El 28 de diciembre de 2004, España dio un paso trascendental: se aprobó la Ley Integral contra la Violencia de Género. ¿Quién habría pensado que un simple día de invierno, justo antes de las festividades navideñas, se convertiría en un hito histórico para nuestra sociedad? En su esencia, llevaba la promesa de cambiar la narrativa sobre un tema que, hasta entonces, se trataba como un problema meramente doméstico. Pero como en toda buena historia de transformación, el camino no ha estado exento de desafíos, críticas y la necesaria evolución del pensamiento colectivo. Así que, acompáñame a desmenuzar este fenómeno que ha impactado la vida de tantas mujeres y familias.
Desde la invisibilidad hacia el reconocimiento
Antes de que se promulgara esta ley, el discurso sobre la violencia de género estaba más centrado en las variables domésticas: peleas conyugales, conflictos familiares y típicos “crímenes pasionales”. Recuerdo la conversación que tuve con mi abuelo, un hombre de la vieja escuela que, en su día, consideraba estos asuntos como “problemáticas privadas”. Claro, la perspectiva ha cambiado, pero el hecho de que aún existan ecos de ese pensamiento hace que sigamos en una lucha constante por romper con los moldes del pasado.
Algunos dirán que se trataba de un mal menor, pero Miguel Lorente, exdelegado del Gobierno contra la Violencia de Género, nos recuerda que este enfoque respondía a una visión cultural donde ciertas conductas eran toleradas. Una de las frases más elocuentes de la ley dice: “La violencia de género no es un problema que afecte al ámbito privado”. Esto marcó el inicio de un proceso que no solo abarcó la protección hacia las víctimas, sino que también promovió un cambio significativo en la concepción social de la violencia machista.
El impacto de la ley en los números
Desde la implementación de la ley, se han registrado avances notables en varios frentes. En la última década, el número de mujeres asesinadas a manos de sus parejas ha disminuido, pasando de un promedio de 62 al año en los primeros diez años a 51 en la última década. Pero, como cualquier buen detective de la vida real (o como un mal detective de novelas de misterio, ustedes eligen), sabemos que las cifras son solo la punta del iceberg.
Las denuncias han aumentado exponencialmente, reflejando un cambio en la percepción de las mujeres respecto a su situación. Casi 200.000 denuncias se presentaron en 2023. No obstante, es importante resaltar que estas cifras solo capturan a una fracción de las víctimas reales. La Macroencuesta de 2019 indicó que el 32% de la población femenina ha enfrentado violencia de género. ¡Eso son muchas historias de sufrimiento y valentía que aún permanecen en la sombra!
Desigualdades en la protección: una lucha en el ámbito judicial
Sin embargo, no todo es un camino pavimentado y libre de obstáculos. Algunas jurisdicciones han sido acusadas de rechazar hasta el 70% de las órdenes de protección. ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI tengamos un sistema judicial tan desigual en su respuesta ante este problema? Mi vecino, un hombre amable, siempre dice que “la justicia debería ser igual para todos”, pero claro, parece que a veces la realidad se olvida de ese principio.
La magistrada Cira Domínguez comenta que el acceso a juzgados especializados en violencia de género sigue siendo un reto, y cerca de un 36% de las víctimas aún no pueden beneficiarse de ellos. Muchos coinciden en que la formación y la especialización de los jueces son aspectos cruciales que deben ser abordados de manera urgente.
¿Por qué hay tantas órdenes de protección denegadas?
Lo que me lleva a reflexionar: ¿será que el sistema se encuentra colapsado? Las estadísticas indican que, aunque el número de denuncias ha crecido un 46,9% desde 2009, las órdenes de protección dictadas han evolucionado de manera dispar. Hay un 31% de órdenes de protección que son rechazadas en 2023, lo que es un verdadero rompecabezas. Y aquí viene mi pregunta retórica: ¿acaso las vidas de las mujeres que sufren violencia no merecen un mayor compromiso por parte de las instituciones?
Es aquí donde la empatía se vuelve fundamental. ¿Podemos imaginar lo que significa para una mujer dar el valiente paso de denunciar a su agresor, solo para encontrarse con la puerta cerrada del juzgado? Esa impotencia se siente en los relatos de tantas mujeres que se ven atrapadas en un ciclo de violencia y búsqueda de justicia. Es esencial escuchar y atender sus necesidades en todas las etapas del proceso.
Más allá de la ley: el papel de la sociedad
La ley no es un destino, sino un punto de partida. El Pacto de Estado contra la Violencia de Género, aprobado en 2017, integró más de 200 medidas para luchar contra este flagelo, aunque su implementación ha enfrentado problemas presupuestarios y recortes en muchas comunidades. Ahí es donde la sociedad civil tiene mucho que decir y hacer. Nuestros roles como ciudadanos no se limitan a las votaciones cada cuatro años; debemos ser partícipes proactivos en la construcción de un entorno seguro y solidario para todas.
Un buen amigo mío, un ferviente defensor de los derechos humanos, siempre dice que la concienciación social debe comenzar desde la educación. ¿A quién no le ha tocado escuchar comentarios despectivos o comentarios que minimizan el tema durante una conversación casual? Claro, gran parte de esta cultura se asienta en las mismas bases que la violencia de género: la creencia de que ciertas conductas son aceptables o inevitables.
Avances necesarios en la protección de hijos e hijas
Es fundamental resaltar que, desde 2015, los hijos e hijas de mujeres víctimas de violencia son reconocidos como víctimas directas. Este cambio ha sido un gran avance, pero aún queda un camino largo por recorrer. Existen casos inaceptables en los que los testimonios de las madres son desestimados, lo que lleva a escenarios trágicos que marcan la vida de una familia para siempre.
La violencia de género es multifactorial y afecta no solo a la madre, sino también al núcleo familiar. Hace poco, una amiga me contaba sobre una situación en la que la justicia no tomó en cuenta las preocupaciones de una madre sobre el bienestar de sus hijos durante un proceso de custodia. La historia de cada mujer es única, pero todas comparten la misma lucha por ser escuchadas y protegidas.
Mirando hacia el futuro: desafíos y oportunidades
A medida que celebramos dos décadas de la ley, es preciso mirar hacia adelante, preguntarnos qué falta y cómo podemos contribuir. El compromiso del Estado con la prevención debe ser alegremente recordado, pero también criticado cuando no se materializa. La educación es, y siempre será, la raíz de un cambio duradero. Mejorar la formación de los profesionales que están en contacto con las víctimas es crucial, así como sensibilizar a toda una generación sobre la importancia de la igualdad de género.
Ser parte de la solución no es solo un compromiso de las instituciones; es una responsabilidad que descansa sobre todos nosotros como sociedad. La solidaridad no es solo un lema; debe ser un principio guiador en cada acción que tomemos. Porque al final del día, cada vida cuenta, cada voz importa y, sobre todo, cada acción puede marcar la diferencia.
Así que, ahí lo tienen: 20 años de la Ley de Violencia de Género en España, una historia de lucha y transformación. Pero la historia no termina aquí. Nos toca a todos seguir presionando por el cambio, ser un altavoz de la realidad que viven muchas mujeres y abogar por un futuro donde la violencia de género sea solo un mal recuerdo. ¿Estamos listos para continuar esta batalla? Es momento de actuar.