El pasado domingo, 22 de octubre, el Fútbol Club Barcelona hizo historia al imponerse por decimosexta vez consecutiva al Real Madrid en la Supercopa de España. Si creías que los partidos entre estos dos gigantes del fútbol iban a ser reñidos, prepárate para una revelación que dejó a más de uno con la boca abierta. Fue un encuentro que no solo reafirmó la superioridad del Barcelona en el fútbol femenino español, sino que también dejó claro que los goles no son solo números, sino momentos que marcan una generación.

La primera parte: un golpe de realidad para el Real

Desde el pitido inicial, quedó claro que el Barcelona no estaba dispuesto a dar tregua. Con un dominio absoluto en el campo, las chicas de Jonatan Giráldez impusieron su juego desde el primer minuto. La primera media hora fue un espectáculo en el que el Real Madrid, aunque intentó mantener la compostura, parecía más un espectador que un contendiente.

Recuerdo cuando, de niño, me soltaron en la cancha con mis amigos, todos armados con el balón y un sueño de ser Messi. Tras unos minutos de juego, yo era el niño al que le pasaban el balón y, ¡oh sorpresa!, siempre acababa en el suelo. La escena de este partido me recordó a esos días; un Madrid con ganas pero sin el rumbo claro y un Barça que simplemente hacía lo que le daba la gana.

Ewa Pajor hizo que la primera parte fuera un auténtico monólogo azulgrana al anotar dos goles casi consecutivos, dejando al El Madrid aturdido. El primer tanto llegó tras un disparo de Graham Hansen que encontró su camino tras un rebote desafortunado en la defensa del Madrid, un recordatorio de que el fútbol a veces es tan cruel como divertido.

Un segundo acto sin compasión

Con un marcador de 3-0 al medio tiempo, la cosa no podía volverse más desalentadora para las merengues. Visto desde la perspectiva del aficionado neutral, era un espectáculo más que entretenido. La pregunta que se me hacía en la mente era: ¿qué estaban pensando las jugadoras del Madrid mientras se marchaban al vestuario? ¿Quizás un “¿Qué estamos haciendo aquí?”.

La segunda mitad no ofreció un respiro ni una chispa de esperanza. La defensa del Madrid fue incapaz de contener los ataques del equipo catalán, que parecía moverse en una frecuencia diferente. El cuarto gol, obra de Patri Guijarro, selló una tarde que tuvo más pinta de entrenamiento que de final. Al igual que cuando íbamos al parque de pequeño a jugar al fútbol, había esos días en que, sin importar cuánto intentaras, simplemente no podías marcar.

El Madrid trató de ajustar algunas cosas, pero al final fue como intentar arreglar un coche sin saber de mecánica. La entrada de Eva Navarro y el resto no aportó el efecto deseado, y el Barcelona siguió acumulando ocasiones tras ocasiones. Alexia Putellas, con un gol en el minuto 84, cerró la cuenta y selló lo que muchos ahora llaman un superlunes para la afición culé.

Un partido de balonmano en el fútbol

En términos tácticos, el Barcelona mostró su capacidad de presión alta y dominio total de la posesión. Eran dueñas del balón, y esto no solo se tradujo en ocasiones, sino que también fue un ejercicio de defensa en el que el Madrid se quedó atrapado, como un pez en una red. Parecido a esos días en que intentas escapar de tus problemas, pero al final siempre terminas volviendo a ellos.

La sensación era que cada vez que el Madrid intentaba salir con el balón, el Barça respiraba por el cuello de las jugadoras. Tal fue el control que, en un momento dado, las jugadoras culés se acomodaron frente a la portería de Misa como si estuvieran en un juego de balonmano, lanzando disparos a puerta y dejándola sola.

El futuro del fútbol femenino: ¿una lucha sin fin?

Ahora, se abre un debate interesante: ¿qué significa esto para el futuro del fútbol femenino en España? Este triunfo, el decimocuarto título nacional en la historia del Barcelona, deja en el aire la pregunta de si hay lugar para una competencia real y para que otros equipos se acerquen a los niveles que ha establecido el Barça. ¿Se convertirá este dominio en un obstáculo para el crecimiento del deporte en general?

Mientras que el Barcelona parece estar en una constante búsqueda de la excelencia, el Real Madrid debe devanarse los sesos (y ojalá también en la práctica) para encontrar la manera de cerrar esa brecha. Los esfuerzos deben ser visibles, porque la afición demanda resultados, y no hay nada como el carisma de un clásico para despertar pasiones.

La Liga F está en una fase emocionante, y el crecimiento del fútbol femenino está encontrando cada vez más apoyo. Pero, como muchos de nosotros sabemos por experiencias tormentosas de nuestras vidas: tener que levantarse cada vez que te caes no es solo una frase cliché, es una verdad.

Reflexiones finales

Dejando de lado las cifras y las tácticas, lo que realmente importa es el significado detrás de esta victoria. El fútbol no se trata solo de ganar o perder; se trata de comunidad, de una afición que se une a celebrar victorias y a consolarse en las derrotas. En un deporte donde la base de fans se sigue expandiendo, el espectáculo del domingo fue una clara señal de que las balas y los goles son solo un reflejo de la dedicación, el esfuerzo y la pasión que cada jugadora pone en el campo.

Finalmente, en la vida como en el fútbol, nos enfrentamos a días agridulces. Algunos días perderás 5-0 y otros días levantarás trofeos. Así que, querido lector, mantén los pies en la tierra. ¡Y nunca olvides celebrar tus pequeñas victorias! Después de todo, aunque sea solo un partido de fútbol, cada tanto es un nuevo comienzo. ¿Quién sabe? Quizás la próxima vez que veamos a estos equipos enfrentarse, será el Real Madrid levantando la copa. Al menos, eso espero por el bien del espectáculo.