La gestión pública en España ha sido un tema recurrente en muchas conversaciones, especialmente cuando se trata de la Junta de Andalucía. Recientemente, el nombramiento de Miguel Ángel Figueroa como interventor general ha abierto un debate sobre su labor y las sombras que acompañan su trayectoria. ¿Es la corrupción una sombra inevitable en la política? Te invito a reflexionar mientras exploramos esta historia.
Un poco de contexto: ¿Quién es Miguel Ángel Figueroa?
Miguel Ángel Figueroa fue nombrado interventor general de la Junta de Andalucía el 8 de enero de 2024. Antes de asumir este cargo, Figueroa ya había estado en el ojo del huracán debido a su gestión al frente de la agencia Idea, una entidad pública creada con el objetivo de dinamizar el mercado andaluz a través de ayudas a empresas. Sin embargo, su paso por esta institución no fue precisamente un camino de rosas.
Me acuerdo de una conversación que tuve con un amigo que trabaja en el sector público. Nos reíamos de lo difícil que era a veces seguir el protocolo, y él me dijo: “La única forma en que alguien puede salir bien parado en la administración pública es teniendo un buen abogado o una gran habilidad para el escape”. Eso se me quedó grabado, porque parece que en ocasiones la administración pública se asemeja más a un juego de supervivencia que a un servicio a la comunidad.
Los 116 millones de euros en el aire
La situación se complica aún más al observar que Figueroa no pudo justificar un agujero económico de 116 millones de euros durante su gestión en la agencia. Este hecho ha levantado muchas cejas y ha llevado a cuestionar no solo su capacidad, sino también el sistema que permitió que ello ocurriera. Aunque todos tenemos días en los que se nos escapan las cuentas (quien no ha perdido un billete en el sofá de casa), el hecho de que esto suceda en una agencia pública es preocupante. ¿Qué nos dice esto sobre el uso del dinero público? ¿Hay una desconexión entre quienes administran esos fondos y la realidad de los ciudadanos?
En varias publicaciones se ha mencionado que la agencia Idea fue sacudida por controversias en el pasado, especialmente en relación al caso de los ERE fraudulentos. Esta crisis de credibilidad plantea una pregunta crucial: ¿Es posible que el ciclo de errores en la gestión pública sea interminable si no se toman medidas correctivas?
La sombra de los ERE fraudulentos
Para aquellos que no están al tanto, el escándalo de los ERE fraudulentos fue uno de los casos más sonados de corrupción en España. Miles de millones de euros destinados a ayudas económicas fueron mal gestionados y desviados. La agencia Idea estaba en el centro de esta tormenta, y el hecho de que Figueroa haya ocupado un puesto clave en la misma no es trivial.
Algunos podrían preguntarse, con humor negro, si las ayudas a empresas no deberían ir también acompañadas de unas “clases magistrales” en gestión ética. Al final del día, la mayoría de nosotros, si tuviera que manejar un presupuesto de millones, nos sentiríamos un poco agobiados, ¿verdad? Y aquí entra otro punto: la responsabilidad que deben asumir aquellos que gestionan el dinero público.
La intervención crítica de la propia Intervención
Una vez nombrado interventor general, Figueroa ha recibido críticas de la propia Intervención que ahora dirige. Los reproches han sido contundentes, lo cual es un claro reflejo de la lucha interna que puede existir dentro de las administraciones. ¿Es posible que en la administración haya más rivalidades que en una temporada de reality shows? Imagínate un grupo de funcionarios como si fueran miembros de una familia disfuncional, unos acusando a otros de ineficacia, mientras todos intentan salir adelante.
Esto plantea otro punto interesante sobre la transparencia y la rendición de cuentas. En un sistema ideal, los responsables deberían ser auditados y cuestionados constantemente. Sin embargo, parece que en ocasiones la burocracia se interpone y la verdad se convierte en un bien escaso, un poco como un café expreso en una oficina a las 4 de la tarde.
