En un mundo en constante cambio, donde la economía parece ser un juego de ajedrez en el que todos se apoyan en sus respectivas estrategias, uno de los personajes más controvertidos de la política estadounidense, Donald Trump, vuelve a tomar protagonismo. Si ya lo hizo en su primera campaña presidencial con su famosa frase “America First”, se encuentra ahora en la senda de la segunda, donde promete revivir sus viejas tácticas económicas. Pero, ¿realmente entiende lo que está en juego? ¿Estamos ante el preludio de una nueva guerra comercial? Vamos a desentrañarlo.
¿Por qué el déficit comercial afecta tanto a Trump?
Desde su campaña electoral de 2016, Trump ha mantenido una fijación casi obsesiva con el déficit comercial de Estados Unidos. De hecho, algunas personas podrían pensar que tiene un cuadro en su oficina en el que apunta cada día cómo le va a su «miserable» déficit. Este detalle, que muchos consideran trivial, se ha convertido en una de las piezas clave de su narrativa política.
A menudo, se ha referido al déficit comercial como un marcador de la «mala fortuna económica» de Estados Unidos. Es como si estuviera sugiriendo que, si solo pudiéramos vender más de lo que compramos, todo estaría perfecto en este mundo. ¿Pero realmente eso es así?
Para entender la lógica detrás de esta obsesión, primero debemos asumir la premisa básica que Trump defiende: comprar más de lo que vendemos equivale a “ayudar” a otras naciones a expensas de la economía estadounidense. En su mente, esto se convierte en un acto de patriotismo. Sin embargo, economistas como Adam Smith y David Ricardo, figuras emblemáticas del pensamiento económico clásico, han demostrado desde hace siglos que el comercio libre beneficia a ambas partes involucradas en las transacciones comerciales. Es decir, cuando nosotros compramos cosas, no solo “perdemos” dinero. También estamos obteniendo productos y servicios que mejoran nuestra calidad de vida. Un enfoque curioso, ¿no crees?
El impacto del proteccionismo: aranceles y más aranceles
Durante su primer mandato, Trump implementó una serie de aranceles que tuvieron repercusiones no solo en Estados Unidos, sino también a escala mundial. Uno de los más sonados fue el impuesto a las importaciones de acero y aluminio, principalmente dirigidos a China. Este movimiento no solo alteró el comercio bilateral, sino que también generó una serie de retaliaciones por parte de los países golpeados por sus políticas. ¡Y así es como nace una guerra comercial!
Recuerdo una conversación que tuve con un amigo economista en una cafetería. Él comentaba que “los aranceles son como un boomerang, que, si no tienes cuidado, puede volver a golpearte”. Probablemente, aquellas palabras se materializaron cuando los aranceles a la aceituna negra y el aceite de oliva españoles se convirtieron en una realidad. ¡Imagínate la decepción de los amantes de la tapa en EE.UU.!
En la campaña del 2024, la guerra comercial no parece ser solo una posibilidad, sino una eventualidad. Trump ya ha anunciado nuevos aranceles sobre productos automotrices que podrían entrar en vigor en 2025. Pero aquí surge un nuevo interrogante: ¿realmente esta medida mejorará el déficit comercial? Analicemos esto con un poco más de profundidad.
¿La historia se repite?
Si observamos el déficit comercial en Estados Unidos durante las distintas administraciones, notamos algo curioso. Desde el 2000, el déficit ha alcanzado niveles que pueden asustar a cualquiera, superando en múltiples ocasiones el 4% del PIB. ¿Y qué pasó cuando Trump llegó a la Casa Blanca? El déficit se mantuvo estable alrededor del 4% – 4.5%. Con todo el ruido que hizo durante su mandato, no se tradujo en una reducción significativa.
Es como un ciclo de nunca acabar. Primero, hay promesas estruendosas de que se va a acabar con estas asimetrías; después, se implementan aranceles y, finalmente, nos encontramos en la misma situación al cabo de unos años. Si no funciona, ¿por qué intentar de nuevo algo que ya sabemos que no trae resultados?
