La controversia en torno a la ocupación ilegal de inmuebles ha desencadenado una ola de emociones en la sociedad española, convirtiéndose en un tema recurrente en los medios de comunicación y en la retórica política. Detrás de esta narrativa, un protagonista ha emergido: la empresa Desokupa. En este artículo, vamos a desglosar cómo esta compañía está capitalizando el miedo, además de explorar las implicaciones de su colaboración con fuerzas de seguridad y militares. ¿Es realmente necesaria una defensa personal privada, o estamos ante un fenómeno más amplio de inseguridad percibida?

El fenómeno de la okupación en España: un análisis

Primero, es importante entender el contexto. La okupación ha existido en España por décadas, pero en los últimos años ha cobrado protagonismo en el discurso político y mediático. A pesar de que los datos judiciales no respaldan la idea de una crisis de ocupación desatada, muchos partidos políticos han logrado convertir este tema en un arma retórica. Yo recuerdo la primera vez que escuché algo sobre este tema: estaba en un café, y un grupo de personas comenzó a discutir acaloradamente sobre cómo la “okupación” estaba arruinando al país. Miré mi café, pensando en lo esencial que es tener un lugar donde vivir… ¿pero se puede construir una nación sobre el miedo?

La estrategia de Desokupa: ¿defensores o empresarios?

Desokupa, fundada por Daniel Esteve, ha encontrado su nicho en este clima de inquietud. ¿Cómo? A través de un enfoque innovador y ciertamente polémico. La empresa ha lanzado su propio «Club Desokupa», promoviendo cursos de defensa personal. Su mensaje es claro: las personas necesitan habilidades para defenderse, ya que el Estado no puede garantizar su seguridad. Pero, ¿de verdad es eso lo que la gente necesita?

A medida que aumentan las denuncias de okupaciones, Esteve ha llevado su negocio un paso más allá, formando a miembros de policía y militares en estos cursos de defensa personal. La idea es que, al enseñar a los futuros agentes de seguridad a «defenderse», se rellena un vacío que el gobierno, según ellos, ha dejado.

Esta manía por convertir el miedo en oportunidades de negocio me recuerda a una vez que fui a un seminario sobre motivación personal. El orador, un experto en «crecimiento personal», decía que debíamos «transformar el miedo en acción». Pero, ¿hasta qué punto es beneficioso transformar el miedo social en un negocio lucrativo?

¿Un Estado fallido o una exageración?

Las empresas como Desokupa han tejido una narrativa de que el Estado está fallando en su deber. Esto se convierte en un poderoso mantra que se repite en la sociedad. En un reciente evento, Esteve fue captado promoviendo sus cursos junto a consignas que gritan que “los ciudadanos deben tener el control de su propia seguridad”. Esto plantea la pregunta: ¿está desafiando esta empresa la legitimidad y la capacidad del Estado?

Las comparaciones con otros fenómenos sociales no son pocas. En Estados Unidos, por ejemplo, el negocio de la defensa personal también ha alcanzado niveles preocupantes, donde la gente se siente obligada a armarse para sentirse segura. ¿Es esto lo que nos espera en España? Un país donde la paranoia se convierte en la norma y la educación en defensa personal es algo común en nuestras vidas cotidianas.

La colaboración entre Desokupa y las fuerzas de seguridad: ¿una relación peligrosa?

Una de las juxtaposiciones más impactantes en este relato es la alianza entre Desokupa y diferentes sindicatos de policía y militares. En un momento dado, se firmaron convenios que permitieron a 30,000 agentes de la Policía Nacional recibir formación en defensa personal a través de Desokupa. Pero aquí es donde la historia se vuelve más sutil y, quizás, un poco más aterradora, porque plantea preguntas sobre la independencia de las fuerzas de seguridad y su relación con intereses empresariales.

Recuerdo cuando estaba en una discusión con amigos sobre la militarización de la policía, y uno de ellos expresó que, si los agentes ahora reciben formación por parte de empresas privadas, ¿hasta dónde llegará esto? ¿Estamos dispuestos a ver un futuro en el que el ejército y la policía estén sujetos a la economía del miedo?

