La historia del Imperio Romano es un tema que nos fascina a muchos, ya sea por sus grandiosas edificaciones, sus intrincadas políticas o, naturalmente, el misticismo de su caída. Aunque a menudo hemos escuchado versiones de que la decadencia comenzó con plagas o catástrofes climáticas, un nuevo estudio nos empuja a replantearnos el cuento del gallo y, en lugar de buscar enemigos en la atmósfera, nos señala a otros factores económicos y bélicos. ¿Te parece que es hora de actualizar nuestra visión de uno de los imperios más icónicos de la historia?

En esta nueva investigación dirigida por Lev Cosijns de la Universidad de Oxford y Haggai Olshanetsky de la Universidad de Varsovia, encontramos inquietantes hallazgos. No solo se ha indagado sobre los naufragios en el Mediterráneo, sino que se nos presenta un cambio radical en la forma en que concebimos la prosperidad romana en el siglo VI d.C. Y aquí es donde las cosas se ponen interesantes (y un poco descaradas).

Un acercamiento a la esencia del Mediterráneo

Primero, dejemos claro que no es nuestro querido Mediterráneo quien lleva la culpa. Aunque antaño, vislumbrar las costas de Cartago o Alejandría era sinónimo de cambiantes mareas comerciales y aventuras, ahora es un poco más complicado. Utilizando una base de datos de naufragios de la Universidad de Harvard y del Proyecto de Economía Romana de Oxford, los investigadores han reunido evidencias sobre los barcos romanos que surcaban esas aguas.

Me imagino a los investigadores sentados alrededor de una mesa llena de mapas antiguos, tratando de encontrar sentido a todos aquellos naufragios. “Si solo pudiéramos hablarles”, diría un profesor angustiado mientras mezcla un café excelentemente amargo, “¿por qué no nos cuentan por qué se hundieron?”. Pero los naufragios no hablan, o al menos no con un acento como el de un antiguo marinero.

Los auspicios de la suerte marítima

Los hallazgos de este estudio son fascinantes, y lo que se revela es aún más sorprendente. Aparentemente, si miramos más allá del mito de la decadencia, el siglo VI d.C. fue un periodo de crecimiento demográfico y comercial para el imperio. Cosijns sugiere que no solo sobrevivieron a la embestida de siglos, sino que estaban en su apogeo. ¿Así que el 536 d.C. no fue el «peor año para vivir»? ¿Quién lo diría?

Históricamente, se creía que ese año estaba marcado por el frío y el hambre, el apocalipsis climático que supuestamente asoló la civilización. Pero, ¡sorpresa! Había más comercio, más barcos y más vida de lo que pensábamos. Por favor, permítanme un momento para asimilar esta revelación.

Cuando lo peor era en realidad lo mejor

Hay que recordar que el estudio contrasta drásticamente con teorías anteriores que apuntaban a la plaga de 543 d.C. o los cambios climáticos como causas fundamentales de una caída inminente. Pero, y aquí está la clave, el estudio de Cosijns y Olshanetsky señala que un crecimiento social y económico en la segunda mitad del siglo VI llevó a las personas a creer que sí, podían permitirse relajarse un poco. No era el tiempo de gladiadores en el Coliseo lo que acechaba a Roma, sino que la economía parecía estar gozando de una buena racha.

Personalmente, me resulta difícil comprender cómo la gente de esa época podría ver todo esto y pensar que en realidad el fin estaba cerca. ¿Cuántas copas de vino o cuántos césares necesitaban para ver que estaban jugando con fuego? Ahora, parece que el reloj no marcaba el tiempo de la caída, sino que revelaba días de prosperidad aún no contados.

Un giro inesperado: el comercio en contraataque

El enfoque del estudio también se centra en lo que ocurrió en la primera mitad del siglo VII. Aquí entramos en un juego más oscuro. Gracias a las guerras persas y a la conmoción de la conquista islámica, las rutas comerciales se vieron drásticamente interrumpidas. Lo que una vez fueron viajes regulares de bienes, hoy se convirtieron en guerras de territorio. ¿Por qué, oh por qué, las civilizaciones siempre tienen que mezclarse con el comercio y la guerra? Parece una ecuación básica de la historia que nunca hemos aprendido.

