En un giro inesperado de los acontecimientos, el mercado laboral español ha brillado en el tercer trimestre de 2024, logrando un aumento de 138,000 nuevos empleos que nos llevan a un récord total de 21,82 millones de personas ocupadas. Al mismo tiempo, el número de desempleados ha disminuido en unas 1,200 personas, quedando en 2,75 millones. ¡Vaya cifras! Aunque, como siempre en la vida, la historia es más compleja de lo que parece. ¿Estamos realmente celebrando un éxito o se oculta algo más?
Un vistazo a las cifras: ¿un causante de festejos o de preocupación?
Cuando escuchamos que el número de empleos ha crecido, es comprensible que queramos sacar las serpentinas de fiesta. Pero, ¿realmente deberíamos estar lanzó confeti al aire? Con el Producto Interior Bruto (PIB) creciendo al 2,3% en 2025, las proyecciones parecen optimistas, pero la situación real está pintada con matices más oscuros.
Por un lado, es cierto que la cifra de empleo suena fabulosa. Imaginen a un querido amigo que siempre llega tarde pero una vez llega, trae pizza y pasteles. La fiesta es un éxito, pero ¿qué tal estuvo la espera? Al analizar los nuevos empleos, encontramos que gran parte de ellos son, en el fondo, contratos temporalmente inciertos. Mientras celebra la gran cantidad de nuevos trabajos, no podemos obviar el hecho de que una buena parte de estos son contratos fijos-discontinuos y a tiempo parcial.
Un acuerdo postergado: la jornada laboral de 37.5 horas
Para complicar aún más el panorama, recientemente Yolanda Díaz, ministra del Trabajo, ha negociado con sindicatos para reducir la jornada laboral a 37.5 horas en 2025. Suena interesante, pero aquí es donde viene la parte divertida: a pesar de que se ha llegado a un acuerdo, parece que los empresarios no fueron invitados a esta fiesta. ¿No es un poco raro? Imaginen una reunión familiar en la que se decide qué comer sin preguntar a la abuela que siempre trae su famoso guiso. Esto podría provocar tensiones en el futuro.
Esto nos lleva a una pregunta interesante: ¿son suficientes estas medidas para arreglar los problemas estructurales del empleo en España, o simplemente son soluciones temporales que esconden un problema mayor? Como alguien que ha tenido que lidiar con situaciones en el trabajo en las que las soluciones aparentan ser adecuadas, pero a menudo carecen de profundidad, me da la impresión de que estamos ante un “dónde está el truco”.
La dura realidad de la temporalidad en el empleo
Ahora, no vamos a ser completamente pesimistas. Las cifras son, sin duda, estimulantes, pero la temporalidad permanece como uno de los caballos de batalla más difíciles en la lucha contra el desempleo. Un 59.3% de los contratos indefinidos que se firmaron en España entre enero y octubre de 2024 fueron a tiempo parcial o fijos discontinuos. ¡Si esto no es hacer malabares con contratos, no sé lo que es!
Está claro que el mercado laboral español es como un videojuego en el que, a pesar de obtener puntajes altos, siempre parece que estamos en el mismo nivel. Desde que se implementó la reforma laboral en febrero de 2022, se han visto cerca de 1.1 millones de personas firmando más de un contrato indefinido en un solo mes. Esto es casi un milagro… si a uno le gusta el Excel y las hojas de cálculo, claro.
Pero, ¿cuál es el partido real en este juego? La respuesta gravita hacia el cuestionable nivel de formación de los jóvenes. La elevada tasa de desempleo juvenil, que se sitúa en 26%, nos lleva a pensar: ¿hay un desajuste entre lo que se enseña en las aulas y lo que realmente demandan las empresas?
La educación: ¿la variable que falta?
Un informe de Randstad Research establece que España no solo está liderando el paro juvenil en la UE, sino que también presenta una de las tasas más altas de jóvenes con alta cualificación. En otras palabras, tiene una sorprendente proporción de universitarios (54%) y un número considerable de jóvenes con baja cualificación (23%). Esto significa que nos estamos olvidando de una cultura de formación “media”.
Es como tener una tienda repleta de exquisitos pasteles gourmet (los universitarios) y muchos flanes que no han sido probados (los que son muy poco calificados) y que, al final, dejan a los consumidores con poca variedad “intermedia”. A este punto, parece que necesitamos más pasteleros que hagan un poco de todo, ¿verdad?
A lo largo de los últimos 15 años, la economía española ha criado 2.5 millones de empleos de alta calificación, pero ha dejado atrás a 2.8 millones con baja calificación. Esto es como intentar llenar un tanque de gasolina con una manguera goteando. O mejor dicho, como intentar mantener una conversación sobre la vida con alguien que solo habla de sus gatos: se vuelve un poco monótono, ¿no creen?
Mirando hacia el futuro: ¿qué depara el 2035?
Aquí es donde se pone interesante: para 2035 se espera que dos de cada tres puestos de trabajo requieran un nivel educativo de alto nivel. ¿Estamos listos para esto? ¿Tienen tres años para mejorar el sistema educativo, subir las tasas de graduación y, tal vez más importante, crear un puente efectivo entre lo que se enseña y lo que se demanda en el mercado laboral?
Según mi experiencia, he visto a más de un amigo en su segundo año de universidad preguntándose qué demonios hace allí. Si los estudiantes no están alineados con el futuro mercado laboral, eso al final se convierte en una estafa bien disfrazada. Todos estos años de esfuerzo para acabar vendiendo papeletas en una rifa para el gimnasio local.
Admitámoslo, las expectativas son altas, pero la inacción podría convertirnos en uno de esos memes de “esto no debería estar pasando”. Así que, ¿dónde quedamos en este camino? ¿Vamos a cambiar la narrativa o simplemente estamos condenados a seguir escribiendo historias de empleo temporales pero con nombres rimbombantes?
La conclusión: un camino que aún queda por recorrer
Volviendo a la pregunta inicial, ¿realmente estamos fuera de la crisis? La respuesta es un sí… pero con enorme letra pequeña. A pesar de un crecimiento significativo en el empleo y un descenso en el desempleo, la precariedad y la falta de formación son obstáculos que siguen entorpeciendo el panorama laboral.
Es un placer asomarse y ver las cifras llameantes, pero sería un error pensar que todo está resuelto. La temporalidad en los contratos y el desajuste en la formación continúan siendo un reto a largo plazo. Mientras tanto, seguiremos celebrando cada nuevo empleo con una pizca de escepticismo, porque en este vibrante y a veces irónico juego llamado vida, siempre nos queda la pregunta de: ¿y ahora qué?