La historia parece repetirse a medida que cada año se lleva a cabo la cumbre del G-20, un evento que reúne a las principales economías del mundo. En este escenario, no es raro escuchar discursos cargados de promesas y esperanzas para un futuro mejor. Sin embargo, la realidad a menudo se siente más distante que cercana. En la más reciente cumbre de líderes, celebrada bajo la atenta mirada del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, los números presentados sobre el gasto militar fueron un verdadero golpe al corazón, y el énfasis en los problemas mundiales más urgentes se tornó inevitable.
Un llamado a la reflexión: la paradoja entre gasto militar y desnutrición
Imagine un mundo donde 2,4 billones de dólares (sí, ha leído bien, ¡billones!) se destinan anualmente a gastos militares, mientras que 733 millones de personas se encuentran en situación de desnutrición. Esta cifra no es solo impersonal, representa una serie de realidades devastadoras que afectan a miles de millones de seres humanos. Y aquí es donde surgen las preguntas: ¿Qué tipo de prioridades estamos estableciendo? ¿Es realmente esa la forma en que queremos gastar el dinero como sociedad?
Imagínense a Lula, exponiendo ante sus colegas del G-20, resaltando cómo esos números son lo suficientemente grandes como para que México, Brasil, Alemania, Reino Unido, Sudáfrica y Canadá pudieran estar «pasando hambre». Sin embargo, en lugar de sentir la vergüenza colectiva, los líderes se sientan en sus sillones, bien alimentados, discutiendo en términos generales, como en una reunión de trabajo donde se habla pero no se actúa.
Un contexto que exige acción: el incremento de conflictos y desnutrición
Es fácil quedar atrapado en la lógica de que el gasto militar es necesario para mantener la seguridad nacional. Pero, ¿acaso no deberíamos ser igualmente militantes en la lucha contra la desnutrición y las guerras? Es irónico pensar que, mientras más armamento se acumula, más se despliegan guerras que, en última instancia, provocan el hambre y el sufrimiento de las poblaciones.
Lula es claro al mencionar la contradicción evidente entre la defensa de la paz y la utilización de los recursos para la compra de armas. En su experiencia como presidente, ha enfrentado diversas crisis que demandan un enfoque mucho más humanitario. Aquí es donde el liderazgo y la evolución de la política internacional deben ser revisados. Porque, seamos honestos, nadie quiere ser recordado como el mandatario que permitió que el hambre dominara más que la paz.
Ser alimentados o estar armados: una elección moral
Hablando en términos más personales, me acuerdo de una vez, en una comida familiar, donde la abuela, siempre con su voz suave y firme, dijo: «No hay mayor tesoro que el compartir». Quizá este concepto debería ampliarse en el contexto global. ¿Por qué no podemos compartir recursos para combatir el hambre antes que para intensificar conflictos?
Si hacemos una búsqueda rápida en Google, nos daremos cuenta de que cada día se publican miles de artículos sobre el avance de la tecnología militar: drones, misiles hipersónicos, y otros juguetes extremadamente costosos que, admitamos, podrían ser mejor utilizados en resolver una crisis alimentaria o ambiental. Mientras el mundo se afana en desarrollar nuevos sistemas de defensa, la pregunta persiste: ¿por qué no un sistema de defensa social?
¿Quién se preocupa?
Lo que es aún más intrigante es ver cómo esta situación ha despertado un debate sobre el papel de los países desarrollados. Históricamente, países como Estados Unidos, China y Rusia han sido los más grandes defensores de una agenda militarista, mientras que naciones más pequeñas sufren las consecuencias. Pero, ¿hasta cuándo podremos ignorar a los 733 millones que pasan hambre?
La ética del gasto público y militar
Aquí es donde entran en juego las nociones de ética y responsabilidad. ¿No sería posible que, al reducir significativamente el gasto militar, esos fondos pudieran destinarse a iniciativas que promuevan la alimentación, la salud y la educación en lugar de armas y misiles? Sería un paso audaz, pero, ¿no es la valentía lo que admiramos en nuestros líderes?
Al reflexionar sobre esta posibilidad, no puedo evitar recordar una anécdota de un antiguo amigo que decía: «Una mochila llena de comida pesa más que una mochila llena de explosivos». Tal vez, solo tal vez, deberíamos reevaluar de qué manera estamos eligiendo cargar nuestras mochilas.
Una mirada al futuro: ¿se avecinan cambios?
Con la creciente presión de los ciudadanos, que demandan soluciones a problemas apremiantes como el hambre y la pobreza, ¿podríamos estar ante la posibilidad de un cambio en la dirección del gasto militar? Lula parece estar planteando una cuestión que no solo enfrenta a los países del G-20, sino al mundo entero.
Por supuesto, aquí surgen facturas adicionales: si las naciones comienzan a apostar por inversiones en paz y seguridad alimentaria, ¿cómo se verá afectada la industria armamentística? La respuesta a esa pregunta probablemente no es sencilla. Algunos podrían decir que es necesario defenderse, mientras que otros clamarán por la paz y la seguridad de una humanidad justa.
Reflexiones finales: el camino hacia la comprensión
Las palabras de Lula resonaron no solo por sus cifras impactantes, sino por una razón más profunda: estamos todos en este viaje juntos. Es fundamental cuestionar cómo nuestras decisiones afectan no solo a nuestros países, sino a la humanidad en su conjunto.
Si hay algo claro en este mundo tan complejo, es que requerimos un enfoque más balanceado, una visión que priorice no solo el acero y las balas, sino también el arroz y los frijoles. La lucha por la paz o el hambre yace en nuestras manos. Después de todo, aunque algunos de nosotros podamos vivir cómodamente, ¿quién puede realmente estar en paz sabiendo que otros sufren?
Si hemos aprendido algo de la historia, es que la verdadera paz se construye sobre la base de la empatía y la comprensión, no del miedo y la guerra. Y eso, mis amigos, es un ladrillo que necesitamos aportar en el interminable muro que es la paz mundial.
Para culminar
La cumbre del G-20 ha traído consigo importantes reflexiones gracias a la voz de Lula y su valiente accionar en un tema tan crucial. La verdadera pregunta que todos deberíamos hacernos es: ¿qué tipo de futuro queremos construir? Un mundo donde el gasto militar se prioriza sobre la alimentación y la seguridad social es, sin duda, un mundo que no refleja los valores que proclamamos defender.
Así que, al cerrar este artículo, quiero dejarles con una última reflexión: en el dilema entre ser alimentados o estar armados, ¿cuál es la opción en la que preferirías estar tú?