En un mundo donde la política se mueve como un pez en el agua —o, mejor dicho, como un pez fuera de ella—, el bipartidismo en España vuelve a ser el centro de debate. Recientemente, los expresidentes Felipe González y Mariano Rajoy se reunieron en la prestigiosa isla de A Toxa para la VI edición del Foro La Toja Vínculo Atlántico, un evento que parece ser un festín para los nostálgicos de la política clásica. La pregunta que me surge es: ¿realmente el bipartidismo es la esperanza de un futuro político más estable o es un dinosaurio que se aferra a su última era?
La grandeza de lo viejo y la vergüenza de lo nuevo
Durante el evento, Felipe González y Mariano Rajoy, con una trayectoria política que data de hace más de 20 años, compartieron reflexiones sobre los peligros del multipartidismo y la necesidad de consensos. González, con su característico enfoque mordaz, lanzó una afirmación contundente: “Los nuevos partidos recibieron el mismo trato que yo a mis dos primeros intentos de cocina: subieron como cohetes y cayeron como plomos.” Y, sinceramente, ¡me atrevería a decir que todos tenemos una anécdota de cocina que se nos escapó de las manos! ¿Quién no ha tenido un plato que prometía mucho y terminó siendo un desastre total?
Rajoy, por su parte, no se quedó atrás. Se rió con complicidad al coincidir con González y abordó la temática de las «fuerzas políticas que proliferan», aludiendo a la desaparición de partidos como UPyD o Ciudadanos, que llegaron prometiendo innovación y terminaron como un buen vino, es decir, en el fondo de la estantería. Esto nos lleva a una pregunta fundamental: ¿realmente hay espacio para nuevas voces en un sistema que parece querer cerrarse en sí mismo?
La nostalgia del bipartidismo
En la conversación, los expresidentes también discutieron la relevancia del bipartidismo en la democracia española y cómo ha sobrevivido al paso del tiempo. González argumentó que la Constitución de 1978 necesita «un reseteo» para adaptarse a las nuevas realidades políticas. Usó como ejemplo los pactos que su gobierno había hecho con partidos nacionalistas, enfatizando que había que buscar acuerdos que preserven la “integridad territorial de España”, un concepto que parece ser más frágil que un cristal en un baby shower.
Sin embargo, me gusta pensar que el bipartidismo también puede tener sus ventajas. Hay algo que reconforta saber que, pase lo que pase, siempre habrá un club exclusivo de antiguos mandatarios dispuestos a dar su opinión. ¿Acaso no es una forma de mantener la estabilidad en un mundo donde todos nos sentimos como equilibristas en una cuerda floja?
La intervención de António Costa
Antonio Costa, presidente del Consejo Europeo, también participó en el foro y ofreció una perspectiva más global sobre la polarización política. En un mundo lleno de crisis y desencuentros, Costa nos invitó a considerar cómo las desigualdades crecientes han afectado la percepción de la política en general. Me recordó a esos momentos incómodos en las reuniones familiares donde se toca un tema tabú, y todos nos quedamos en un silencio sepulcral. “Los políticos debemos tener algo de humildad”, dijo, lo cual es como pedir a un gato que no se limpie las patas en el sofá. ¿Es posible que nuestros líderes encuentren ese equilibrio?
Rescate o hundimiento del bipartidismo
Volviendo al foro, durante las intervenciones, el ambiente se tornó cada vez más festivo y, a la vez, crítico. Rajoy y González expresaron sus preocupaciones sobre el estado actual de la política española, con cierta nostalgia del «buen viejo tiempo». Con una risa casual, Rajoy bromeó, “lentos pero seguros, siempre hemos tenido una mayoría”. ¿Pero qué sucede cuando la mayoría comienza a dividirse? ¿Estamos frente a un renacer de un nuevo bipartidismo, o el final de una era?
Los peligros del multipartidismo
González también advirtió sobre los peligros del multipartidismo, señalando que el auge de partidos más pequeños podría llevar a situaciones de inestabilidad. Pero, por el otro lado, ¿no podrían estos nuevos actores ser la respuesta que tanto necesitamos? En un mundo en constante cambio, quizás la diversidad de voces no sea un peligro, sino una oportunidad para enriquecer el debate político. La clave puede estar en encontrar un balance que incluya tanto la estabilidad del bipartidismo como la diversidad del multipartidismo.
La voz de la ciudadanía
Y aquí es donde quiero tocar un tema que me resulta especialmente importante: la voz de la ciudadanía. Muchas veces, en foros como el de A Toxa, pareciera que los mandamases discuten sobre nosotros y no con nosotros. ¿Cuándo fue la última vez que sentimos que nuestras voces eran realmente escuchadas en este juego de poder?
González y Rajoy pueden tener toda la experiencia del mundo, pero eso no significa que tengan la clave del futuro. La realidad es que las nuevas generaciones están cuestionando el status quo. Esto, amigos míos, no es solo una cuestión de política, es una cuestión de supervivencia. Si no somos capaces de adaptar nuestros sistemas políticos a las necesidades de la población, corremos el riesgo de quedarnos atrapados en un ciclo de retroalimentación negativa, donde las viejas fórmulas no logran satisfacer a un electorado cada vez más desencantado.
Reflexiones finales
Así que, tras la intervención de estos líderes y las risas que compartieron, no podemos evitar preguntarnos: ¿está el bipartidismo en su última etapa o es capaz de reinventarse? La respuesta aún está por verse, pero una cosa es clara: necesitamos un diálogo auténtico que no esté mediado solo por los antiguos miembros de un club político.
Y mientras reflexionamos sobre estas cuestiones, recordemos que, al final del día, la política es un reflejo de nuestras sociedades, y si queremos un futuro en el que todos prosperemos, debemos trabajar juntos para hacerlo posible. Al igual que en el arte de la cocina, donde un buen plato es el resultado de los ingredientes justos y la confianza en nuestras habilidades, el futuro político de España también depende de nuestras decisiones ahora.
Así que, ¿qué opinas? ¿Es hora de un reseteo completo o de encontrar formas de mejorar lo que ya tenemos? Al menos, podemos estar de acuerdo en que el futuro de nuestra política es como una buena paella: a veces un poco desastroso, pero siempre lleno de sabor y, con un poco de suerte, puede resultar ser un manjar.