Es difícil no sentir una punzada en el corazón al escuchar la historia de Fernando Herrera y su familia. Este hombre, que ha dedicado toda su vida a construir su hogar en la comunidad de Argana, en Arrecife, Lanzarote, enfrenta una terrible situación. Una vez más, la sombra del desahucio se cierne sobre él y sus seres queridos, y es como si estuviesen atrapados en una interminable rueda de sufrimiento. Pero, ¿qué es lo que ha llevado a esta situación? Acompáñame en este viaje por una historia que mezcla la historia local, la avaricia empresarial y el dolor humano.

Un hogar construido con esfuerzo y amor

La historia de los Herrera es emblemática de las luchas de muchas familias en España. Fernando nació en una de las seis casitas construidas por un grupo de feligreses para ayudar a las familias más vulnerables de Argana. Mi abuela solía decir que no hay lugar como el hogar, pero ¿qué pasa cuando tu hogar se convierte en un campo de batalla legal? La casa de los Herrera, que ha sido un refugio durante décadas, ahora enfrenta la amenaza de ser despojada, y todo por decisiones tomadas en un pasado que parecen ajenas a la realidad actual.

Los Herrera no solo habitan en una casa; han puesto sangre, sudor y lágrimas en cada rincón. Desde la construcción de un pozo hasta la instalación de electricidad, cada mejora fue hecha con su propio esfuerzo. A lo largo de los años, Fernando y su familia han visto cómo su hogar ha crecido, a pesar de las dificultades que enfrentaron en la infancia, como la falta de servicios básicos.

Imagine tener que hacer tus necesidades en un balde porque no hay agua corriente. La historia de Fernando es un recordatorio triste, pero verdadero, de que las historias de vida muchas veces son narraciones llenas de superación, pero también de sufrimiento.

El impacto de la venta del terreno en la vida de los Herrera

Todo se complica cuando la Diócesis de Canarias decide vender el terreno donde se encuentran estas ‘seis casitas’. La venta a una empresa mercantil, Juan Antonio Rivera SL, ha puesto en marcha un proceso que podría terminar con el desahucio de los Herrera. El contrato de compraventa que firmaron, en su afán de solucionar problemas económicos, parece haber traído más complicaciones a las que inicialmente podrían haber imaginado.

Y aquí es donde se pone un poco más oscuro. El título de comodato que tenían, un acuerdo que les permitía vivir en la casa, se extinguió con la muerte de la madre de Fernando en 2022, según argumenta la empresa. Fernando, quien no existía cuando se firmó el contrato original, se encuentra ahora en esa especie de limbo jurídico. Uno se pregunta: ¿Es esta la forma en que se valoran las vidas humanas, en términos de contratos y papeles?

El abogado de la empresa que representa a la mercantil alega que el derecho de uso solo se otorgó a los padres de Fernando. Entonces, ¿qué pasa con la familia que ha vivido en esa casa durante más de 60 años? Recuerdo cuando mi familia y yo tuvimos que mudarnos de nuestra casa de infancia. Fue devastador y, aunque no estaba en riesgo de ser desahuciado, cada vez que una de mis cosas esenciales se perdía en el proceso, sentía que parte de mi identidad se desvanecía.

La lucha de Fernando: ¿una historia de esperanza o resignación?

La realidad para Fernando es bastante cruda. “Estoy hecho polvo. Ahora tengo una ecografía del corazón porque me dio un infarto hace poco. ¿Qué más se puede hacer?” Su tono refleja una mezcla de resignación y desesperanza. Aquí no hay héroes ni villanos claros, solo personas atrapadas en un sistema que a menudo parece chisporrotear con avaricia y falta de empatía.

Lo que es más trágico es que Fernando no es el único en esta batalla. Las estadísticas sobre el desahucio son escalofriantes. Según la plataforma Stop Desahucios, al menos 1,068 casos de personas en riesgo de desalojo surgieron en Gran Canaria en el curso de 2024. Esto no es solo un número; son familias que enfrentan el miedo y la incertidumbre, un tema recurrente en épocas de crisis.

Cuando pienso en esto, me recuerda a la importancia de la comunidad. ¿Qué pasaría si más personas unieran fuerzas para ayudar a los que están luchando? En vez de ver a los demás como competencia, podríamos ser un soporte el uno para el otro. ¿No debería ser así en nuestra sociedad?

La política y el desahucio: un drama español

En un desenlace inesperado, el Partido Popular, Junts y Vox se unieron para rechazar un decreto que habría prorrogado la moratoria antidesahucios, poniendo aún más en riesgo a las familias vulnerables. La portavoz de la plataforma Stop Desahucios, Elena Suárez, advierte que esto podría desencadenar un aumento en los desalojos.

«Esto supondrá un aumento de los desalojos porque los recursos existentes no van a llegar a tiempo», dice Suárez. Imagínate un escenario donde la política parece jugar al ajedrez, pero las piezas en movimiento son familias viviendo en la cuerda floja. ¿Es ese el tipo de vida que realmente queremos para los demás?

El caso de los Herrera ilustra la precariedad de la situación. Las luchas por el reconocimiento de derechos, por la dignidad y por la simple necesidad de un lugar al que llamar hogar son batallas que muchos han enfrentado, solo que, en el caso de Fernando, parece que el tiempo se le agota. Así como mi amigo se sintió atrapado en su abuso de poder por parte de un arrendador, Fernando se siente de igual forma.

Reflexionando sobre la humanidad

Al final del día, la historia de Fernando y su familia no es solo una historia de lucha contra el desahucio. Es una representación del amor por la familia y el anhelo de un lugar al que realmente puedas llamar hogar. Es un recordatorio de que, aunque el sistema pueda fallar, la comunidad y el apoyo mutuo son más necesarios que nunca.

Dejemos de ignorar el sufrimiento ajeno y, en lugar de eso, aprendamos a ofrecer soporte. La historia de los Herrera subraya la importancia de ser empáticos y comprender que, aunque las circunstancias legales son complicadas, detrás de cada caso hay vidas y sueños en juego.

Al final del túnel, siempre hay una luz. Fernando ha decidido luchar. Y aunque la oscuridad que le rodea puede sentirse abrumadora, su historia es también una llamada a la acción para todos aquellos que no podemos permitirnos callar. La empatía puede ser un arma poderosa en la lucha por la dignidad. ¿No es eso lo que realmente nos hace humanos?

Así que, amigos, no se trata solo de una historia de desahucio en Lanzarote. Es un recordatorio de que cada uno de nosotros tiene el poder de hacer una diferencia en la vida de aquellos que nos rodean. ¿Estamos listos para escuchar y actuar?