Sin embargo, el Ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, ha calificado a estas empresas como «macarras y chulos de poca monta». ¿Podríamos estar ante un nuevo tipo de corporativismo donde el sector privado entra en áreas que deberían ser gestionadas exclusivamente por el Estado?

La amenaza del miedo: la mercantilización de la defensa personal

La clave del éxito de Desokupa radica en su capacidad para posicionarse en la mente de los ciudadanos como una solución a la inseguridad. “Proteger a tu familia nunca ha sido tan importante” – esta es la esencia de su mensaje promocional. Pero, ¿no es un poco extremo pensar que la solución a este problema sea comprar habilidades de defensa personal?

En la vida real, a pesar de que uno puede aprender algunas técnicas de defensa, la mejor defensa es, a menudo, evitar situaciones de confrontación. Aprender a decir «no», o tener un network de apoyo, es probablemente más valioso que un curso de defensa personal impartido por una empresa cuyo modelo de negocio estima que el miedo es su aliado.

El hecho de que el gobierno haya tenido que intervenir para anular ciertos acuerdos que Desokupa ha firmado muestra que, a veces, la política también se da cuenta de que estamos jugando con fuego. A medida que estas empresas se establecen en espacios tradicionalmente ocupados por el Estado, ¿cómo sabemos dónde termina la seguridad pública y empieza el interés privado?

El ecosistema de la ocupación y la defensa personal

Hay que considerar también el contexto más amplio del fenómeno de la okupación. Esta situación no solo involucra a los okupas y a los propietarios, sino que afecta la percepción pública de la seguridad, la vivienda y el bienestar social en general. La ocupación ha sido utilizada como una herramienta política por diversos lados, amplificando el miedo que siente la población.

En los últimos años, hemos visto un creciente número de manifestaciones en torno a esta temática, donde hombres y mujeres de a pie alzan su voz contra la ocupación ilegal, presionando para que el gobierno actúe. Este clamor, sin embargo, no siempre se traduce en una acción efectiva. Y aquí es donde Desokupa se ha insertado como una especie de “heroína moderna”, prometiendo soluciones rápidas y un alivio de la ansiedad colectiva.

La pregunta persiste: ¿podemos permitir que una empresa privada asuma un papel que podría ser considerado como una medida de seguridad pública? ¿De verdad son la solución, o son solo más ruido en un entorno ya tenso?

Hacia una reflexión crítica: educación y autoreflexión

La narración en torno a Desokupa y su auge es un recordatorio sobre la importancia de abordar nuestras preocupaciones sociales desde la raíz y no desde el miedo. Tal vez es hora de que, como sociedad, reflexionemos sobre las consecuencias de la mercantilización de la defensa y lo que esto significa para nuestra convivencia.

¿No sería mejor invertir en programas que aborden las causas detrás de la okupación? En lugar de ofrecer cursos de defensa personal, podríamos fomentar diálogos sobre la vivienda asequible y el derecho a un hogar. Quizás sea necesario centrar el esfuerzo en crear un entorno donde todas las partes se sientan seguras y valoradas, en lugar de permitir que el miedo dicte nuestras decisiones.

Conclusión: lo que nos depara el futuro

En conclusión, la historia de Desokupa es un fascinante, aunque perturbador, ejemplo de cómo los tiempos de inseguridad pueden dar lugar a nuevas oportunidades de negocio que no necesariamente benefician al conjunto de la sociedad. A medida que la empresa sigue aumentando su presencia en el debate público y formando a policías y militares, el verdadero desafío radica en cómo manejamos nuestras percepciones de seguridad y cómo elegimos responder al miedo.

Así que la próxima vez que escuchemos sobre la «crisis de la okupación» o sobre los nuevos cursos de defensa personal, detengámonos un momento. Reflexionemos sobre si es realmente miedo lo que nos motiva a actuar, o si hay otra manera de garantir la seguridad que no implique llenar los bolsillos de empresas que prosperen en la inseguridad de otros. ¿No creen que un enfoque más sólido para abordar estos problemas podría ser más útil en última instancia?