El 15 de noviembre no solo marca el día en que muchos se lanzan a la celebración como si no hubiera un mañana, sino que, curiosamente, es también el Día Mundial Sin Alcohol. Una fecha instaurada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) que nos recuerda que, a veces, la vida puede ser mucho más emocionante sin la necesidad de un trago en la mano. Pero, ¿realmente escuchamos lo que estos días conmemorativos intentan transmitir? En este artículo, exploraremos el impacto del consumo de alcohol en nuestra sociedad. Desde historias personales reveladoras hasta estadísticas desalentadoras, la realidad puede ser tan sorprendente como angustiante.

¿Qué está pasando con el consumo de alcohol en España?

Nunca olvidaremos las advertencias de nuestros padres sobre el “peligro” de las fiestas. Si recordar esas lecciones de vida pudiera prevenir a otra generación del abuso del alcohol, probablemente no estaríamos viendo estadísticas como las que se presentan en España: actualmente, el 13.5% de la población adulta consume alcohol a diario. ¿Es eso realmente lo que queremos? ¿Estar en el segundo lugar en Europa en consumo de alcohol, solo detrás de Portugal? La situación se complica aún más cuando nos damos cuenta de que hasta tres millones de habitantes podrían estar lidiando con problemas asociados al alcohol. Esto me hace pensar: ¿cuántas fiestas y celebraciones potencialmente problemáticas se han llevado a cabo en mi círculo social?

La vida cotidiana y la “normalización” del consumo

Para muchos, salir de casa implica automáticamente disfrutar de una buena cerveza o un vino. No quiero sonar como un “abuelo gruñón”, pero ¿hasta qué punto hemos normalizado el consumo? La psicóloga Belén Jiménez, de la Asociación Cordobesa de Iniciación para la Rehabilitación del Alcoholismo y la Drogodependencia (Acirad), nos ayuda a dimensionar este fenómeno. Ella menciona que el perfil de alcohólico típicamente es “un hombre de mediana edad”, pero eso no significa que las mujeres no sean igualmente afectadas — es solo que los patrones de consumo han estado históricamente más normalizados para hombres.

Permítanme compartirles un pequeño momento de lucidez personal: una vez estaba en una fiesta y me di cuenta de que la conversación giraba íntegramente en torno a la cantidad de copas que habíamos tomado. En lugar de reconocer nuestras experiencias de vida, estábamos midiendo nuestra valía en términos de tragos. Fue en ese instante que me pregunté, “¿realmente necesitamos esto para divertirnos?”

El papel del aislamiento social

Pasar de una etapa social a otra puede ser tan fácil como un trago más de vino. El “largo camino” que algunos recorren hacia el abuso de sustancias a menudo comienza con pequeñas decisiones. La historia de Pablo Martínez, un exalcohólico en terapia, es una reveladora prueba de ello. “Este es un proceso muy duro. Hubo un día que me di cuenta de que había perdido totalmente el amor propio”, cuenta Pablo. Y uno no puede evitar preguntarse: ¿cuántas vidas se siguen deteriorando en la búsqueda de un sentido de pertenencia?

La normalización del alcohol lleva a muchos a considerarlo un medio para socializar. Pero, ¿a qué costo? Es común que al principio, el consumo de alcohol sea visto como algo divertido y liberador. Sin embargo, con el tiempo, muchas personas se ven atrapadas en una “cárcel” emocional. Como bien menciona Charo Naz, educadora de Acirad: “Al principio, la adicción es como alguien que te invita a un palacio con música maravillosa… finalmente te das cuenta de que estás en una cárcel de la que no puedes salir”. ¿Te suena familiar esta analogía?

Consecuencias imprevistas

Los problemas derivados del consumo excesivo de alcohol no son solo personales; también son sociales. Disputas familiares, problemas laborales y accidentes de tráfico son tan solo algunas de las realidades que enfrentan muchas familias. La intervención a menudo requiere un cambio radical: de ambientes, amistades y, en ocasiones, incluso de ciudad. Aquí surge una pregunta fundamental: ¿vale la pena sacrificar nuestras relaciones por un hábito que, al principio, parece tan inofensivo?

