La deuda pública en España es un tema que nos toca a todos y que, como bien sabemos, puede llegar a dar dolores de cabeza. Con el Tesoro Público anunciando que la deuda en circulación supera los 1,44 billones de euros, algunos se preguntan: ¿dónde quedó nuestra aspiración a la estabilidad económica? Pero no sólo eso, sino que también ha subido 6.000 millones desde el cierre de 2023. Si te suena familiar, ¡es porque probablemente has estado prestando atención!

¿Por qué deberíamos preocuparnos por la deuda pública?

A medida que seguimos adelante en esta «búsqueda del tesoro» (sin chistes de piratas, por favor), es vital entender por qué la deuda pública es cosa seria. No se trata simplemente de un número que aparece en nuestras pantallas. Es el lugar donde convergen las esperanzas y temores de una economía. Estos números son tan relevantes que podrían ser el argumento principal en una buena película de drama económico, pero en nuestra realidad, a menudo se convierten en el guion de un mal comediante.

La deuda no se paga… o sí

Como bien se menciona, efectivamente, la deuda se paga, aunque el relato de algunos parezca negarlo. Y aquí es donde empieza la diversión. Es cierto que el pago no es tan inmediato como la primera impresión podría sugerir – es un proceso tranquilo, casi como ese amigo que nunca llega a la fiesta a tiempo pero siempre aparece con una buena anécdota.

Curiosamente, para el año actual, se estima que España enfrentará un pago de intereses de unos 32.000 millones de euros. Y antes de que empieces a pensar que esto suena a un cuento de terror, recuerda que el año pasado, este mismo número fue más bajo. ¡Menos mal que estamos avanzando!

Sin embargo, por otro lado, suena un poco a «salir de compras con una tarjeta de crédito sin límite». Como diría mi abuela: «zapato nuevo, problemas viejos». Quizás deberíamos quitarle un poco de brillo al relato de que la deuda no se paga y reconocer que, de un modo u otro, los números deben cuadrar.

El mal necesario de la deuda para la economía

Pasemos del drama a la comedia, ¿recuerdas cómo los adultos nos decían, “estudia, haz tu tarea, tienes que crecer para ser alguien en la vida”? Bueno, resulta que crecer no es tan sencillo en el mundo macroeconómico. La deuda pública puede ser un mal necesario, una especie de espino que nos ayuda a caminar, pero que también puede hacer que estemos un poco cojos si no la manejamos bien.

A medida que la inmigración aumenta (gracias a Dios por eso, verdad?), también aumenta nuestro Producto Interno Bruto (PIB), pese a que la productividad no crece al mismo ritmo. ¿Capisci? De alguna manera, estamos cosechando beneficios de personas que llegan a nuestro país en búsqueda de oportunidades. Esto, en teoría, debería compensar un poco, ¿no?

Ahora bien, el hecho de que el cociente entre la deuda y el PIB esté disminuyendo es como la dieta de Navidad: no parece reflejar lo que realmente ha pasado en la balanza al final de las fiestas. Así que, aunque en la teoría todo esté en orden, la realidad parece ser un poco más desordenada.

Recibiendo esos «recibos» de la deuda

Entrando en el meollo del asunto, la gente tiende a olvidar que el papel de convertirse en deudores tiene consecuencias. La deuda se paga a través de los Presupuestos Públicos. Y es ahí donde se pone interesante, porque el Ministerio de Defensa y Seguridad Social son los grandes protagonistas de esta historia.

La ironía no se detiene ahí. ¿Recuerdas cuando el gasto del Ministerio de Defensa era un tema de conversación casi tabú? Ahora estamos hablando de cifras que superarían los 12.977 millones de euros este año. A esto, sumemos la montaña de necesidades sociales a las que se enfrenta el Ministerio de Seguridad Social. Entonces, ¿acreedores? ¡Aguarden que la lista sigue!

El nuevo ciclo de emisiones de deuda

A lo largo de este artículo has estado viendo que, a pesar de que toda la situación suene un poco sombría, hay un nuevo giro en la trama. El Gobierno ha decidido elevar las emisiones de deuda en 5.000 millones este año. Eso, mis amigos, es lo que se conoce como pasar el perro por un aro. En otras palabras, cuando parece que se están tomando acción, en realidad, se están alineando más demonios en este juego financiero.

¿Qué significa esto en un lenguaje sencillo? Básicamente, que aunque los gobiernos pueden querer hacer mejoras, están optando por la opción más fácil. Alguien debería comprar un tablero de Monopoly y jugar una partida, en vez de tratar de administrar cifras que parecen más propias de un videojuego que de una economía real.

Las excusas del Gobierno, y algunas rimas metálicas

En estos tiempos, escuchamos excusas que suenan casi poéticas. ¿La deuda es legítima? ¿Qué pasa con las promesas de prosperidad? La narrativa del Gobierno es interesante, siendo a la vez cómica y un poco frustrante. ¿Se deben aceptar las decisiones dignas de un guionista de Hollywood que se hacen en la «sala de eventos»?

Esto hace que me pregunte: ¿cuántas veces hemos escuchado a las autoridades afirmar que debemos aceptar la situación sin dudar? Piénsalo un momento. Ellos están jugando con nuestros intereses, y terminado ese juego, somos nosotros, los contribuyentes, los que quedamos con el “síndrome de la sobredosis de deuda”.

La solución: reafirmar nuestro papel de ciudadanos

Entonces, ¿cuál es la salida? Te lo diré: nosotros, como ciudadanos, debemos exigir transparencia en la gestión de la deuda pública. En este juego de números y datos confusos, es vital que estemos alertas y nuestros corazones (y billeteras) no se conviertan en astillas. Nos necesitamos a nosotros mismos empoderados, observadores atentos que sí se hacen preguntas.

Es normal sentir que todos estos aspectos son un torbellino. Te entiendo completamente. Pero recordemos que es nuestra responsabilidad fomentar el diálogo (y tal vez algunas risas) sobre estos temas. La deuda pública será un tema relevante durante mucho tiempo y, aunque no siempre podamos abordarlo con tacto, sí que podemos hacerlo con honestidad y un toque de humor.

Así que mientras seguimos viendo los números en la pantalla, mantengamos una sonrisa en nuestros rostros y un par de preguntas en la mente. Al final, salir a la calle y preguntar que “¿qué está pasando con mi dinero?” es la única manera de asegurarnos de que nuestra próxima conversación sobre la deuda no termine en risas nerviosas, sino en soluciones reales y productivas. ¡Registro diario de deudas, que no decaiga!

Reflexión final

En resumen, el lío de la deuda pública en España es un baile complicado entre la necesidad y la responsabilidad. Aunque no se resuelva con un chasquido, podemos contribuir a la conversación. La risa, el humor y la cercanía son elementos que absolutamente necesitamos en esta trama económica. La próxima vez que escuches cifras, respira hondo, sonríe y recuerda: tú tienes voz en este diálogo continuo.

Así que, si sientes que la deuda pública es un tema que no entiendes del todo, no estás solo. Nadie dijo que sería fácil. Pero si tenemos algo en nuestro poder, es la habilidad de preguntar, discutir y, por supuesto, ¡reírnos un poco en el camino!