La vivienda es uno de los temas que más nos toca el corazón —y la cartera— en España. Y, a juzgar por el último informe de Comisiones Obreras (CCOO) titulado “Cuatro décadas fallidas de política de vivienda”, la situación da para echarse a llorar… o a reír, si tienes un humor tan oscuro como el mueble del salón de tu abuela. Hablamos de una cifra escandalosa: 160.000 millones de euros derrochados en beneficios fiscales para propietarios de viviendas en los últimos 40 años. ¡Sí, has leído bien! Esa es la cantidad que, si se hubiese utilizado de manera más sensata, podría haber dado lugar a un parque de 1,6 millones de viviendas públicas destinadas a un alquiler asequible.
Un derroche descomunal: ¿qué significa realmente 160.000 millones?
Imagina que todos estos millones son como esas galletas que prometes no comer hasta que termines la dieta. Una vez que las sacas de la caja, se desvanecen en cuestión de segundos. Así de rápido se han esfumado los fondos destinados a ayudar a los ciudadanos a acceder a la vivienda. Pero, ¿a dónde ha ido a parar este dinero? Según el informe de CCOO, la respuesta es clara: mucho se ha ido a manos de quienes ya tienen un pie en la cúspide del mercado inmobiliario.
En resumen: los responsables de estas decisiones políticas han transferido enormes cantidades de dinero público, beneficiando a aquellos que ya están en una posición económica privilegiada. ¡Porque claro, la idea es hacer la vida más fácil al que ya tiene un palacio en la sierra, no al que vive en un cuarto de baño convertido en estudio!
El costo de la falta de acción
Con estos 160.000 millones de euros, España podría haber sido el sueño de muchos: un país con casi cinco millones de viviendas asequibles. Pero, en cambio, desde los años 80 la construcción de viviendas públicas ha ido en declive, dejando a los jóvenes y a las familias con recursos limitados como Merlín sin varita mágica en un mundo donde todos los precios parecen estar en una constante escalada.
CCOO también señala que, en los últimos años, solo una de cada cinco viviendas construidas es pública. Esa sola cifra es suficiente para que los defensores de la vivienda asequible se rasguen las vestiduras. Pero sigamos adelante, porque después de todo, la vida continúa (aunque a veces parece que los precios de la vivienda no).
Déficit de vivienda: la burbuja inmobiliaria que nunca estalla
Desde hace años, la política de vivienda parece un juego de “toma y daca” donde nadie gana. Los alquileres se disparan, mientras el número de viviendas protegidas se reduce. En palabras de los expertos de CCOO, el saldo neto de viviendas protegidas ha estado en números rojos durante una década. Esto significa que cada año se venden entre 40.000 y 50.000 viviendas de protección oficial (VPO), a la par que apenas se construyen algunos miles más.
Recuerdo cuando era estudiante y mi mayor preocupación era encontrar un piso con buenas condiciones. Ahora, esa preocupación ha crecido como la espuma, y ya no es solo un problema de estudiantes. Con el fenómeno de los pisos turísticos y la especulación inmobiliaria acechando como un búho en la oscuridad, aquellos que aspiran a tener un hogar que no se hunda en su propio alquiler se vuelven cada vez más escasos.
La escasez de oferta pública: una trampa mortal
La construcción de viviendas protegidas no es un tema nuevo; de hecho, parece haber desaparecido junto a esos días en que enviábamos cartas en lugar de mensajes por WhatsApp. El hecho es que la oferta de viviendas públicas es tan reminiscentes de un viejo disco rayado, tocándose cada vez menos. “Viviendas protegidas” es un término que parece tener un aroma nostálgico, como la chocolatina de tu infancia que ya no fabrican.
Este informe también recalca que el 100% de las viviendas disponibles en el mercado son a precio libre. La escasez de oferta pública, junto con la guerra de precios de los alquileres, ha exacerbado el problema del acceso a la vivienda, mientras que los salarios parecen bailar al compás de una música triste. ¿Recuerdas cuando los precios eran una broma y no una ofensa?
Lecciones del pasado: lo que se podría haber hecho
Ahora, mirando hacia atrás, es fácil preguntarse cómo se podría haber orientado mejor ese ingente dinero en los últimos 40 años. En lugar de engrosar las cuentas de los grandes propietarios, estas cifras podrían haber transformado el mapa de la vivienda en España. ¿Te imaginas un país donde los jóvenes pudiesen ser independientes sin tener que hacer malabares con las facturas?
Si hubieran destinado los 7.311 millones invertidos en desgravaciones fiscales entre 1992 y 2022 a la construcción de viviendas de alquiler, se podrían haber construido otras 72.000 viviendas que formarían parte del parque público. En lugar de ello, la mayoría de esos beneficios ha ido a parar a los caseros, que, por cierto, también contaban con reducciones fiscales. ¡Es casi como si estuviesen jugando Monopoly con dinero real!
Cuando le comenté a mi vecino Luis sobre esto, él me decía, “La verdad es que es como darle caramelos a los que ya tienen golosinas”. Y, en cierto modo, tiene razón. El planteamiento ha sido erróneo desde sus cimientos.
La responsabilidad de los gobiernos: ¿un juego de ignorancia?
Decenas de gobiernos han intentado lidiar con la crisis de la vivienda, pero con un enfoque que muchos consideran como “parches” en lugar de una verdadera reforma. La recopilación de 33.000 millones de euros en gasto destinado a la política de vivienda entre 1997 y 2024 no ha logrado lo esperado. ¿Habitaciones vacías en lugar de hogares? Parece ser el mantra que hemos estado escuchando. Todo esto se destina a planes estatales de vivienda que, en el mejor de los casos, han sido más simbólicos que efectivos.
¿Cómo se combate la especulación inmobiliaria?
No soy economista (aunque a veces me gusta vestirme como tal cuando miro los precios de las casas), pero en realidad, hay algunas estrategias que podrían sacudir los cimientos de la especulación inmobiliaria. La regulación del alquiler, un mayor control sobre las propiedades en alquiler turístico, y, por supuesto, una redefinición de los beneficios fiscales podrían ser un buen punto de partida. Yo, por mi parte, no tengo habilidades para la magia, pero sé que si 160.000 millones se hubiesen utilizado con sentido común, mucho habría cambiado.
Y mientras reflexiono sobre esta situación, no puedo evitar preguntarme: ¿cuál es el futuro de la vivienda en España?
Un cambio necesario: la voz de la gente
Si hay algo que ha quedado claro es que es necesario un cambio. Un cambio que empodere a las personas en lugar de castigarles por simplemente intentar vivir. Las reivindicaciones de ciudadanos y colectivos en torno al acceso a la vivienda deben ser escuchadas y atendidas. De lo contrario, las futuras generaciones seguirán resonando en el eco de un salón vacío que hace mucho tiempo se suponía debería ser un hogar.
Como todos, espero un futuro donde haya más casas y menos especulación. Un futuro en el que los jóvenes no se vean obligados a compartir piso con cuatro compañeros para hacer frente a los altos alquileres de la ciudad. Desde la historia de mi amiga Clara, que vive en un estudio que parece un zulo, hasta mis propios recuerdos intentando encontrar un lugar donde vivir con unas expectativas de precio razonable, todos podemos relacionarnos con esta lucha.
Al final, quizás lo que realmente necesitamos no son preguntas retóricas sobre la vivienda, sino una acción decisiva. No más estudios, no más análisis. ¿Cuándo empezaremos a ver cambios reales en la política de vivienda en nuestro país? Quizás, solo quizás, con el eco de este informe, algún día podamos hablar de un futuro más prometedor, al menos en lo que respecta a nuestro hogar.