Pepe Fernández, presidente de Acirad, menciona cómo algunos de sus amigos incluso han cambiado de ciudad en busca de una vida más saludable. Esta experiencia me hace reflexionar sobre lo que haríamos para realmente mejorar nuestra calidad de vida. Un cambio de paisaje puede ser todo lo que se necesita, pero, al mismo tiempo, nos hace cuestionarnos nuestras raíces y amistades anteriores.

La visión de la juventud

La juventud, más que nunca, es vulnerable. La influencia del entorno y los patrones de consumo aprendidos desde pequeños pueden tener un impacto terrible y duradero en las siguientes generaciones. La realidades actuales nos cuentan que, al igual que el alcohol, el cannabis, la cocaína y las apuestas se han ido normalizando. “Es una lacra social”, apunta Pablo. Y esas palabras resuenan, ¿no crees?

Es preocupante que el acceso al alcohol no solo sea fácil, sino que se presente de forma glamorosa. ¿Cuántas veces hemos visto en las redes sociales imágenes de fiestas deslumbrantes donde el alcohol es el protagonista? El marketing alrededor de las bebidas alcohólicas es fuerte. Con precios asequibles y una atmósfera que invita a celebrar, la tentación se convierte rápidamente en adicción. Y a medida que se establece la relación cercana con el alcohol, otros problemas de adicción pueden surgir. Esta tendencia a la “normalización del ocio” puede convertirse en un ciclo vicioso.

Más allá del estigma

La recuperación del alcoholismo no es solo un desafío personal. No olvidemos que el apoyo de familiares y amigos es esencial, como menciona la psicóloga Jiménez. Sus grupos de apoyo en Acirad son un testimonio del hecho de que el amor y la comprensión pueden revolucionar la vida de alguien que está lidiando con la adicción. El estigma que rodea a aquellos que luchan contra el alcoholismo puede ser paralizante. En lugar de ayudar a estos individuos, a menudo se sienten juzgados y marginados. ¿Qué pasaría si cambiáramos nuestra forma de pensar y empezáramos a ofrecer asistencia y compasión en lugar de juicio?

La historia de Pepe y Pablo, quienes han enfrentado sus problemas con valentía, debería servir como inspiración, no solo para ellos, sino para todos nosotros. Como me gusta decir, la recuperación no es lineal; hay altibajos, pero es un camino que vale la pena recorrer.

Requerimos más recursos

Las asociaciones como Acirad no solo son pertinentes, sino necesarias. Los miembros de Acirad han solicitado más recursos y apoyo para sus programas, haciendo un llamado a la sociedad para que se tome en serio el problema del alcoholismo. La falta de locales y recursos puede limitar su capacidad de ayudar a aquellos que desean darse una nueva oportunidad. Pero, aquí va, un pensamiento inquietante: ¿y si el cambio comienza con nosotros? ¿Qué estamos dispuestos a hacer para generar conciencia?

Si observamos la prevención desde una perspectiva colectiva, nos daremos cuenta de que no se trata solo de los que ya están luchando contra la adicción, sino de educar a todos sobre el uso responsable del alcohol. Los hábitos que construimos hoy dictarán la forma en que convivimos en el futuro.

Conclusión: un llamado a la acción

Hoy, al conmemorar el Día Mundial Sin Alcohol, en lugar de enfocarnos en que tenemos una razón menos para beber, celebremos nuestra capacidad de disfrutar la vida sin la necesidad de una copa. Si hemos aprendido algo de las historias de quienes nos rodean, es que cambiar la narrativa es fundamental.

Al final del día, el verdadero desafío no radica en quitar el alcohol de nuestras vidas, sino en aprender a disfrutar de cada momento con auténtica alegría, ceñida a la conexión humana y la salud mental. Así que, ¿qué dices? ¿Te comprometes a tomar un respiro y unirte a la causa? Después de todo, la vida sin alcohol también puede ser una fiesta inolvidable. ¿Listos para salir a celebrar la vida… sin un trago?