El estudio subraya que, mientras el comercio estaba en su cima en la segunda mitad del siglo VI, a finales del siglo VII los naufragios romanos se redujeron a solo 67 barcos. Así que, la próxima vez que alguien pregunte sobre la caída del imperio, quizás puedas mencionar que su biografía fue truncada, no por su decadencia, sino por un ataque económico sorpresa.

La estadística detrás del naufragio

Digamos que algunos de nosotros no somos expertos en estadísticas. A veces me siento como si estuviera tratando de entender cómo funcionan las reservas de vino en un bar, pero eso es otra historia. Según los investigadores, el número de naufragios romanos se mantuvo constante entre 200 y 300 cada 50 años en la época más floreciente. Luego, nos regalan un momento de tensión con una abrupta caída del 50% al final del siglo V.

La explicación detrás de esta reducción dramática es simple: la caída del Imperio Romano de Occidente. ¡Aquí es donde comienza la avalancha de problemas! La decadencia de Roma lideró a su ciudad madre a un lenta descomposición, y el hambre de recursos llevó a que los demás imperios se sintieran amenazados, una especie de domino mal implementado que falló antes de llegar al último.

La guerra: el evento culmen

Imaginen a todos esos inocentes marineros ahogados en sus botellas de vino tratando de entender por qué sus barcos de batalla no regresaban. La guerra persa, que llegó como un ladrón en la noche, se llevó mucho más que barcos; desafió a sus fronteras y control. Aunque Heraclio venció a los persas en un acto heroico digno de una película de Hollywood, el costo fue elevado: se debilitó la red comercial y, por ende, el imperio.

Así que, la próxima vez que un amigo te cuente que el fin del mundo es inminente, edúcalo un poco sobre la durabilidad humana y la economía. A veces el final llega de maneras que nunca imaginamos. Los imperios no solo se caen, ¡a veces simplemente cambian de manos!

Mirando hacia el futuro

¿Y qué nos deja este nuevo estudio? Una mirada renovada a la historia, a los efectos de los cambios económicos y cómo estos pueden ser más devastadores que las plagas o los desastres naturales. La historia nos enseña que las causas de la caída de un imperio son tan complejas como la misma vida. Así que aquí estamos, enfrentando un nuevo conjunto de datos y reflexiones históricas que nos invitan a evaluar nuestra propia era.

Vivimos en tiempos de incertidumbre, y aunque podemos encontrar confort en el estudio de la historia, ¿realmente aprendemos de ella? A veces me pregunto si, en unos siglos, las futuras generaciones estudiarán nuestro presente y se reirán sobre cómo pensábamos que la tecnología y los días soleados eran sinónimos de prosperidad infinita, mientras nos olvidábamos de mantener los lazos humanos y la estabilidad económica.

No quiero acabar este artículo sin recordarte que, aunque cada ciclo histórico tiene sus altibajos, siempre habrá temas recurrentes. Recordemos aprender, mirar hacia atrás y anticipar lo que está por venir, siempre con una sonrisa y un vaso de vino en la mano. Después de todo, eso es lo que solían hacer los romanos, ¿verdad?

Fuentes

  • Investigación reciente de Lev Cosijns y Haggai Olshanetsky.
  • Base de datos de naufragios de la Universidad de Harvard.
  • Proyecto de Economía Romana de Oxford (OXREP).
  • Revista Klio.

Así que la próxima vez que veas un barco, piénsalo dos veces: puede que no esté destinado a navegar, sino a naufragar. ¡Y esa es la realidad del comercio romano! ¿Has visto algo similar en la actualidad? ¿Qué opinas sobre la economía del presente? ¡Cuéntame!