El pasado 29 de noviembre, mientras muchos de nosotros estábamos terminando de organizar nuestras agendas para las festividades decembrinas, un evento inesperado sacudió a la comunidad valenciana. La tarde se tornó oscura, y lo que comenzó como un simple cambio en el clima se transformó en un verdadero torbellino de calamidades. Las inundaciones que siguieron no solo afectaron a los hogares y calles, sino que también devastaron un sector económico que, aunque a menudo olvidado, es crucial: el sector editorial. Pero, ¿cómo puede un área dedicada a cuentos, novelas y literatura verse tan afectada por el agua? Acompáñame a explorar este mundo, lleno de libros, tinta y, últimamente, del caos del agua.

¿Cómo comenzó todo?

La tarde del 29 de noviembre, Valencia estaba tranquila; el tráfico, bastante civilizado. La gente se movía apurada hacia sus casas, algunos pensando en el trabajo del día siguiente, otros en las compras prenavideñas. Fue entonces, en un abrir y cerrar de ojos, cuando el cielo se oscureció. Algunas personas comentaron en redes sociales que parecía escena de una película de terror: nubes negras amenazantes, vientos desesperantes y, por supuesto, lo inevitable: la lluvia. Aquella tarde rápida se convirtió en un desfile de llamadas y mensajes para asegurar que todos estuvieran bien, pero en algunos rincones de la ciudad, el pánico ya había comenzado.

La reclusión del sector editorial

Los hogares y edificios esperaban con incertidumbre; el sector editorial valenciano, sin embargo, también enfrentaba su propia tormenta. Para el 4 de diciembre, la Asociación de Editoriales del País Valenciano (AEPV) se reunió de emergencia. Las noticias sobre los efectos devastadores de las inundaciones comenzaron a filtrarse: los restos de libros, documentos e historia literaria flotaban junto con los desechos de una tormenta. La primera conclusión del comité fue clara: las consecuencias serán profundas. No se trataba solo de pérdidas económicas, sino de la pérdida del tejido cultural de la región.

Es fácil mirar desde el exterior y pensar que la literatura no se daña con el agua, pero seamos francos. ¿Cuántos de nosotros hemos tenido en nuestras manos un libro arrugado por un derrame accidental? Imagínate eso, pero multiplicado por cientos, por miles. A veces incluso me sorprendo a mí mismo al recordar que los libros no son solo una serie de páginas encuadernadas, sino contenedores de experiencias, significados y, en algunos casos, secretos familiares. En este caso, esos secretos se convirtieron en víctimas de las inundaciones.

Gea Llibres: una tragedia particular

Uno de los mayores golpes se dio en Gea Llibres, uno de los principales distribuidores de la zona. ¿Te imaginas entrar a tu lugar de trabajo y descubrir que todo ha desaparecido bajo el agua? Eso es lo que pasó. La comunidad editorial de Valencia pronto comenzó a reaccionar, sabiendo que el dolor de uno es el dolor de todos. Para mi sorpresa, muchos autores y editores se ofrecieron a colaborar, realizar donaciones y buscar soluciones.

En mi propia experiencia como blogger literario, recuerdo una ocasión en la que un pequeño incendio casi destruyó la biblioteca de un amigo. La manera en que toda la comunidad literaria se unió para ayudar, donar libros y reconstruir algo que parecía irremediable fue conmovedora. Aquí, en Valencia, este fenómeno de solidarización se repitió. Ya no se trataba solo de Gea Llibres; se hablaba de la industria en su conjunto.

La reacción de la comunidad

La respuesta no se hizo esperar. La Federación de Gremios de Editores de España mostró su preocupación, y se inició una ola de encuentros. Recuerdo también un episodio similar en el que una tormenta afectó a una editorial en mi ciudad. La manera en que los colegas acudieron en favor de su compañero fue casi inspiradora. Esas pequeñas acciones unidas crean una fuerza imparable. Aquí, era exactamente lo mismo: la comunidad literaria apoyándose mutuamente en un momento de crisis.