Consecuencias de una gestión deficiente
Los problemas de gestión de Figueroa no son solo un asunto de números; van mucho más allá. La falta de organización y la escasa transparencia pueden resultar en un grave retroceso económico para la región. Aquí es donde la cuestión del impacto social se vuelve crucial. Los 116 millones de euros que no pueden ser justificados no son solo cifras frías. Son recursos que podían haber sido utilizados para mejorar la vida de muchas personas: escuelas, hospitales, programas de apoyo a emprendedores… Listas interminables que, irónicamente, son alimentadas por esos mismos fondos que se esfuman misteriosamente.
La gestión ineficaz de los recursos públicos puede tener un efecto en cadena devastador. Si las pequeñas empresas que esperan esas ayudas no las reciben, ¿cómo se supone que sus dueños seguirán pagando sus hipotecas? Personalmente, he visto emprendedores que luchan arduamente por mantener sus negocios a flote, y es desalentador pensar que podrían estar hipotecando su futuro mientras otros juegan con la confianza de los ciudadanos.
¿Cuál es la solución?
Es fácil criticar desde la barrera, pero, ¿cuál es la solución a este laberinto administrativo? Algunas voces han comenzado a proponer un cambio radical en la forma en que se gestiona el dinero público. Entre las sugerencias se encuentran reformas estructurales, mayor transparencia y un incremento en la responsabilidad de quienes toman decisiones. Pero, claro, esas cosas suenan bien en teoría. En la práctica, la reforma de un sistema tan arraigado puede ser más complicada que tratar de hacer un rompecabezas de 5000 piezas con los ojos vendados.
Los ciudadanos también tienen un rol que jugar aquí. En ocasiones, como votantes, parece que dormimos en los laureles, aceptando cualquier nombramiento sin cuestionar. Pero, ¿no deberíamos tener un ojo más crítico sobre quiénes son los que manejan el dinero que pertenece a todos nosotros? Recordemos que el actual clima político favorece una mayor participación ciudadana, lo que puede ser el antídoto perfecto contra las decisiones cuestionables.
La importancia de la ética en la política
Una discusión como esta nos lleva invariablemente a la ética en la política. ¿Es suficiente con tener buenos currículos y diplomas en la pared? ¡Oh, amigo! La respuesta es un rotundo “no”. Necesitamos personas en el poder que no solo sean competentes, sino que también tengan una integridad a toda prueba. Y aquí es donde los ciudadanos deben ser activos: exigiendo a sus representantes no solo que sean buenos en lo que hacen, sino que también sean básicos en lo que respecta a la ética.
Todos hemos escuchado la frase célebre: “la corrupción no es un problema de una sola persona, es un problema sistemático”. Esto sugiere que, aunque Figueroa pueda ser el foco de las críticas ahora mismo, no debemos perder de vista que estos fenómenos son parte de un sistema mucho más amplio.
Reflexiones finales: ¿hacia dónde vamos?
Cerrando el artículo, quiero dejarte con algunas preguntas para reflexionar. ¿Qué tipo de futuro queremos construir? ¿Estamos dispuestos a exigir más de nuestros representantes y demandar una administración pública más transparente y eficaz? Estas preguntas son fundamentales si queremos que situaciones como las que enfrenta Miguel Ángel Figueroa no se repitan en el futuro.
Las historias como la de Figueroa y la agencia Idea son un recordatorio sombrío de que nuestros impuestos no son simplemente números; son el sustento de nuestra comunidad y, como tales, merecen ser tratados con el mayor respeto y responsabilidad. Aunque la política en ocasiones pueda parecer un juego de ajedrez lleno de intrigas, no podemos olvidar que en esta partida, el verdadero premio es el bienestar de todos.
Así que la próxima vez que veas una noticia sobre gestión pública, piensa en cómo esos números pueden impactar tu vida y la de tus vecinos. Porque al final del día, las decisiones que toman los que están en el poder no son solo piezas de una partida política; son los cimientos sobre los cuales se construye nuestra sociedad. ¿Listo para involucrarte? ¡Yo también!