: “Es un baile entre la gravedad y la libertad”. ¿Tú también te atreverías a dar el salto?