Cuando uno se adentra en la narrativa de un autor, a menudo espera un mar de emociones y reflexiones que lo transporten a mundos desconocidos, o al menos, a mundos que parecen reflejar algo de su propia realidad. En este sentido, la nueva novela de Gonzalo Torné, ‘Brujería’, ofrece una especie de retrato costumbrista de la burguesía catalana, que a muchos podría parecer familiar, pero que termina sumergiéndonos en un juego de matices que, si no se maneja con precisión, puede resultar un tanto ácido y, a veces, aburrido. ¿A quién no le ha pasado que empieza un libro con grandes expectativas y termina con un suspiro de decepción? ¿A mí me ha pasado también? Oh, definitivamente.
La vida en verano de la ‘derecha divina’: un cóctel social
‘Brujería’ se nos presenta como una novelita de 400 páginas, pero no se engañen, queridos lectores. La premisa suena intrigante: tres personajes principales, un protagonista llamado Diego, y sus dos amigas, Berta y Laura, conversando sobre la vida, el amor y las complicaciones de su entorno social. Pero ¿dónde está la trama que atrape al lector? Para aquellos que esperen una narrativa dinámica, la novela probablemente retará su paciencia. Las primeras sesenta páginas parecen ser una prolongada introducción donde la burbuja social de verano de la ‘gauche divine’ se convierte en la ‘droit divine’, ese remedo de burgués que encarna el deseo de enredarse en los secretos ajenos a través de interminables conversaciones.
Aquí es donde me entra un poco de risa. ¿Quién no ha estado en una reunión familiar o una cena de amigos donde lo más emocionante es el último chisme sobre el primo lejano? En ‘Brujería’, las conversaciones pueden resultar más tediosas que las discusiones políticas que uno suele escuchar en Navidad. Sin embargo, hay algo de magia en la escritura de Torné, porque aunque las interacciones son decepcionantes, el autor sí logra capturar el ambiente y las tensiones sociales entre los personajes.
Conversaciones que se sienten vacías y profundas al mismo tiempo
Una de las grandes críticas que se puede hacer a esta obra es la elección del diálogo como elemento principal de la narrativa. Torné se presenta como un maestro de las conversaciones, pero, ¿qué sucede cuando estas se convierten en un mero recuento de anécdotas sobre otros? Podríamos estar interpretando las interacciones de Diego, Berta y Laura como un reflejo de las relaciones complicadas que ambos tienen con la burguesía. Sin embargo, el lector acaba sintiéndose como un observador molesto en una fiesta donde todos parecen hablar de alguien que no es uno mismo. ¿No es algo frustrante?
La sutileza de los diálogos es admirable; sin embargo, a menudo me encontraba preguntándome si realmente estaba avanzando en la trama o simplemente estaba presente en un evento social más de la élite. Las conversaciones giran en torno a las vidas de otros: la familia Pons, los amigos como Álvaro y Valeria, y un poeta llamado Bodel. Me hizo pensar en cuanto a cuántas veces hemos estado atrapados en conversaciones así. A veces desearía poder interrumpir y decir: «¿Podemos hablar de nosotros, por favor?» Pero claro, no siempre se puede, al igual que en la novela.
Una crítica al microcosmos burgués: ironía y riqueza social
Otro punto a considerar en la novela es la crítica velada que Torné parece hacer hacia la burguesía atrapada en sus propias redes. El mundo de las «corruptelas y enchufes» es mencionado de pasada, lo que me hizo sentir que, aunque estaba abordando asuntos serios, el autor eligió no profundizar tanto como podría. La sensación es que había un rico trasfondo político y social que podría haber sido explorado en mayor profundidad, en lugar de enredarse en discursos amorosos que, por más sutiles que sean, apenas rascan la superficie de las complicaciones inherentes a tales contextos.
¿No sería fascinante ver cómo las conversaciones de Diego, Berta y Laura chocan con esas temáticas de fondo? Tal vez, si Torné hubiera elegido usar estas relaciones para tejer una sátira social más intensa, habría transformado la novela en un verdadero estudio sobre las dinámicas burguesas. Pero, una vez más, no se trata de disfrutar de algo «fascinante» sino de reflexionar sobre la lucha que se da en el interior de estos personajes y su relación con un mundo que ama criticarse a sí mismo.
El arte de escribir: ¿un talento sin rumbo?
Torné es, indiscutiblemente, un buen escritor. Su estilo es claro y elegante, pero su habilidad para atraer al lector en una narrativa que, a menudo, parece divagar, podría poner en jaque a cualquier amante de la literatura. Aquí es donde se complica la cosa. La escritura brillante de Torné no logra sostener la trama, ya que las conversaciones se convierten en un eco de sí mismas.
Es un poco como ir a una exposición de arte y encontrarte frente a un lienzo blanco. «Es arte contemporáneo», te dicen, pero te preguntas si eso es suficiente. Así me sentí yo en varias ocasiones al leer ‘Brujería’. Me encontraba esperando ese giro, una revelación que sacudiera el ambiente aristocrático que envolvía a Diego y sus amistades, algo que me hiciera saltar de la silla y decir: ¡Eso es! Sin embargo, esa chispa nunca llega; la ironía es que el propio autor parece atrapado en su mundo de conversaciones privadas.
Reflexiones finales sobre una oportunidad perdida
Al leer ‘Brujería’, queda la sensación de que Torné tenía una idea interesante entre manos pero eligió caminos más seguros que no siempre logran impactar al lector. Quizá la obra busca ser un espejo de una cierta clase social que a menudo se siente cómoda en su rutina, pero que no logra captar completamente nuestra atención.
El deseo de explorar temas importantes como la moralidad de las influencias sociales y el arte de relacionarse se disuelven en conversaciones triviales, a menudo redundantes. Cierto es que es un retrato de una generación atrapada en su propio mundo, pero también es una advertencia sobre los peligros de encerrarse en esa burbuja.
Por lo tanto, ‘Brujería’ se convierte en un ensayo de lo que podría haber sido una crítica incisiva de un mundo que, incluso en su más superficial apariencia, puede ser asfixiante. No obstante, los que amamos las historias profundas y prolijas encontraremos en ella un espacio para reflexionar, junto a un par de frases memorables que aliviarán la carga de una trama que, aunque ingeniosa, no logró desatar toda su fuerza.
Así que, a mis lectores curiosos, los invito a sumergirse en este relato de la burguesía catalana, pero con la advertencia de que el viaje puede ser más lento de lo esperado. ¿Te atreverías a unirte a este paseo por un universo del que todos parecen hablar, pero que en el fondo se siente como una conversación de sobremesa?