Si hay algo que nunca termina de sorprenderme en el mundo de la política —y créanme, he visto suficientes dramas en pantalla grande como para tener una perspectiva— es la sorprendente capacidad que tienen algunos políticos para meterse en líos que, en un sentido más cómico, parecen sacados de una serie de televisión. En este caso, como un buen thriller que se alarga más de lo esperado, el protagonismo lo tienen los escándalos de corrupción, que, a pesar de los intentos de encubrimiento, siguen dejando huella.

El Gobierno de Juanma Moreno, actualmente en el poder en Andalucía, ha sido el protagonista involuntario de un enredo más grande que un episodio de «La casa de papel». Y aunque hay quienes buscan dar un giro dramático a la narrativa —de esos que hacen que uno se frote las manos esperando un cliffhanger— lo que se ha revelado hasta ahora es más bien un lío administrativo de esos que avergüenzan (o no tanto, si se mira desde un punto de vista más humorístico).

¿Qué ha pasado realmente? Una mirada a los contratos sanitarios

Después de cinco años desde el inicio de la pandemia, los contratos sanitarios que se han prorrogado y desmenuzado en pedacitos evidencian que, a pesar de las acusaciones estruendosas, la cosa no es tan grave. ¿Es esto un escándalo? Aquí se podría discutir durante horas. Mientras que la acusación popular lanzada por el PSOE comparaba esto con el escándalo de los ERE, recordemos que la política a veces parece un mal guion de acción donde los malos son siempre los otros. Y lo que parecía el gran escándalo, tras las primeras páginas, fue desmoronándose como un castillo de naipes: «no dispone de indicio alguno» ha dicho un juez, y de repente, el escándalo se convierte en una escena cómica de confusiones judiciales.

Un esfuerzo titánico por encontrar escándalos

Es casi entrañable ver cómo algunos partidos buscan incansablemente un escándalo que exhibir, como un niño que busca un juguete perdido durante horas. Pero en este caso, el desgaste ha tenido un efecto contraproducente. En lugar de retratar al Gobierno como un nido de corrupción, parece que se han embarcado en una exhaustiva auditoría de sí mismos, mostrando que algunos han facturado más por su gestión del escándalo que por su propio rendimiento administrativo.

De hecho, si algo merecería una medalla es el esfuerzo del PSOE y sus intentos por desviar la atención hacia el Gobierno de Juanma Moreno mientras sus propios vestigios de corrupción siguen claramente visibles. Uno se pregunta, ¿no sería más fácil resolver sus propios problemas antes de señalar con el dedo?

Perdidos en el camino: el paraíso perdido de los escándalos

Más allá de los contratos sanitarios, el PSOE ha abordado otros temas espinosos. El caso del tanatorio en Mairena del Alcor y las polémicas sobre gastos de representación parecen más apéndices que escándalos de gran calibre. Y si todavía no les resulta indignante, tal vez esta pequeña anécdota les arranque una sonrisa: resulta que todo este revuelo por corrupción tan «colosal» tiene menos drama que una telenovela mala y, francamente, con mucho menos presupuesto.

Después de seis años, el balance es casi ridículo para un Gobierno: un contrato discutible y unos gastos de representación cuestionables. A veces me sorprendo cuestionando si toda esta polémica no es simplemente una oportunidad para el show en sí, una especie de teatro del absurdo en política, ¿no creen?

La mala racha de María Jesús Montero

Y aquí es donde la trama se complica aún más. María Jesús Montero —la líder del PSOE en Andalucía— ha tenido una «semana horribilis» que solo podría rivalizar con un capitulo final de una serie dramática. Mientras tanto, en medio de la vorágine de acusaciones y debates, ella se encuentra tratando de justificar la imposición de impuestos a los más bajos salarios, una tarea monumental que dejó a algunos periodístas preguntándose si no era una forma de amor no correspondido.

La realidad es que mucha de la atención se centró en su evasión a la sesión de control en el Congreso, donde su desaparición fue más notable que en una fiesta social con diamantes en el escote. Y claro, apareció en un mitin andaluz, lanzando acusaciones en términos de «derechismo populista». ¡Como si el hecho de que la gente no supiera que estaba ausente fuera realmente un truco sorpresivo!

La guerra interna

En medio de todo esto, el silencio de su jefe, Pedro Sánchez, es como un eco en excursión: nadie sabe exactamente hacia dónde se dirige. Desde la distancia, se observa a Montero enfrentando lo que podría ser considerado una verdadera gladiador deportiva del mal; mientras el PP la apoda SMI, ¿Señora Montero Insaciable? Un capítulo sobre cómo la política no es mucho más que un juego de ajedrez donde algunos siempre están buscando su próximo movimiento, pero en el tablero de la ética, parece perder su rumbo.

Los intentos de Montero por negociar con partidos como Esquerra sólo añaden más leña al fuego. En definitiva, la imagen de un Gobierno que debe lidiar con compromisos incómodos y una financiación singular para Cataluña hace que cualquier escándalo interno parezca una picardía de la infancia.

España y la corrupción: un problema crónico

No lo puedo evitar: al contemplar la situación actual de España, es difícil no pensar que la corrupción es un monstruo de múltiples cabezas. A través del tiempo, hemos visto cómo caen las cifras en la lista de transparencia internacional. La pregunta que se me ocurre es: ¿alguna vez habrá una solución clara para este enredo? ¿O esto es solo la forma en que funciona el «show» de la política?

Cada acusación y escándalo parecen confirmar una dura realidad: en un país donde la corrupción ha arraigado, cada debacle es solo un ladrillo más en la construcción de una casa donde en vez de un hogar, se ha establecido una galería de horrores. Con el PSOE enfrentándose a serios problemas de corrupción, ¿debieran ser ellos quienes apunten con el dedo al Gobierno andaluz?

El futuro: un misterio

Aún así, el futuro permanece misterioso. La política en España, más parecida a una serie de “fantasía y drama” que a un documental de la BBC, se despliega en giros dramáticos y sorpresas que nos dejan a todos a la expectativa de lo que vendrá.

Mientras tanto, algunos desde la distancia observamos el espectáculo, no con la esperanza de que se mantenga la honestidad o la moralidad, sino más bien con la idea de que, al menos, podamos mantenernos entretenidos en el camino.

Entonces, ¿significará esto que la política en España está condenada a verse atrapada en este ciclo? Lo sé. A veces me siento como el protagonista de una serie de televisión de la que no puedo dejar de ser espectador pese a que su trama suene cada vez más redundantemente desagradable.

Así que, mientras María Jesús Montero navega a través de aguas complicadas y el PP se reafirma en su apodo, me pregunto qué aprenderán de todo esto. Pero por ahora, solo puedo prepararme para el próximo episodio de esta fascinante y agridulce sátira política que es nuestra vida cotidiana. ¡Hasta la próxima, amigos!