La historia y la política no siempre son fáciles de digerir. A veces, como cuando nos topamos con un plato que no elegimos en un restaurante, nos gustaría deshacernos de la carga y seguir con nuestros días. Pero la historia del Sáhara Occidental y su relación con España es un tema que resuena con preguntas profundas y responsabilidades aplastantes. ¿Por qué hay un grupo de saharauis pidiendo protección en el aeropuerto de Barajas? ¿Por qué miran hacia España en busca de ayuda? Y, más importante aún, ¿qué responsabilidades tiene España hacia estos ciudadanos de su ex-colonia?
Un poco de historia, que no muerde
Si eres como yo, tal vez te guste tanto la historia como un buen café: a primera hora del día puede ser un poco amargo, pero después te despierta. Retrocedamos a 1975. Hasta ese momento, el Sáhara era una provincia española, y, como cualquier adolescente, estaba a punto de pasar por su primera gran crisis. En noviembre de ese año, España decidía su despido, entregando el territorio a Marruecos y Mauritania, pero no sin antes hacer un anuncio que sonaba a promesa: la ley 40/1975 que reconocía que el Sáhara era una colonia y que se autorizaba la descolonización. ¡Fantástico!
Sin embargo, lo que siguió fue un éxodo masivo de saharauis, que se vieron obligados a huir ante la ocupación marroquí. Es una de esas ironías de la vida: lo que se prometía como un acto de liberación se convirtió en una salida forzada, llena de terror y persecución. Y aquí estamos, varias décadas después, aún lidiando con las consecuencias de esas decisiones.
España, el eterno Dios de la confusión
Si alguna vez tuviste la oportunidad de recorrer la historia contemporánea de España, sabrás que hay un asunto en el que hemos tenido un talento especial: tirar la pelota hacia adelante. Esta política de evasión hace que, al mirar el problema del Sáhara, sintamos un cosquilleo de incomodidad. Pero esta vez, ya no se puede ignorar.
Recientemente, un grupo de activistas saharauis ha estado pidiendo asilo en el aeropuerto de Barajas, lo que ha reavivado el debate sobre las obligaciones de España como potencia administradora de una colonia. Sí, el término puede sonar anticuado, pero a la luz del Artículo 73.a de la Carta de Naciones Unidas, España sigue teniendo responsabilidades hacia el pueblo saharaui. El problema es que el Gobierno parece más preocupado por no incomodar a Marruecos que por cumplir con esas obligaciones.
El desencuentro entre la ley y la acción
Es aquí donde se pone interesante. La normativa española, inspirada en la Convención de Ginebra de 1951, protege a aquellos que temen persecuciones en su país de origen. Pero, ¿realmente aplica esto para los saharauis? Puede ser un ‘sí’ para algunos y un ‘quizás’ para otros. Pero, como quien va a un buffet y no se decide qué plato elegir, esta indecisión solo genera más confusión.
¿Y si consideramos, por un momento, que los saharauis no solo son refugiados, sino también ciudadanos de una nación que dejó de existir oficialmente pero cuya cultura y lengua (el español, por encima de todo) sigue viva entre ellos? ¿No deberían recibir ayuda de su antiguo colonizador, que tiene una lagrimita de culpa en su corazón? Pero el gobierno español parece tener un solo pensamiento: el miedo a las represalias de Marruecos.
El papel de Marruecos: el elefante en la sala
Hablemos francamente. Es difícil mirar hacia otro lado cuando el ‘elefante en la sala’ es un país que ha estado ocupando injustamente el Sáhara Occidental desde 1975. España, desde una perspectiva legal, sigue siendo la potencia administradora y responsable de la protección del pueblo saharaui. Pero ¿cuántas veces, a pesar de tener la responsabilidad, hemos presenciado declaraciones de interés político que han terminado en papel mojado? Demasiadas.
Las resoluciones de la Asamblea General de la ONU y sentencias del Tribunal de Justicia de la Unión Europea han reiterado que el pueblo saharaui sigue siendo una nación cuya autodeterminación no ha sido reconocida. ¿No es triste que la política internacional se esté desarrollando como un argumento de una serie de Netflix, donde la historia de los saharauis se pierde entre giros y vueltas? ¿Cuándo se acaba esta telenovela?
La situación actual: un grito ahogado en Barajas
Ahora, volvamos a este grupo de activistas en Barajas. Ellos no están allí solo para pasar el rato y hacer selfies. Están buscando protección, una oportunidad para escapar de la represión y la violencia que sufren en su tierra natal. ¿Alguien puede decirme qué se siente al no tener un lugar al cual llamar hogar? Ni siquiera puedo imaginarlo. La desesperación es palpable.
Como resultado, la pregunta que todos debemos hacernos es: ¿cuál es la responsabilidad de España hacia estas personas que buscan un refugio seguro? Al considerar la situación actual, los informes de Amnistía Internacional y Human Rights Watch hacen eco de las violaciones sistemáticas de derechos humanos que sufrió y sigue sufriendo el pueblo saharaui.
La identificación de un dilema moral
Es un verdadero dilema moral, ¿verdad? Si por un lado está la posición política del gobierno español, que prefiere mantener la calma en las relaciones con Marruecos, por otro lado están las vidas de personas que simplemente están buscando ayuda. ¿Es tan difícil encontrar un equilibrio?
La protección de los derechos humanos debería ser prioridad en el orden de las cosas, pero en el mundo real a menudo se deja de lado por intereses económicos o relaciones diplomáticas. En los pasillos del poder, donde se toman decisiones sobre la vida de las personas, eso se convierte en un juego de ajedrez bastante peligroso.
Conclusiones: ¿y ahora qué?
Así que aquí estamos, en un punto donde el pasado y el presente parecen entrelazarse de manera caótica. La historia del pueblo saharaui nos recuerda que las decisiones tomadas con prisa pueden tener consecuencias duraderas y que la verdadera descolonización aún está a años luz. Hay una parte de mí que considera que deberíamos hacer algo.
Pero entonces, al ver la situación, me pregunto: ¿estamos condenados a ser meros espectadores de esta tragedia? La ayuda debe venir de los beligerantes. Se necesita un cambio de mentalidad. Debemos hacer que las acciones hablen más que las palabras.
En resumen, la lucha del pueblo saharaui es un recordatorio de que los pueblos no olvidan y que la historia, aunque a menudo nos pese, es una carga que a veces debemos aceptar y enfrentar. Así que, a los saharauis en Barajas, a los que buscan protección, sepan que hay quienes escuchan su grito. Quizás, solo quizás, algún día las tierras del Sáhara volverán a ser un lugar donde las sonrisas y la esperanza reinen, en lugar del sufrimiento y la opresión.
Siempre he creído que el conocimiento trae consigo la empatía y, con ella, una posibilidad de cambio. Así que, si se topan con este artículo, no duden en compartir este mensaje. La voz de los que no la tienen puede ser la más poderosa de todas.