Hay veces en que la planificación de un gran evento puede desencadenar una reacción en cadena que tiene efectos inesperados. Eso es justo lo que está sucediendo en Sevilla, una ciudad que cada vez que escucha la palabra «procesión» se prepara para un despliegue de fervor religioso y de tradición cofrade que podría compararse a la final de la Super Bowl, pero con menos snacks y más incienso. En este caso, la conocida como procesión magna, programada para el 8 de diciembre, ha llevado a la prohibición de terrazas en gran parte del centro de la ciudad, afectando a bares y restaurantes que dependen de la afluencia de turistas y fieles. En este artículo, exploraremos esta situación desde distintas perspectivas, lo que significa para los hosteleros involucrados y cómo puede afectar a la experiencia del visitante.

Mariano el del Donald: un ícono que cierra sus puertas

Cuando pensé en escribir sobre la prohibición de terrazas en Sevilla, estaba decidido a encontrar un símbolo de esta situación; y ahí estaba, en la puerta del bar de Mariano, conocido popularmente como “el del Donald”. Este famoso bar, con 51 años de historia, invariablemente se llenaba de visitantes y locales tratando de probar su famosa ensaladilla. Pero este año, el bar ha decidido cerrar sus puertas el domingo de la Inmaculada, una decisión sin precedentes para un lugar que ha servido como punto de encuentro para tantas generaciones. ¿Qué habrá sentido Mariano al tomar esta decisión? ¿Una tristeza profunda, quizás un atisbo de resignación?

El cartel que cuelga en su puerta, con letras góticas y un tono casi apocalíptico, dice: «Nos vemos obligados a cerrar por la imposibilidad de servir a nuestros clientes como se merecen”. Es un recordatorio cruel de que, a veces, la tradición y la pasión no pueden prevalecer ante la burocracia. Si alguna vez has cogido una copa de vino en un bar y has sentido la alegría del ambiente candeleado, probablemente entenderás la frustración de Mariano y sus colegas.

Sevilla: entre la tradición y la modernidad

Las restricciones de la ciudad han traído una mezcla de emoción y preocupación. Sevilla, famosa por su Semana Santa, no es ajena a grandes eventos y multitudes, pero los cambios recientes en la regulación han comenzado a crear un clima de tensión. En la procesión magna de este año, cuyo recorrido atraerá a más de un millón de personas, el Ayuntamiento ha decidido aplicar una ley seca en varias áreas, un movimiento que comenzó hace años después de algunos incidentes lamentables. ¿Pero es realmente necesario cerrar los bares en un evento tan esperado?

En ocasiones, uno debe plantearse si la solución a un problema no llega a ser peor que la enfermedad misma. En este caso, los hosteleros sienten que se los está estrangulando en un momento crítico del año. La Asociación de Hosteleros de Sevilla ha iniciado investigaciones para conocer el impacto de esta prohibición, pero las noticias no son alentadoras. ¿Cuántos locales más seguirán el camino de Mariano?

Procesión y turismo: un cóctel explosivo

Imagínate esto: di un paseo por las calles de Sevilla en diciembre, un clima frenético y una multitud de turistas armados con cámaras que buscan el ángulo perfecto. Eso, que habitualmente es un espectáculo a la vista, se está viendo afectado por inusuales restricciones. Solo el itinerario original de la procesión magna contará con 21,500 sillas a $35 cada una, lo que me lleva a preguntarme: ¿cuánto estará dispuesta a gastar la gente para disfrutar del espectáculo, mientras que los bares están cerrados? El turismo, que usualmente es un motor de la economía local, se siente un poco más como un niño perdido en un parque de diversiones cuando te das cuenta de que la montaña rusa está cerrada por mantenimiento.

La potencia del evento atraerá a miles, pero también obligará a muchos a hacer un maratón por el centro para buscar un lugar donde comer. Por cierto, ¿alguna vez has intentado comer un plato de ensaladilla mientras corres? No es fácil, te lo aseguro.

¿Qué dicen los hosteleros?

El enojo de los hosteleros es palpable. Muchos de ellos sienten que la prohibición les impide abrir cuando más lo necesitan, especialmente en un fin de semana que tradicionalmente se considera temporada alta. La referencia a los altercados en el pasado que llevaron a la actualidad de la ley seca resulta el tema perfecto para tener una conversación sobre cómo el miedo puede influir en la toma de decisiones administrativas. La ciudad está tomando medidas de seguridad extremas, que incluyen cerca de 2,000 agentes de seguridad adicionales. ¿Estamos sobreprotegiendo la ciudad al punto de perjudicar su vida comercial?

La referencia a “cangrejear” como una práctica tradicional de los sevillanos hace que algunos cofrades sientan que se les está diciendo cómo disfrutar de su propia cultura. “¡Vamos, que no soy un cangrejo!”, podría decir un amigo al que le han limitado su forma favorita de disfrutar de la procesión. Aunque entiendo la importancia de la seguridad, a veces parece que hay que dejar un poco de espacio para la locura colectiva que viene con estos eventos.

La participación democrática de los sevillanos

¿Y qué pasa con los ciudadanos? Para incentivar la participación, el Ayuntamiento ha decidido ofrecer el uso gratuito de los autobuses municipales durante el día de la procesión. Es un buen intento de fomentar que, en lugar de abarrotar las calles en coches, la gente elija el transporte público. Así que, en teoría, podría ser una tarde de diversión pura y dura, pero con una cantidad desmesurada de personas. ¿Alguna vez has estado en un autobús abarrotado? Eras más bien un «»sardina en lata»».

Las advertencias del concejal de Fiestas Mayores han ampliado esta idea de “alerta comunitaria” cuando dice que “cangrejear será bastante complicado” en esta ocasión. Pero, ¿acaso no es ese un sabor de la tradición sevillana, un ritmo que le da vida a la procesión? Si restringimos la manera en que disfrutamos estos eventos, ¿realmente estamos celebrando lo que la ciudad representa?

Reflexiones finales

Sevilla es una ciudad de contrastes, un lugar donde la tradición y la modernidad conviven aún con sus roces. La procesión magna de este año puede ser un evento monumental, pero estamos viendo que también lleva consigo un conjunto de retos para los empresarios locales, que ven sus esfuerzos aniquilados por decisiones administrativas que están diseñadas para proteger, pero que al mismo tiempo limitan. Al final del día, todos queremos disfrutar de la magia del evento, pero ¿qué precio estamos dispuestos a pagar por ello?

En esta lucha por la seguridad y la tradición, es vital encontrar un equilibrio que no sólo favorezca a un grupo, sino que abra un auténtico espacio de diálogo y entendimiento. Posiblemente, lo que más importa es cómo hacemos comunidad alrededor de nuestras diferencias, buscando siempre el camino hacia un consenso que favorezca a todos los actores involucrados. Y, seamos sinceros, si logramos un acuerdo que incluya buena comida, una cerveza fría y un poco de “cangrejear”, habríamos alcanzado la cuadratura del círculo.

Si has tenido alguna vez una experiencia similar en un evento que se volvió caótico por decisiones administrativas, estaré encantado de escuchar tu historia. Sevilla está llena de cuentos; solo hay que estar dispuesto a compartirlos.