Las reuniones con los representantes del gobierno y las administraciones estaban en marcha, explorando ayudas y propuestas. Las palabras de Pilar Tébar, la secretaria autonómica de Cultura, resonaban en la provincia: “La solidaridad no es solo una palabra bonita, es un acto”. En ese sentido, creo que todos hemos sido testigos de esa esencia unificadora que brota cuando un miembro de nuestra comunidad se ve afectado por un infortunio.

El papel del gobierno y las medidas a tomar

El panorama es, sin duda, gris. Las editoriales tienen una gran tarea por delante: evaluar daños, reponer libros y, sobre todo, mantenerse a flote en una época en la que las ventas suelen aumentar debido a las fiestas de Navidad. Sin embargo, surgen muchas preguntas: ¿Cómo se restauran libros que han sido víctimas de la marea? ¿Cómo se mejora un sistema de distribución que ha colapsado por completo?

El 7 de diciembre se programó una reunión de trabajo con la intervención de varios actores fundamentales del sector cultural. Ahí, entendí que no es solo cuestión de rescatar obras, sino también de salvaguardar a los autores y a toda la comunidad literaria que depende de esa producción. Las palabras de Ernest Urtasun, ministro de Cultura, también dejaban claro que la situación se tomaba muy en serio desde el gobierno central.

Apuestas por la recuperación

Apostar por la recuperación es, en sí mismo, un acto de valentía. Sabemos que la vida continúa y que la cultura es esencial; no podemos dejar que el agua destruya no solo libros sino también historias. Las editoriales deben trabajar mano a mano con las administraciones, es vital establecer un mapa de recuperación que las brinde soporte para salir adelante.

Ahora, permíteme compartir algo personal: cuando era niño, soñaba con ser escritor. Imaginar un mundo sin libros me llena de angustia, incluso al pensarlo en voz alta. Las noches en vela, las palabras que me arrullaban, todo lo que aprendí y sentí: es como si me quitaran un pedazo de mi propio ser. La situación actual del sector editorial valenciano realmente pone a prueba la creatividad y la imaginación, y lanza un mensaje de que no solo los libros son necesarios, sino la comunidad que los rodea.

Mirando hacia el futuro: un nuevo comienzo

Esencialmente, el sector editorial valenciano debe volver a levantarse. A veces, recordamos que lo peor de las tormentas es que deben pasar para que podamos ver el sol nuevamente. A pesar de la tragedia, la vida sigue adelante. Veo cómo, poco a poco, las viejas estructuras se ven renovadas por nuevas ideas, nuevas voces, un aire fresco que invoca la innovación. Y en este tipo de crisis, a veces esto es lo que sucede: las cosas se reinventan.

Esa reinvención es fundamental. Lo que estamos viviendo es desafiante, pero también se puede convertir en inspiración para nuevas narrativas, nuevas historias que surjan de las aguas. A medida que se reconstruyen las universidades, se diseñan nuevos libros y se planean nuevas ediciones, la esperanza de un futuro brillante comienza a tomar forma.

La misión continúa

Para el sector editorial, la misión no es solo volver a la normalidad, sino colaborar con el futuro. A veces la vida presenta obstáculos que, aunque parecerían insuperables, son solo la oportunidad disfrazada para reinventarse. A medida que el agua retrocede, encontrar formas únicas de compartir historias se vuelve crucial. ¿Cómo podemos asegurarnos de que los libros sigan floreciendo incluso después de la tormenta?

A veces me siento como un “cazador de historias”, buscando esas narrativas que a menudo pasan desapercibidas. Cuando los libros de la comunidad editorial valenciana resurjan, ya sea a través de historias personales de superación, o la fuerza de una comunidad unida, sabremos que el arte de contar historias es más fuerte que cualquier tormenta.

En conclusión, las inundaciones que azotaron Valencia son solo un recordatorio de que el mundo de la literatura es tan frágil como valioso. Hablo con empatía hacia todos aquellos afectados: el camino será arduo, pero, como bien sabemos los amantes de los libros, luego de cada tormenta, los arcoíris siempre regresan.