En el vasto océano de la información que nos rodea hoy en día, es fácil perderse en las olas de opiniones, noticias y, lamentablemente, discursos de odio. En España, un reciente estudio ha destapado una dura realidad: el odio que inunda las redes sociales contra los medios de comunicación no es un fenómeno espontáneo. En este artículo, exploramos las revelaciones de esta investigación dirigida por la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y sus implicaciones para nuestra sociedad.

La investigación detrás del estudio: ¿qué hemos aprendido?

Imagina un salón de baile donde no hay una sola pareja que se mueva al ritmo de la música. En su lugar, vemos a grupos de veinte personas que todos parecen coordinar sus pasos al unísono, pero lo que sabemos es que no están allí por casualidad. Elías Said, catedrático de la UNIR y una de las mentes brillantes detrás del estudio, utiliza esta metáfora para ilustrar la naturaleza artificial y orquestada del odio en internet. Según el estudio, más del 56% de los mensajes en redes sociales dirigidos a medios de comunicación son de naturaleza hostil. ¿No es una cifra alarmante?

Un mar de datos

El estudio, si bien se siente abrumador, se basa en un meticuloso análisis de nueve millones de mensajes recopilados entre 2021 y 2022. Habla de un «monitor de odio» que ha sido implementado para seguir estas tendencias de manera constante. ¿Te imaginas ser un periodista que diariamente monitorea esta marea oscura de comentarios? Es un trabajo que podría hacer temblar a cualquier persona.

¡Ah, pero espera! Aquí viene lo mejor: no son solamente cuentas de bots operando en la penumbra de la web. El trabajo revela la existencia de granjas de trolls, donde una persona puede controlar múltiples cuentas para crear la falsa apariencia de enemistad generalizada. ¿Quién necesita un ejército cuando tienes una sala llena de computadoras? Esto parece sacado de una película de espías, pero desafortunadamente, es nuestra nueva realidad.

¿Quién se beneficia del odio?

Como en toda conspiración bien orquestada, la pregunta del millón de dólares es: ¿quién está detrás de esto? La investigación, aunque concluyente en describir los efectos, no da nombres a los que organizan estos ataques. Lo que sí queda claro es que hay grupos políticos e ideológicos con intereses específicos que parecen estar aprovechando las redes para sembrar tensiones y odio.

En un momento en el que la población busca información veraz y constructiva, ¿por qué estos grupos preferirían plantar discordia? La respuesta no es simple, pero es un reflejo de una sociedad que se está polarizando. Exactamente eso es lo que observamos en la vida real: la política, la religión y ahora, por supuesto, las redes sociales se han convertido en campos de batalla.

El impacto del odio en la cultura

Lo que es aún más preocupante es cómo esta normalización del odio se desdibuja como algo cotidiano. Julio Montero, también catedrático de la UNIR, señala que incluso los mensajes que parecen menos amenazantes pueden tener repercusiones graves. Imagínate que, cada vez que miras tu timeline en Twitter, puedes sentirte como si estuvieras en un enjambre de abejas dispuestas a picar. La hostilidad se convierte en parte de la cultura, lo que puede conducir a una tolerancia hacia la discriminación y los comportamientos de odio.

Es aquí donde entra la empatía: ¿cómo podemos aspirar a una sociedad más justa y democrática si nos dejamos llevar por discursos que fomentan el desdén y el desprecio?

Estructuras de poder y responsabilidad

La aparición de estos monitores de odio ha planteado una serie de responsabilidades para los medios de comunicación. Ahora, en lugar de reaccionar simplemente a los ataques, se enfrentan a la difícil decisión de ¿cómo deberían gestionar su presencia en línea? Es un dilema eterno. Puedes optar por retirarte y cerrar las puertas a la conversación o permanecer ayer y hoy, asumiendo las consecuencias que esto conlleva.

Una de las recomendaciones del estudio es la creación de contranarrativas. Sin embargo, los investigadores advierten que este enfoque tiene sus desventajas. En lugar de simplemente reaccionar y contrarrestar el odio, es crucial que los medios ofrezcan un espacio para la racionalidad en el debate. La clave está en el conocimiento: facilitar la información clara y bien fundamentada ayuda a salvarnos del abismo del odio.

Reflexiones y anécdotas: el poder de la conversación

Permíteme compartir una pequeña anécdota que seguro sonará familiar. Una vez, durante una cena con amigos, me encontré en una conversación candente sobre un tema controvertido. La discusión rápidamente se tornó amena. Sin embargo, una persona optó por lanzar un comentario sarcástico que rápidamente cruzó la línea del respeto. Si no hubiese sido por la rápida intervención de otro amigo que supo enfocar la conversación en términos más constructivos, podríamos habernos adentrado en una disputa en lugar de aprender unos de otros.

Mis amigos y yo no somos figuras públicas, pero esa pequeña experiencia nos enseñó cómo es fácil que el odio se insinue en las conversaciones cotidianas. Si nosotros, que somos «civiles de a pie», tenemos la capacidad de alzar un poco nuestra voz (libre de odio), imagina la responsabilidad que tienen los medios de comunicación.

La batalla continua: ¿qué podemos hacer al respecto?

La pregunta final que nos queda es: ¿qué podemos hacer para contrarrestar este odio? Aquí hay algunas sugerencias prácticas.

Educación mediática

Al igual que sabemos la importancia de la educación financiera, necesitamos fomentar una educación mediática en las aulas. Aprender a identificar fuentes fiables y discernir la información engañosa es crucial para prepararnos para la realidad de hoy.

Fomentar el diálogo

No debemos tener miedo a mantener conversaciones difíciles, siempre y cuando hagamos eso con respeto. En lugar de simplemente compartir publicaciones incendiarias, intentemos abrir foros de discusión que nos permitan explorar diferentes perspectivas.

Involucrarse y ser proactivos

No se trata solamente de mantenerse al margen. Investiguemos nuevas plataformas que se dediquen a discutir estos problemas con respeto y con base en hechos. Seguir y compartir contenidos de creadores que promuevan el entendimiento, en vez de aquellos que alimentan el odio, puede marcar la diferencia.

La conclusión inquietante

El odio en las redes sociales contra los medios es más que una simple molestia en el camino de la comunicación: es un eco que refleja una sociedad en guerra consigo misma. Como consumidores de información, tenemos la responsabilidad de cambiar la narrativa.

Así que, ¿qué pasará si comenzamos a hacerlo? Imagina un futuro donde los debates sean menos sobre atacar y más sobre dialogar. Uno donde, en lugar de ver trolls en nuestras redes, lo que encuentres son grupos dispuestos a compartir ideas y crecer juntos. A fin de cuentas, el cambio comienza desde cada uno de nosotros.

Con toda esta información, te dejo una pregunta para reflexionar: ¿estás dispuesto a ser parte de la solución, o prefieres permanecer en la sombra del odio? La elección es tuya.