En la vida, a veces las cosas se precipitan tan rápido que resulta difícil mantenerse a flote. Lo sé por experiencia. Recuerdo un día que estaba disfrutando del sol en la playa y, de repente, el cielo se tornó oscuro en cuestión de minutos. Resultado: acabar empapado y corriendo hacia el coche. Pero lo que ocurrió en la tarde del 29 de octubre de 2023 en Valencia fue un emocionante thriller que, desafortunadamente, nadie vio venir.
Una riada que transformó la cotidianidad en un escenario postapocalíptico. ¿Cómo es posible que una serie de alertas rojas no haya servido para prevenir a la población? El trompetista Fede Crespo, que impartía su clase en Sedajazz, fue testigo de un evento que dejó su huella tanto en la comunidad musical como en la ciudad. Este artículo no solo explora este evento, sino que también reflexiona sobre la importancia de la información y la responsabilidad que todos tenemos en el manejo de emergencias.
La calma antes de la tormenta: un martes cualquiera en Valencia
Llamémosle «el martes que olvidamos». A las 19:00, mientras el trompetista se esforzaba por imprimir ritmo a su lección, la comarca de Horta Sur, con sus 472,000 habitantes, llevaba una vida normal. Nadie sospechaba lo que estaba a punto de suceder, a pesar de que la AEMET había lanzado alertas desde las 9 de la mañana. Aquí es donde entra en juego la pregunta del millón: ¿por qué no se toma en serio una alerta meteorológica hasta que el agua nos llega a la cintura?
Las autoridades, lejos de sonar alarmas y generar un pánico innecesario, continuaron con su día a día, ajustándose a la normalidad como si no hubiera mañana. Pero, como sabemos, la naturaleza a menudo tiene otros planes. La crecida del barranco del Poyo resultó ser un tsunami silencioso, dejando a todos en estado de shock.
¿Quién apagó la alarma? La desconexión entre la información y la acción
A las 12:20, el Centro de Coordinación de Emergencias de la Generalitat Valenciana lanzó un aviso de alerta hidrológica. La respuesta fue, en el mejor de los casos, tibia. Cuando el presidente Mazón comentó que la alerta roja permanecería activa hasta las 18:00, no sabía que esa resolución de tranquilidad sería, para muchos, un eco vacío. Las redes sociales, al igual que el agua en el barranco, absorbieron la información y, como un mal chiste, la borraron de la memoria colectiva. ¿Cuántas veces hemos estado allí, recibiendo información y no haciendo nada al respecto?
Más tarde, a las 17:40, la situación alcanzó un punto crítico: el caudal del barranco alcanzó niveles asombrosos. La gente continuó en su rutina, mostrando una desconexión inquietante entre los datos registrados y la percepción pública. En tiempos de inmediatez, parece que la importancia de los números a menudo se ahoga en el ruido diario.
La vivencia de Sedajazz: un refugio musical convertido en isla
Situada en La Torre, Sedajazz no solo es un centro de formación musical. En esa tarde fatídica, fue un refugio improvisado. Fede Crespo recuerda cómo no tuvieron tiempo para pensar: la escuela fue invadida por el agua en un abrir y cerrar de ojos. Imaginen la escena: un grupo de estudiantes de música, atrapados, escuchando la trompeta de su profesor mientras el agua iba cubriendo lentamente las tablas del suelo.
«Estábamos dando clase y vinieron a avisar de que un torrente de agua inundaba la calle», cuenta Crespo, con una mezcla de incredulidad y asombro. En menos de lo que se tarda en decir «¡Ay, mira, se viene una riada!», ya estaban evacuando instrumentos y alumnos a la planta superior. Un acto de supervivencia que nos recuerda que, en los momentos de crisis, es el instinto humano el que tiende la mano. Sin embargo, esto no evitó que muchos de sus preciados instrumentos quedaran destrozados.
El caos tras la riada: limpieza y desolación
Cuando la tormenta pasó y la alarma de Protección Civil sonó por fin, el desastre se había desatado. La escuela comenzó a evaluar los daños, y era evidente que el costo sería alto. Pianos, equipos de música, pizarras digitales, todo había quedado irreconocible. Crespo mencionaba que recuperar algo de esos recuerdos musicales sería complicado. La comunidad, al igual que cualquier colectivo cultural, se sentía herida, tanto moral como físicamente.
Pero lo que realmente apuñaló el corazón de todos fue la llegada de «merodeadores» en medio de la tragedia. «Mientras tratábamos de limpiar, encontramos a algunas personas que ya estaban recogiendo nuestros instrumentos», recuerda el trompetista. La idea de que en medio de la devastación haya quienes saquen provecho me lleva a reflexionar: ¿dónde queda el sentido común y la ética en situaciones así?
Reflexiones finales: ¿estamos realmente preparados?
La tragedia de Valencia nos enseña una lección valiosa sobre la importancia de estar alerta y actuar ante las advertencias. ¿Acaso no aprendimos suficiente después de cada desastre natural? La desconexión entre la información y la acción es un ciclo que parece repetirse.
En un mundo donde el tiempo es oro, dónde parece que un tweet diluye la realidad, necesitamos evolucionar y encontrar un balance entre la vida cotidiana y el respeto por la naturaleza. Al final del día, somos los que habitamos este planeta, y debemos ser responsables.
Para terminar, en estos momentos de crisis, mientras el agua sube y los sistemas fallan, es vital que recordemos que la comunidad, la música y la vida deben ser más resilientes. Cada melodía tocada en Sedajazz, cada nota que resuene en nuestras memorias, debe recordarnos que, a pesar de las tormentas, podemos construir un futuro armonioso. ¿Y tú, qué haces para estar preparado ante lo que venga?