La reciente catástrofe que asoló a la Comunidad Valenciana ha dejado una huella imborrable en su gente y en su paisaje. Los lodos marrones que cubren las calles son un recordatorio constante de la tragedia que ha golpeado a esta región. Mientras me sumía en la lectura de diversos artículos sobre el tema, una reflexión me llegó a la mente, como ese evocador aroma de café que nos trae memorias confusas: ¿estamos realmente procesando el dolor o lo estamos utilizando como arma para el debate político?

Pongámonos en contexto. Doce días después de la devastadora inundación, Valencia ha visto surgir no solo un paisaje de tragedia, sino también un campo de batalla político. Con una economía local que ha quedado desolada por las lluvias inesperadas y un número de muertos que asciende a cerca de 250, en vez de unirnos en la tragedia, hemos decidido, como sociedad, dividirnos. ¿Es que acaso el dolor colectivo ha perdido su poder sanador?

La manifestación silenciosa: ¿una voz del pueblo o un eco de intereses?

El encuentro en Valencia, argumentado como una manifestación “silenciosa”, terminó convirtiéndose en un grito desaforado de descontento. Recuerdo mi primer contacto con la política, cuando, emocionado, asistí a una protesta con amigos. El entusiasmo de cambiar el mundo comenzó a desvanecerse cuando me di cuenta de que aquellos que gritaban frente a mí no tenían la intención de dialogar; más bien buscaban llevar sus propias agendas. ¿Es eso lo que estamos presenciando ahora?

En medio de un mar de personas que llegaron para condenar la gestión del desastre, algunos decidieron gritar «asesinos». Esto me ha hecho reflexionar: ¿cómo podemos juzgar cuando aún no se han completado las investigaciones? La política, a menudo, parece un juego de obstáculos y en esta ocasión, Valencia se ha convertido en el tablero.

Entre el lodo y la política: responsabilidades compartidas

Ahora bien, un aspecto que no podemos pasar por alto es la culpa que se lanza a personajes como Carlos Mazón, el presidente de la Generalitat. Sin embargo, me pregunto, ¿por qué recaer solo en él? Es fácil señalar al nuevo en la silla caliente. Sin embargo, desde los gobiernos de Zapatero hasta Sánchez, ha habido una falta crítica de acción para mitigar los riesgos que se avecinaban. ¿Dónde estaban los planes de contención mientras la naturaleza nos avisaba de lo que estaba por venir?

Recordemos las palabras de mi viejo, que siempre decía que la previsión es el primer paso hacia la seguridad. Desgraciadamente, en Valencia, parece que esas recomendaciones quedaron cerradas en un libro antiguo y polvoriento en alguna biblioteca olvidada.

Un sentimiento de comunidad: ¿la esperanza en medio de la desesperación?

Pero mientras la política intenta descifrar quién es el culpable, he visto surgir algo hermoso. En medio del desastre, personas con diferentes ideologías han comenzado a unirse. Aquel vecino que solía ser mío y al que evitaba en las reuniones del barrio porque siempre sacaba a relucir su ideología se encuentra ahora en la misma trinchera ayudando a reconstruir lo que la lluvia se llevó. Es un recordatorio de que, a pesar de nuestras diferencias, la humanidad brilla en las situaciones más críticas.

Me acuerdo cuando un grupo de amigos y yo nos unimos para recoger alimentos durante otro desastre natural. La energía del trabajo en equipo me recordó que, aunque cada uno tenía sus propias creencias, todos éramos simplemente humanos. En Valencia, ese mismo sentimiento de unidad está comenzando a florecer. Si esto es así, entonces, ¿no será el mayor fracaso de la política frenar este impulso hacia adelante?

La responsabilidad de los políticos: ¿un juego de sombras?

Hablemos ahora de la responsabilidad política. Carlos Mazón, quien ha estado al mando de la Generalitat poco más de un año, se encuentra en la línea de fuego. Pero, ¿es realmente justo culparlo exclusivamente? El legado de la gestión de emergencias no se construye de la noche a la mañana. Las decisiones tomadas durante años han llevado a esta actual crisis. No obstante, la gente demanda acción ahora, en tiempo real, y eso es comprensible.

¿Pero qué pasa con la respuesta del Gobierno central? En este desastre, se requiere más que promesas vacías de ayuda. Los ciudadanos merecen respuestas y acción contundente. Mientras escribo esto, no puedo dejar de pensar en cómo, en medio de su propio tumulto, los políticos intentan asumir el control de la narrativa. ¿Por qué? La verdadera pregunta es, ¿tienen algo que decir que realmente importe?

La lucha por el relato: una batalla sin ganadores

Ah, la lucha por el relato. ¡Qué intrigante puede volverse! En el caso de la manifestación, lo que comenzó como un tributo a las víctimas se transformó en un terreno fértil para la explotación política. Si bien es esencial que se exijan responsabilidades y se sometan a análisis todas las decisiones, la politización del dolor no parece ser la forma correcta de avanzar.

Hay quienes afirman que el “verdadero pueblo” está enojado — pero, ¿qué es el verdadero pueblo? ¿El que vandaliza y agita la violencia o el que construye puentes y ayuda a los necesitados? A veces, me siento como un niño en medio de una pelea entre hermanos; con diversos intereses chocando, pero al final del día, todos quieren la misma cosa: la paz y la recuperación.

La recuperación: una tarea colectiva

Mientras los ciudadanos intentan lidiar con la tragedia, ¿quién se encarga de la recuperación? Esa es la pregunta del millón. Muchos han perdido sus negocios y hogares. La ayuda gubernamental, en estos momentos de crisis, se convierte en una bruma nebulosa que pocos parecen poder alcanzar. Recuerdo miradas de desesperación en mi entorno cuando, ante una crisis, tratábamos de reunir los límites de la administración para obtener recursos.

Por el momento, lo que los valencianos realmente necesitan son acciones concretas. Una reconstrucción comienza con la administración y va hacia el corazón de la comunidad. La sala de emergencias necesita recursos reales; hay que apostar por la infraestructura que, aunque lenta, puede ofrecer soluciones a largo plazo.

Mirando hacia el futuro: un llamado a la acción

Como valenciano y testigo de esta devastadora calamidad, mi deseo no es otro que ver resurgir la ciudad de sus cenizas. Que este evento sirva de lección; no solo para los políticos, quienes deben asumir su parte de responsabilidad, sino también para todos nosotros. La gestión de emergencias no debe ser una reacción solo pasiva, sino una acción proactiva.

Las palabras pueden ser poderosas, pero las acciones son lo que verdaderamente cuenta. La pregunta que todos debemos hacernos es: ¿estamos listos para participar en la solución o simplemente seremos espectadores de nuestra propia tragedia?

En momentos como este, Valencia se enfrenta a dos caminos: seguir en el círculo vicioso del conflicto político o unirnos en la reconstrucción. Tal vez, solo tal vez, podamos dejar de lado nuestras diferencias y asumir la responsabilidad compartida que nos pertenece como comunidad.

En definitiva, ¿seremos capaces de mirar más allá del lodo y la tristeza, buscando la esperanza y la recuperación? Tal vez la respuesta dependa de nosotros.


Espero que este artículo resuene con lo que has compartido y que logre encapsular la complejidad de la situación, utilizando un tono conversacional y reflexiones que invitan a la acción.