La semana pasada, mientras trataba de ponerme al día con los resultados de la LaLiga y seguía el curso del Atlético de Madrid, no pude evitar acordarme de aquellas tardes de domingo en las que el fútbol se convertía, para mí, en un ritual. Recuerdo estar acurrucado en el sofá, con un bocadillo de jamón y queso en una mano y el mando de la tele en la otra, sintiendo la emoción y la angustia que el Cholo Simeone siempre parecía provocar en sus jugadores. Pero, ¿qué pasa cuando ese tal Cholo no está presente en el banquillo, como ocurrió en el enfrentamiento de la Copa del Rey contra el Marbella? Vamos a adentrarnos en la historia de cómo el equipo se las arregló sin su característico líder.

Sin el cholo, pero con toda la plantilla

Esa calma casi zen que se veía en el banquillo del equipo durante el último partido contra el Marbella fue, sin duda, un cambio notable. No tener la figura explosiva de Simeone al lado haría que cualquier equipo se sintiera como un globo desinflado en una fiesta de cumpleaños. Pero aquí estaba Nelson Vivas, el segundo entrenador, con su actitud contemplativa y estudiada. Al menos faltaba el “mental coach” en negro que todos hemos llegado a conocer como el Cholo.

¿Qué tan importante es la figura de un entrenador en el campo? Es como intentar hacer una paella sin azafrán: no importa cuánto esmero le pongas, no tendrá el mismo sabor. El Atlético se presentó en el campo y, aunque sus jugadores no mostraron la misma intensidad que con su entrenador habitual, dieron indicios de que aún podían mantener el rumbo.

La alineación del Atlético: un nuevo comienzo

Bajo el arco, el argentino Musso se hacía cargo de la portería, sustituyendo al capo Oblak, quien se había convertido en una referencia de seguridad para los colchoneros. Y si pensabas que la experiencia sería la clave para los rojiblancos, te sorprenderías al saber que Nahuel Molina en la titularidad parecía tener un papel muy importante al desplazar a Marcos Llorente. La competencia es un motor, y Simeone siempre ha sabido aprovecharla.

El Marbella, mientras tanto, se presentaba con una actitud un tanto suicida, estirando la línea del fuera de juego hasta casi el centro del campo. Podrías pensar que jugar en casa les daría ventaja, pero honestamente, estaba claro que estaban un paso y medio por detrás. La línea del fuera de juego no es un juego, amigos; es un arte.

La primera mitad: Dominio colchonero

Desde el inicio, el Atlético puso a disposición del Marbella un sinfín de oportunidades. Giuliano y Javi Galán movían el esférico como cuchillos en mantequilla, generando una danza de ataques fulminantes por los costados. ¿Recuerdas esa sensación de fluidez cuando estás en una clase de baile? Así se sentía el ataque del Atlético, hasta que llegó el momento del primer gol.

Griezmann, quien después de un rechace de Giuliano, encontró la red de esa situación caótica. ¡Qué alegría, qué serenidad para el equipo! -me imaginaba a Simeone saltando de la emoción- pero también llena de ironía, porque, subtitulado, él no podía estar ahí gritando de euforia.

La dualidad de ser el mejor y no lograr más

La primera mitad dejó claro que el Atlético era un equipo superior, pero también resaltó una realidad más cruda. Aunque llevaban el dominio del juego, el segundo gol se convertía en una entelequia: un coto vedado. ¿Cuántas veces hemos visto un juego en el que lo más difícil resulta ser marcar aquel segundo gol cuando has dominado? Es como si los jugadores se adormecieran bajo la presión de la victoria y el entrenador no estuviera allí para azuzarlos.

La cantidad de ocasiones erradas era una tristeza del nivel de un gato que cae de pie. Las nulas intervenciones del portero del Marbella, junto a los fallos del Atlético, se convertían en un recordatorio de que a veces, el fútbol es más que una pieza de estrategia; es un juego de desgaste psicológico.

La contribución de De Paul

El argentino Rodrigo De Paul se convirtió en el protagonista ineludible de esta travesía. Ha sido un mes excepcional para él: combinaba, asistía, remataba. Sin embargo, un gol anulado por un toque de mano -una imagen que se repetirá sin duda en nuestras noches de charla sobre fútbol- revelaba la locura del VAR, haciendo que uno se preguntara si estábamos realmente volviendo a la era pre-VAR.

Pero el Marbella no pudo retroceder. El equipo atlético seguía presionando y creando ocasiones. Un disparo al poste, de nuevo de De Paul, como una metáfora visual de un lanzador en la MLB que, a pesar de golpear un buen lanzamiento, se queda con las manos vacías.

Un final de Mundial en el Área

Como una carrera de maratonista que falla en la línea de meta, el Atlético continuó creando oportunidades tras oportunidades. Correa, Sorloth… la lista de fallos se hacía interminable. No es que no quisieran ganar, pero aquella maldición del «no se logra el segundo gol» seguía atormentando a la afición, y me atrevería a decir que incluso a los jugadores.

Y, en la medida en que la hora se acercaba a su fin, la tensión empezó a tomar control del partido. Sentí que podría oír los latidos de la afición resonando en mi pecho, porque -seamos honestos- a veces ver al Atlético jugar puede convertirse en una experiencia cercana a un ataque al corazón.

La mentalidad de ‘sufrir’

A lo largo de los años, el Atlético ha estado marcado por una mentalidad de lucha y sufrimiento. Creo que esos sentimientos son un poco parte del ADN insignia que Simeone ha impregnado en el club y que trascienden más allá del campo, como esos hábitos familiares que no podemos evitar. Y claro, todos nos dirigimos nuevamente a ese cliché que dice que «la vida no es justa» cuando con el fin del partido continuamos bastando en la imagen del Atlético: un equipo que, aunque superior, no logra cerrar el partido.

Reflexionando sobre la próxima

A medida que reflexiono sobre la experiencia del club en esta jornada, no puedo evitar pensar en la forma en que la ausencia de Simeone se dejó sentir en los momentos más cruciales. Es un recordatorio de que incluso los equipos más fuertes pueden tambalearse en la falta de un buen liderazgo.

Ahora queda la pregunta en el aire: ¿será suficiente el talento presente en el equipo para sostenerse en el camino que tienen por delante? Más emocionante aún: ¿podrán aprender a marcar ese segundo gol sin la constante energía del Cholo ahogándolos cada 10 minutos?

Mantente atento y disfruta del espectáculo, que el fútbol siempre tiene algo inesperado, como la vida misma. Tal vez un día podamos ofrecer una respuesta definitiva a lo que realmente significa jugar sin Simeone, pero hasta entonces, solo queda seguir disfrutando de las montañas rusas que nos regalará el Atlético en el futuro. 🏆⚽


A medida que terminamos esta discusión, me encantaría escuchar tus opiniones. ¿Crees que el Atlético puede seguir adelante sin el Cholo? ¿Qué tan relevante es un entrenador en su rendimiento general? ¿Te animarías a ver un partido en donde ellos o, a quien sea de tu preferencia, se coloquen como cabezas de cartel en una Copa? ¡Déjamelo saber!