Un dato curioso: si comparas el déficit comercial con las políticas de los gobiernos, parece que no hay una correlación clara entre el partido en el poder y la magnitud del déficit. Así que quizás Trump deba replantearse si sus estrategias están, de verdad, ajustándose a la realidad.
Las diferencias con Biden: ¿un nuevo capítulo?
Ahora bien, con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, el déficit comercial ha continuado subiendo. Si el déficit en el último año estuvo alrededor del 4.1% del PIB, eso ha dado a los fanáticos de Trump una razón más para justificar su agenda protectionista. La idea de que este fenómeno económico es un problema que afecta a la próxima generación ha servido de gasolina para el fuego de la retórica electoral.
Claro, la actual administración ha señalado estímulos económicos que han mantenido la economía estadounidense a flote durante la pandemia. Sin embargo, ¿pueden realmente los aranceles lograr solucionar un déficit comercial que ha sido una constante en la economía estadounidense desde hace décadas?
En el fondo, parece que todos se olvidan de que el comercio no es un juego de suma cero. Cuando compras algo de otro país, simplemente obtienes un producto o servicio a un mejor precio o de mejor calidad. Una perspectiva más amplia podría hacernos ver que el éxito no se mide solamente en términos de exportaciones e importaciones.
Los posibles escenarios de una nueva guerra comercial
Si hay algo que sabe hacer Trump, es generar incertidumbre. Su primera administración fue un ejemplo de cómo la política comercial puede influir en mercados globales, pero ¿qué podemos esperar esta vez? Aquí hay algunos posibles escenarios:
1. Enfrentamientos con China
No sería sorprendente ver un aumento en las tensiones con China, dada la importancia de este país en el déficit comercial estadounidense. En 2024, el déficit con China y Taiwán representa cerca de un tercio del déficit total. Eso es una gran razón para que Trump le eche el ojo a esta relación. Pero, al final del día, ¿qué podría ganar Trump al lidiar con un país que posee tanto poder económico?
2. La situación con México
No hay que subestimar la relación de EE.UU. con México, que se encuentra en el segundo lugar en términos de déficit. Trump siempre ha tenido un ojo bien puesto en su vecino del sur, por lo que no sería extraño ver un aumento en las tensiones comerciales.
¿No es irónico que un país que produce tantos productos a tan buen precio termine en el centro de estas disputas? ¡Si la calidad del aguacate se viera afectada, eso sí que desataría una guerra de verdad!
3. Bobcats y tigres
Aún así, otros países podrían ver su relación con EE.UU. tambalearse. Japón, Corea del Sur y Alemania ya están en el radar. Sin embargo, la respuesta que recibirán podría ser igualmente ruda, especialmente porque muchos de ellos han tenido la misma política de aranceles hacia EE.UU. o han considerado aumentar sus tarifas.
Conclusiones: ¿trump 2.0, un nuevo ciclo o un ciclo infinito?
Así que aquí estamos: un nuevo ciclo de la era de Trump se avecina, y aunque su obsesión por el déficit comercial sigue muy viva, queda la pregunta: ¿realmente hay medidas efectivas que se puedan implementar para cambiar el rumbo? La historia sugiere que, al menos hasta ahora, sus movimientos han sido más simbólicos que efectivos.
La política económica puede ser un juego complicado**, y, al final, la búsqueda de un equilibrio puede ser más efectiva que el canto de sirena de los nacionalismos. Si bien es acertado reconocer y querer mejorar el déficit, hay que ver el panorama completo y recordar que el comercio es una relación en la que ambas partes deben beneficiarse. Tal vez, eso ayudaría a Trump a entender que no todo se resuelve a base de aranceles.
¿Y tú? ¿Qué opinas de las estrategias comerciales de Trump? ¿Crees que será capaz de cambiar el escenario que tantos años ha presentado Estados Unidos? ¡Déjanos saber tus pensamientos en los comentarios!