Casi nueve años han pasado desde que el proyecto del rascacielos en el Puerto de Málaga comenzó a dar de qué hablar. Desde su concepción en el Boletín Oficial del Estado (BOE), esta idea se ha desenvuelto en un complejo laberinto de tramitaciones urbanísticas, críticas y desafíos administrativos. Pero, ¿realmente hay lugar para un gigantesco edificio en una de las bahías más bellas del Mediterráneo? A medida que esta historia se desarrolla, surgen más preguntas que respuestas. En este artículo, haremos un recorrido por los pormenores de este proyecto, reflexionaremos sobre las implicaciones de construir un rascacielos en Málaga y plantearemos si realmente merece la pena llevar a cabo un proyecto tan controvertido.
Un rascacielos de 140 metros: el futuro del skyline malagueño
Es impresionante pensar que un simple edificio pueda suscitar tanta controversia. La propuesta del rascacielos de 135 metros de altura no es solo un proyecto arquitectónico; es un símbolo de un debate más profundo. Los malagueños han estado divididos en sus opiniones sobre si una mole de tal envergadura debería erigirse en una de las zonas más emblemáticas de la ciudad.
Las opiniones están tan polarizadas que a veces parece que estamos hablando de un tema político (y vaya que lo es) más que de una simple cuestión de urbanismo. Desde el diseño hasta su ubicación, todo ha sido motivo de discusión. Y en el centro de esta tormenta se encuentra el arquitecto José Seguí, quien ha llevado el peso del proyecto desde sus inicios.
La renuncia de José Seguí: ¿una victoria o una derrota?
Imagina estar en la piel de Seguí: un buen día, tras años de trabajo arduo y dedicación, te dicen que tu proyecto ya no es el elegido. Así fue como se sintió José Seguí cuando, tras una larga espera, su promotora, Hesperia, decidió que sería mejor confiar en el británico David Chipperfield para el diseño final.
La renuncia de Seguí ha sido un trago amargo que seguramente le pondrá un sabor añejo en la boca. Después de todo, desde 2015 ha estado defendiendo su visión en un entorno hostil. Críticas de políticos, instituciones y ciudadanos han llovido sobre su trabajo casi a diario. Sin embargo, ¿a quién no le ha pasado sentir que su éxito está, de alguna manera, en manos de otros?
Es comprensible que haya tomado la decisión de retirarse. A nadie le gusta jugar un partido en el que las reglas cambian a mitad de juego. Además, la falta de comunicación con Hesperia no fue solo decepcionante; fue frustrante. ¿Cuántas veces hemos sentido que no se nos escucha en un trabajo o en una relación?
Las sombras del desarrollo: la falta de información
Uno de los aspectos más preocupantes de esta historia es la falta de claridad. Tras varios años de su anuncio, aquí estamos, temiendo que el rascacielos sea un nuevo «elefante blanco», una idea que, aunque brillante en el papel, carece de la solidez necesaria en la realidad. La promotora tiene hasta el 7 de marzo para presentar el nuevo proyecto, pero las dudas persisten. ¿Será suficiente?
Imagínate que estás comprando algo importante, como un coche nuevo. Haces el estudio de mercado, comparas precios, revisas opiniones… Aquí que el proceso ha sido como comprar un coche de segunda mano: poco transparente y lleno de sorpresas. A veces, desearías que hubiera una «etiqueta de garantía» que asegurara que el producto va a funcionar como prometen.
La reacción ciudadana: la Plataforma Defendamos Nuestro Horizonte
No se trata solo de uno o dos malagueños descontentos; la Plataforma Defendamos Nuestro Horizonte ha sido una voz constante en este debate. Como si de un coro se tratara, han levantado la voz contra lo que consideran un agravio al paisaje malagueño. Sus preocupaciones se resumen en una sola pregunta: ¿por qué un edificio masivo en un sitio emblemático, cuando hay tantas otras alternativas?
