La Universidad de Málaga (UMA) ha estado en el centro de la atención por motivo de una reciente inyección económica, que llega después de un periodo de gestión algo turbulento. En un mundo académico donde, ironías del destino, a menudo se legisla más sobre presupuestos y partidas que sobre investigación y docencia, el panorama de la universidad nos invita a reflexionar sobre la importancia de una administración financiera responsable. Así que prepárate para un recorrido que podría ser más interesante de lo que parece, con un toque de humor y un par de anécdotas personales.
El despliegue monumental de José Ángel Narváez
Durante el mandato del anterior rector José Ángel Narváez, la UMA decidió lanzarse a un mar de obras faraónicas. Con un presupuesto de 160 millones de euros del remanente de tesorería, a Narváez quizás le pareció que era el momento de hacer historia. Después de todo, ¿qué es una universidad sin un par de edificios impresionantes? La cuestión es que esta jugada se hizo sin el permiso de la Junta de Andalucía, lo que deja mucho que desear sobre la gestión de los recursos. Hablando de universos paralelos, ¿no sería genial tener una carrera en «Cómo hacer malabares con un presupuesto universitario»?
Haciendo un chiste amargo, parece que la UMA se puso una toga de arquitecto en vez de ser la institución educativa que prometió ser. Solo imagina a los estudiantes buscando sus clases entre obras de construcción y señalizaciones de “Cuidado: zona restringida”. Al final, ¿quién salió ganando con todo esto? La verdad, la situación es compleja.
Un rescate necesario: inyección de fondos del Gobierno
Después del caos de la gestión anterior, el 18 de mayo de 2020, el Gobierno andaluz lanzó un plan extraordinario de infraestructuras en las universidades públicas de Andalucía. Era como una salida de emergencia para aquellos que habían estado manejando las cosas con ligereza. Se destinaron hasta 125 millones de euros para ayudar a las universidades a salir del bache financiero.
La UMA fue de las que mejor supo usar este salvavidas, ya que se le autorizó un total de 13,3 millones de euros para inversiones públicas. Pero aquí viene lo realmente curioso: el destino original de estos fondos no era la construcción de nuevos edificios, sino simplemente financiar el presupuesto ordinario de la universidad. ¿Acaso se le salió el tiro por la culata? ¡Definitivamente!
¿Una buena gestión o un parche?
Mientras se hacían los números, la UMA solicitó un plan de inversiones de 153,9 millones de euros para el periodo 2020-2023 y las cifras se dispararon. En este recorrido, la universidad vio como 38,8 millones de euros se ajustaban a su presupuesto, pero eso significaba que la universidad podría estar en números rojos a fin de año. ¿A alguien más le suena como una serie de televisión de suspense?
Además, el 13 de julio de 2020, se autorizó un gasto para 2020 de 38,8 millones de euros, sumando otros 8 millones para 2021 y otros 8 millones más para 2022. Este dinero estaba destinado a mejorar y adecuar los distintos centros universitarios, una respuesta un tanto tardía a las exigencias generadas por la pandemia que alteró la rutina de todos, incluidos estudiantes y profesores.
Las decisiones difíciles tras el escándalo
Lo que resulta ser un giro del destino es que ahora en la rectoría está Teodomiro López, quien ha tenido que afrontar el dilema del rescate a través de préstamos extraordinarios que llegan a casi 40 millones de euros. La presión debe ser inmensa, particularmente cuando se está más atento a las cifras que a la misión educativa de la universidad.
A menudo me pregunto, ¿cuándo se convierte una institución educativa en un campo de batalla financiero? Y, aunque tengo mis propias historias de cómo me las arregló con presupuestos míseros en la universidad, nunca imaginé que eso podría ser parte de la cultura universitaria. Quizás el lema debería ser “estudiar con lápiz y papel, pero negociar con calculadoras financieras”.
A la búsqueda de soluciones: un plan de ajuste
Uno podría pensar que, al ser la universidad que más fondos recibe de la Junta de Andalucía, la UMA estaría en una buena posición. Sin embargo, la lucha por mantener un equilibrio financiero y asegurar la calidad educativa es un reto monumental. Teodomiro López ya ha empezado a diseñar un plan de ajuste, intentando evitar que el déficit se convierta en un monólogo más que en una conversación sobre el futuro de la universidad.
Aquí es donde la realidad golpea. Tengo varias anécdotas de mis días en la universidad sobre cómo los estudiantes a veces tenemos que actuar como contables improvisados, aún cuando el único balance que deseábamos ver era el de nuestras calificaciones. La educación nunca debe ser solo una cuestión numérica, ¿no crees?
Mirando hacia el futuro: lecciones aprendidas
La situación en la Universidad de Málaga nos invita a preguntar si realmente hemos aprendido algo de esta experiencia. Aunque es fácil sentarse aquí y criticar, en el fondo todos sabemos que el camino hacia la estabilización es empedrado. La transparencia y la responsabilidad son las nuevas palabras de moda, y no sería mala idea que se adoptaran como “nuevas asignaturas” en las facultades.
Y, hablando de responsabilidad, realmente sería genial que las universidades se dieran cuenta de lo que significa gestionar fondos públicos con seriedad. Después de todo, cada euro que se malgasta podría haber sido una beca para un estudiante. ¿No te da un poco de ansiedad pensar en todas las oportunidades perdidas?
Conclusiones
En un mundo donde el deber ser puede entrar y salir de moda con el tiempo, la Universidad de Málaga nos ofrece un ejemplo notable de los retos que enfrentan muchas instituciones en el ámbito financiero. Desde la construcción de edificios hasta establecer un plan de ajuste, cada decisión cuenta.
Veremos cómo evolucionará esta historia y si, con un poco de suerte, la UMA hará lo que todas las universidades deben: poner la educación y el beneficio de sus estudiantes por encima de cualquier otra cosa. Porque al final, en esta serie llamada vida universitaria, los verdaderos protagonistas son los estudiantes que merecen las mejores condiciones para su formación.
Así que no olvides que, a pesar de toda esta complejidad, la educación es un viaje, y cada escollos en la carretera puede ser simplemente otra historia para contar. Y quién sabe, tal vez un día, todo esto se convierta en una serie de Netflix que todos podemos disfrutar.