La política española siempre ha estado llena de controversias, pero esta última noticia sobre la Ley de Conmutación de Penas y su implicación en el tratamiento a los presos de ETA ha creado un verdadero torbellino en el Congreso. Alberto Núñez Feijóo, líder del Partido Popular (PP), acaba de salir del ojo del huracán, y parece que está intentando más que nunca limpiar su imagen tras un resbalón monumental. ¿Pero realmente ha sido solo un «error» o hay algo más profundo en juego?
El «error» en el que nadie quiere meterse
Primero, pongámonos en contexto. El PP, que ha tenido la mayoría absoluta en el Congreso y el Senado, ha sido acusado de respaldar una ley que potencialmente beneficiaría a algunos de los terroristas más notorios de la historia reciente de España. Y, como si fuera poco, la mayoría de los que ahora critican la ley, inicialmente la apoyaron. ¡Sí, lo han hecho! Este es el momento en que tus amigos empiezan a negarlo todo en una fiesta: “¿Yo? No, nunca he dicho eso”, mientras tú estás ahí con la grabación de voz lista para salir.
Feijóo, tras el escándalo, argumentó que la culpa recae en el PSOE, afirmando que “si el PSOE mantiene esta indignidad, será el único responsable ante la historia”. Este tipo de declaraciones resulta un tanto irónico, ¿no crees? A veces me pregunto si los políticos realmente entienden la historia o solo están jugando a una especie de Monopoly donde siempre quieren pasar «GO» sin pagar.
¿Qué es esta Ley de Conmutación de Penas?
Para aquellos que no están completamente versados en las leyes españolas (y, seamos sinceros, quién tiene tiempo de leer todos esos textos legales), la Ley de Conmutación de Penas se refiere a la posibilidad de que los presos que han cumplido parte de su condena en el extranjero puedan ver reducidas sus penas en España. Según informaciones recientes, esto podría incluir a algunos terroristas de ETA, lo cual ha generado una ola de indignación.
Si piensas en esto, imagina que estás en una universidad donde te acaban de aceptar en un programa de estudios, pero te das cuenta de que el profesor a cargo es alguien que tú sabes que nunca llegó a terminar sus estudios. Y ese profesor comienza a hacer cambios en el currículo que favorecen a sus amigos. Te dirías a ti mismo: “¿En serio? ¿Esto es lo mejor que podemos hacer?” La indignación general es palpable.
Feijóo en la cuerda floja
Volver a Feijóo, que ha tenido que hacer malabares entre la opinión pública y su propia base. Al igual que un malabarista en un circo, se esfuerza por mantener el equilibrio mientras lanza pelotas de fuego hacia el aire. Pero, su estrategia de echar la responsabilidad sobre el PSOE es un movimiento arriesgado que podría salirle caro.
Miguel Tellado, portavoz parlamentario del PP, también se ha subido al carro de la defensa, alegando que el PP ha “asumido el error”. Pero claro, el error al que se refiere es más bien algo que parece un chiste malo en el escenario: todos se ríen, pero tú te sientes un poco incómodo porque no estás seguro de si debiste reírte o si deberías aplaudir.
La indignación de las víctimas
Mientras tanto, las voces de las víctimas del terrorismo resuenan en cada rincón del debate. La presidenta de Covite, Consuelo Ordóñez, ha manifestado su descontento: “Todos son responsables, nuevo atropello que sufrimos las víctimas”. ¿No es desgarrador escuchar esto? Cualquiera podría pensar que, después de tantos años, deberíamos haber aprendido lecciones más valiosas.
Es un dilema complicado en el que la política, los derechos, y el dolor humano parecen entrelazarse de formas que son difíciles de desenredar. ¿Es realmente la política un juego tan frío y calculador que el sufrimiento de unos pocos se convierte en un mero “error” o “dato técnico”?
El papel del PSOE
Ahora bien, no podemos eludir el hecho de que el PSOE también tiene una parte en este dilema. Si bien han intentado distanciarse del lío, las palabras de Feijóo apuntan al corazón de la controversia: “apelo a la conciencia de todos los socialistas, porque están a tiempo”. En este punto, se presentan ante nosotros como una especie de árbitro en un juego de fútbol, pero sin una tarjeta roja a mano.
La pregunta es, ¿realmente está el PSOE jugando a ganar – o simplemente quiere salir del campo sin que le pateen? La historia nos ha demostrado que el juego político puede ser despiadado, y las decisiones que se toman hoy pueden tener repercusiones que nadie previó. Ese viejo refrán sobre el “donde hay humo, hay fuego” nunca había tenido más sentido.
Un análisis de la postura del PP
Los críticos también han cuestionado por qué el PP no presentó enmiendas en el Senado si realmente estaban preocupados por las implicaciones de esta ley. La política es como una partida de ajedrez, donde un movimiento en falso puede costarte el reino, y no parece que el PP esté haciendo los movimientos estratégicos necesarios. Tal vez están apostando a que el tiempo limpie su imagen, pero en este punto, su estrategia les ha dejado con la sensación de que están en la cuerda floja.
Cuantas veces hemos escuchado el “no a la violencia” pero en el fondo sabemos que la política tiene su propio lenguaje. Es el arte de disfrazar las palabras para que no suenen tan comprometedoras, mientras que, en las sombras, el caos sigue existiendo. Pero hacia afuera, todos quieren mostrarse como defensores de las víctimas.
¿Y ahora qué?
¿Es este el final de la historia o solo el comienzo de otro capítulo de esta novela política dramatizada? Con la votación programada para el 14 de octubre, el tiempo es crucial. El PP está a la espera, pero hay un abismo moral que se siente más como un precipicio.
Mientras tanto, el PSOE podría encontrarse en una encrucijada. ¿Dejarán pasar esta ley y arriesgarse a ser criticados por dejar en libertad a asesinos? ¿O serán capaces de prevenir la soga que se les está apretando al cuello?
Lo que está claro es que todo esto es un recordatorio de que la política es un juego sucio. Los jugadores pueden cambiar, pero el escenario sigue siendo el mismo: las víctimas, el sufrimiento y, en última instancia, la búsqueda de responsabilidad. Ojalá un día podamos mirar hacia atrás y aprender de esta confusión en lugar de simplemente ver más de lo mismo. ¿No crees que eso es lo que todos deseamos en el fondo?