El portavoz de la plataforma, Juan Antonio Triviño, no ha tenido reparos en expresar su descontento. Para él, la llegada del nuevo arquitecto es solo un intento del promotor de lavar su imagen y salir del atolladero. “Se buscan una vez más el ‘arquitecto honorable’, pero es el conejo de la chistera”, denuncia Triviño.
La lucha de esta plataforma es especialmente interesante si la miramos desde un punto de vista emocional. Es como cuando luchas por el último trozo de pizza en una cena con amigos; todos quieren algo de ese último pedazo, pero al final, la decisión no será solo tuya. Sin embargo, eso no significa que no valga la pena defender tu posición.
La retórica política: ¿dónde se encuentra el interés general?
Hay algo que no podemos ignorar: la dimensión política de este proyecto. Si el rascacielos en el Puerto de Málaga es levantado o no depende en gran medida de decisiones políticas y consultas que, sorprendentemente, no se han convocado. Es como si en un juego de cartas alguien decidiera que las reglas estaban tan bien como estaban, y, al final, dejaran a la gente fuera del juego.
El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, ha expresado su apreciación por Seguí, mientras que otros políticos han cambiado de un “sí” a un “no” en función de la corriente del momento. La realidad es que muchos de ellos están más interesados en las luces y sombras del poder que en lo que realmente quiere la ciudadanía.
La identidad del promotor: ¿qué hay detrás del rascacielos?
Mientras tanto, el promotor sigue siendo un misterio, con encuentros poco claros y una historia que parece un guion de película de entretenimiento. Un fondo catarí vinculado a Hesperia parece ser responsable del desarrollo, pero la falta de nombres claros y datos específicos genera escepticismo.
Sabemos que Hesperia tiene algunas deudas significativas. En 2023, facturó 165 millones de euros, pero con una deuda total de 368 millones. Es fácil encontrar similitudes con historias que no acaban bien, donde los sueños de grandeza terminan en fiascos empresariales. La frase «no todo lo que brilla es oro» nunca ha sido tan relevante.
Cuando la ciudadanía se entera que la identidad de quien está detrás del proyecto no es clara y que ha manejado como capital 5.000 euros para un proyecto que deberá costar 200 millones, la incertidumbre se vuelve palpable. En otros términos, es como comprar un apartamento de lujo con un presupuesto de pizza.
El impacto en el paisaje de Málaga: entre el faro y el rascacielos
La construcción del rascacielos podría cambiar el paisaje de Málaga para siempre. ¿Pero a qué precio? La Farola, ese emblemático faro de 1817 que ha sido testigo de tantas historias, podría verse opacado por un gigante de acero y cristal. ¿Es eso justo?
Una de las alegaciones más atractivas es que el proyecto no es solo una cuestión de altura, sino de la imagen y la historia de la ciudad. Es el desafío entre una identidad urbana histórica y una modernidad que parece querer gritar más que escuchar. Al final del día, cada ciudad tiene su propia letra de la canción que resuena en sus calles: ¿realmente queremos alterar esa melodía?
Conclusiones: ¿qué futuro espera a Málaga?
Así que, con tantos elementos en juego, la gran pregunta permanece: ¿debería Málaga arriesgarse a erigir un rascacielos en su bahía? La respuesta no es sencilla. El dilema entre el desarrollo y la preservación de la identidad, entre lo contemporáneo y el respeto por la tradición, es un balance delicado.
Málaga tiene el poder de decidir su propio futuro. Este debate no es casual; es una invitación a la reflexión colectiva. Lo que ocurra en los próximos meses quizás determine no solo el futuro de un rascacielos, sino también la voz y el deseo de los malagueños. Al final del día, cada ciudad tiene su propia narrativa, y es tarea de sus habitantes decidir cómo escribirla.
Y tú, ¿qué opinas de todo esto? ¿Eres partidario de la modernidad a toda costa o prefieres la serenidad de la tradición? Recuerda, en la vida y en la arquitectura, todo tiene su lugar, y a veces, es mejor dejar que la naturaleza hable.