En la actualidad, el vaivén político en España nos ofrece un espectáculo que a veces parece sacado de una novela de intriga, y la reciente actuación del presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, no es la excepción. La presentación de su nuevo plan para remodelar elExecutivo valenciano genera tantos interrogantes como respuestas. Y, siendo honestos, su discurso dejó a más de uno con la sensación de que hay algo más detrás de este intento de refrescar la imagen de un gobierno que, admitámoslo, no ha sabido lidiar con la crisis provocada por la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos). Entonces, ¿serán los cambios realmente la solución que necesita la comunidad? Vamos a analizarlo.
Un nuevo Consell para la recuperación: ¿promesas o realidades?
Mazón aseguró que su pretensión es crear un nuevo Consell para la recuperación, con una estructura “dinámica, moderna y eficiente”. Esto suena todo muy bonito, pero ¿quién no ha escuchado alguna vez a un político prometiendo una “nueva era”? La verdad es que muchos de nosotros hemos tenido experiencias con declaraciones grandilocuentes que no acaban llevando a ninguna parte. Pero seamos justos, también hay ocasiones en las que esas promesas se materializan.
La estrategia principal de Mazón parece ser la creación de una nueva vicepresidencia para la recuperación económica y social. La idea es que este nuevo puesto se convierta en el “corazón” de la gestión, encargándose de coordinar los fondos europeos y fomentar el empleo. Sin embargo, me pregunto: ¿qué va a cambiar realmente en términos de gestión? La implementación de acciones concretas es lo que realmente cuenta, y las palabras van dejando de tener peso.
La conselleria de Emergencias e Interior: un cambio necesario
Uno de los anuncios que más ha llamado la atención es la creación de una nueva conselleria de Emergencias e Interior. En tiempos donde la seguridad ciudadana es una preocupación creciente, especialmente tras la crisis de la DANA, parece un paso en la dirección correcta. Mazón ha subrayado que esta nueva conselleria se centrará únicamente en la seguridad de los ciudadanos, atendiendo a la prevención ante cualquier eventualidad.
Aquí es donde algunos pueden pensar que, como ciudadanos, hemos visto cómo este tipo de instituciones pueden ser tanto útiles como innecesarias. Recuerdo una vez, en una tormenta, que la emergencia no llegó a tiempo, y me sentí como en una escena de una película de terror en la que el protagonista corre sin rumbo, intentando escapar del caos. ¿Serán las intenciones de Mazón lo que finalmente brinde la protección que ansiamos?
Ahora bien, para comprender la magnitud de estas promesas, hay que poner en contexto a la figura de Salomé Pradas, actualmente responsable de Interior y Emergencias, quien no fue mencionada en el discurso. ¿Es realmente un gesto para desmarcarse de ella o simplemente ingenio político? Este silencio habla, y sugiere que la gestión ha sido cuestionada.
La cultura de la emergencia: una necesidad olvidada
Mazón también ha destacado la importancia de construir una cultura de la emergencia. Pero, aquí va mi pregunta: ¿podemos realmente construir esa cultura cuando hemos visto la eliminación de organismos que tenían esa misma función? Sería un poco como intentar levantarse tras una caída sin las muletas que alguna vez te ayudaron. El Contrapunto de este pensamiento es que muchas veces, las crisis son oportunidades para replantearnos nuestro enfoque. Sin embargo, el camino a seguir debe ser claro y efectivo, no una simple ilusión de cambio.
Personalmente, he pasado por situaciones que me han hecho reflexionar sobre las emergencias. Recibir la noticia de una tempestad repentina y ver cómo mi vida se interrumpe en un segundo, me hace entender que la capacidad de respuesta es crucial. A nivel político, necesitamos más que acciones esporádicas; necesitamos una estrategia de largo plazo que involucre a todos los actores sociales.
La sombra de figuras pasadas: un intento de redención
Un detalle que no ha pasado desapercibido es la presencia de Alberto Fabra y Gerardo Camps, figuras históricas del PP en la Comunidad Valenciana. La política suele ser un juego de sombras, y siempre me ha fascinado cómo viejos personajes resurgen tras cada crisis. Camps es un nombre que suena para unirse al nuevo Consell, preparado para la batalla en su rol como senador. Resulta casi cómico ver como los rostros del pasado vuelven a cobrar vida en un contexto de crisis actual.
¿Es esto lo que Mazón necesita, un reclamo al pasado para salvar la actualidad? Si su intención es frenar las críticas con un nuevo consenso entre viejos rostros, no se puede hacerse la vista gorda a la pregunta: ¿qué nuevas ideas pueden aportar aquellos que han sido parte de la problemática actual?
La urgencia política: ¿es suficiente?
Con las elecciones a la vista y un panorama político inestable, los cambios en el Consell se presentan como una estrategia para calmar las aguas. Algo muy común en el juego político, donde las decisiones se toman a menudo con un ojo en la popularidad y otro en lo que es realmente necesario. ¿Es que acaso no han aprendido de experiencias pasadas?
Me acuerdo de tiempos en que estaban los debates presidenciales. A medida que las elecciones se acercaban, los políticos parecían ofrecer opciones mágicas que nunca se cumplieron. ¿Estamos ante otro espectáculo de fuegos artificiales? Desde el punto de vista de la ética política, que no se confunda la necesidad de acción con el deseo de dar una imagen de movimiento. La ciudadanía ya está cansada de cambios superficiales que no responden a las exigencias de un contexto real.
Atención al ciudadano: una prioridad olvidada
La realidad es que la atención al ciudadano sigue siendo una necesidad prioritaria que en ocasiones parece olvidada. ¿Qué hay del día a día de la gente? Las grandes decisiones políticas tienen efectos en nuestra vida cotidiana que, irónicamente, las políticas de comunicación no suelen materializar. Mazón promete un nuevo camino para la recuperación, pero los ciudadanos, nosotros, necesitamos algo más que palabras y promesas.
La empatía en la política es fundamental. No podemos esperar que un cambio de estructura automatice la recuperación de una comunidad que ha sufrido durante tanto tiempo. Hay que escuchar las preocupaciones, analizar las voces de la calle, y llevar a cabo una gestión más cercana. Durante la tormenta, lo que más se necesita es un liderazgo que entienda y comparta las angustias de quienes no solo sufren las consecuencias de la naturaleza, sino también de la gestión.
Conclusión: ¿realmente estamos ante un cambio?
Al final del día, una pregunta queda flotando en el aire: ¿realmente estamos ante un cambio significativo con los anuncios de Mazón o simplemente ante una estrategia para ganar tiempo y amortiguar las críticas? La honestidad en la política es más que una necesidad; es un deber hacia los ciudadanos que ya han tenido bastante de promesas vacías y discursos pomposos.
Si la intención es la de generar un verdadero cambio, se deben aportar hechos tangibles que respalden estas anunciadas reestructuraciones. De lo contrario, la siguiente crisis no la detendrá un nuevo cargo o un nuevo rol en el Consell, sino un compromiso real y efectivo en favor de la ciudadanía.
Por último, no perdamos la esperanza, porque aunque la política puede ser un juego confuso y a menudo decepcionante, la participación ciudadana y la exigencia hacia nuestros líderes son la clave para una transformación. La inteligencia colectiva está del lado de quienes no se conforman con menos y siguen luchando por una gestión más justa y efectiva.