¡Hola, querido lector! Hoy quiero hablarte de un tema que nos toca a todos de forma directa: el estado de ánimo del ciudadano español en 2025, según la última macroencuesta publicada por EL ESPAÑOL. La verdad es que el panorama no es el más esperanzador, al menos si nos guíamos por ciertos números. Pero antes de que te desanimes del todo, vamos a explorar juntos esta realidad, a ver qué nos puede enseñar y, ¡por qué no!, intentar aportar algo de luz a este oscuro túnel.

El pesimismo en cifras: ¿realidad o percepción?

Según la encuesta, un asombroso 66,3% de los españoles cree que hoy en día el mundo es peor que en 2020. Pero, ¿realmente lo es? Negar que hemos pasado por momentos complicados sería vivir en una burbuja. Recuerdas los memes de los días de confinamiento donde todos nos prometíamos ser más productivos que nunca, mientras un trozo de bizcocho desaparecía en nuestra boca? ¡Ah, el arte de la autoengaño!

La cuestión es que, aunque la nostalgia nos haga ver el pasado como mejor de lo que realmente fue, hay un trasfondo aquí que no podemos ignorar. La sensación de que todo va en picada es compartida en muchos rincones de Occidente; nos enfrentamos a un desánimo que, según se dice, no es exclusivo de este país. ¡Así que levanta ese ánimo y sigue leyendo!

¿El tiempo realmente nos ha tratado tan mal?

Hablemos un poco de historia, que parece que se vuelve a repetir más que el experimento de ciencia en el que estuviste en secundaria (el que consistía en mezclar bicarbonato con vinagre, para los que no lo recuerdan). El siglo XX finalizó con aires de optimismo rotundos. La caída del muro de Berlín en 1989, el desmantelamiento de la Unión Soviética y mil razones más para pensar que estábamos en el camino correcto. Entonces, en qué momento comenzó nuestra espiral de desesperanza: ¿fue con el 11-S, una catástrofe que cambió la agenda mundial? La incertidumbre empezó a hacer mella en nuestros corazones.

A partir de ahí, no paramos. Entre los años 2007 y 2008, la crisis financiera nos demostró que a veces las cosas no son lo que parecen; y no te hablo de una película de Hitchcock. La burbuja de préstamos de aquellas entidades financieras se desinfló como un globo en una fiesta infantil. ¿Te suena esa vieja frase de «no hay mal que por bien no venga»? A veces parece que olvidamos que el paso del tiempo también trae consigo oportunidades.

La espada de Damocles del cambio climático

Y por si fuera poco, llegó el cambio climático, que ha pasado de ser el «próximo gran desafío» a una realidad que golpea la puerta de nuestros hogares como el vecino pesado que no sabe cuándo marcharse. Europa ha tratado de respondere a esta crisis con medidas rigurosas que afectan tanto a los sectores industriales como agrícolas. La dependencia energética de países volátiles como Rusia es como tener una relación tóxica con tu ex y seguir llamándolo porque «se siente seguro». Y así, sin quererlo, estamos contribuyendo a conflictos que no son nuestras peleas. ¡Deseando que 2025 nos traiga un poco más de luz!

El dilema de las oportunidades

Claro, no todo está perdido. Aun cuando la sensación de incertidumbre puede ser un veneno para el alma, también hay que reconocer que hemos visto avances significativos. Aumentar la esperanza de vida, disminuir la pobreza e incluso reducir los desastres naturales son algunos de nuestros logros en los últimos años. ¡Vamos, que los humanos hemos sido bastante productivos! Pero aquí viene el dilema: ¿por qué no nos sentimos bien al respecto? ¿Es una cuestión de percepción?

Esta desesperanza en la que estamos atrapados se alimenta de la idea de que, como individuos, nuestra capacidad de influencia es mínima. Al final del día, nos preguntamos: ¿realmente qué puedo hacer yo para cambiar un mundo que parece estar fuera de control? La respuesta podría estar en pequeños actos cotidianos. Y aquí es donde la magia puede comenzar.

La era de los líderes populistas

Una de las consecuencias directas de este pesimismo ha sido el surgimiento de líderes populistas que prometen cambiarlo todo de la noche a la mañana. Su retórica apela a nuestros temores más profundos y a esa angustia por un futuro incierto. Pero, ¿realmente tienen la solución? La respuesta será revisada por la historia en el futuro, cuando la tormenta mediática que genera su presencia se haya disipado, y los ciudadanos sean capaces de pensar críticamente sobre lo que realmente se erige como soluciones efectivas.

En momentos como estos, es fácil dejarse arrastrar por la corriente del escepticismo. Pero el desafío consiste en mantener una postura crítica y exigir que nuestros líderes y medios de comunicación trabajen para dotar de transparencia a sus discursos. Y aquí entramos a un juego de palabras: ¿deberíamos seguir¡ ciegos, o levantar la vista y buscar alternativas?

La responsabilidad de los medios de comunicación

Hablando de medios, es vital que en un año como 2025, se reconozca nuestra responsabilidad como ciudadanía. En EL ESPAÑOL sabemos que, para dar un giro, es esencial combatir la idea de que «nada puede cambiar». Si bien el pesimismo puede parecer abrumador, se puede combatir con información veraz y un enfoque positivo. Pero no podemos hacerlo solos. Necesitamos una colaboración activa entre los medios y el público para crecer juntos y romper esa espiral de desesperanza.

Si algo hemos aprendido con esta crisis es que la libertad de información nos brinda herramientas para evaluar y actuar. Un ciudadano informado es un ciudadano empoderado. Así que te animo, estimado lector, a investigar más sobre temas que te preocupan, questionar lo que te presentan como «verdades universales» y, sobre todo, buscar siempre una solución que también puede radicar en el nivel local.

Mirando hacia un futuro esperanzador

No todo en la vida es negativo. Lo que necesitamos, quizás, es un cambio de perspectiva, un enfoque que nos permita ver lo bueno donde antes había sombras. ¿Alguna vez has disfrutado de un delicioso café en un día nublado? Las nubes pueden estar ahí, pero eso no evita que podamos disfrutar del momento. Así es como deberíamos mirar el futuro: con una dosis de realismo pero sin dejar de lado el ímpetu del optimismo.

Podríamos decir que, en efecto, algunas circunstancias a nivel global han empeorado, pero las posibilidades de acción siguen allí. Dependemos de nosotros para ser la chispa que encienda el cambio. La capacidad que tenemos como sociedad para avanzar, para adaptarnos y para encontrar alternativas a los desafíos actuales es inmensa.

Es así como llegamos al final de este artículo. Puede que el camino hacia un 2025 más brillante esté lleno de obstáculos, pero no dejemos que esto nos detenga. En vez de dejarnos atrapar por el pesimismo, tomemos la iniciativa. El futuro no es simplemente algo que nos sucede; es algo que construimos cada día. Así que levantemos la vista, enfrentemos nuestros miedos, y avancemos. Que el 2025 esté lleno de posibilidades, cambios y, por supuesto, un buen sentido del humor.

¿Y tú, cómo te sientes respecto a lo que viene?